Ira ecoterrorista: una declaración de guerra

  • 16-01-2017

El grupo que envió la bomba a Óscar Landeretche no es desconocido en nuestro país, y ya en febrero de 2016, había hecho estallar una carga incendiaria en un bus del Transantiago, del recorrido 2010. Del hecho, entonces, se supo muy poco. Chile vivía el sopor estival y casi nadie reparó en el comunicado de prensa que publicaron en la página web maldición-eco-extremista, en el que se jactaban del acto, considerándolo “exitoso, calcinando completamente la máquina de la civilización. Si bien, en esta oportunidad el atentado estaba pensado solo para destruir e incendiar el bus, no nos hubiera importado absolutamente nada si hubiera salido herido algún civil. Nuestros actos están más allá del clasismo torpe y necio. Despreciamos la masa, la ciudadanía, el pueblo, o como lo quieran llamar. Tenemos consideraciones solo por nosotros, los nuestros y la naturaleza salvaje”.

La lectura de este comunicado como otros de las facciones de quienes se denominan Individualistas tendiendo a la salvaje, ITS, permite asomarse a una versión nada habitual de lo que comúnmente se llama terrorismo en Chile, donde se le confunde con las acciones delictuales. Un grupo que a comienzos de 2016 en México daba cuenta de sus raíces, surgidas el año 2011, en ese país diciendo: “Persistimos en esta Guerra Declarada contra el Sistema Tecnológico, contra los que lo mejoran y lo sustentan.

Atentamos física y emocionalmente contra aquellas personas-objetivo que se empecinan en destruir y manipular los entornos naturales, indómitos y silvestres que quedan. Nuestros actos están pensados en aterrorizar, herir, mutilar y asesinar a los mencionados objetivos. Utilizando amenazas, explosivos y armas de fuego para cumplir nuestros fines inmediatos”. En aquél comunicado, daban cuenta de los atentados que realizaron en 2011 en contra de las personas y de la propiedad. Como ser los responsables de haber dejado tuerto a un trabajador de la Universidad Politécnica del Valle de México, de la localidad de Ultitlán. Como también de dejar con heridas graves a quienes denominaron como “tecnonerds” del prestigioso Instituto Tecnológico de Monterrey, en el Estado de Nuevo León, y que “le metieron una bala en la cabeza al biotecnólogo” del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados de Cuernavaca. Aquellos que “le enviaron explosivos a los hipócritas de Greenpeace y los que hirieron con una carta-bomba a un catedrático de la Universidad Politécnica de Pachuca, en el Estado de Hidalgo…”, todo esto en 2011. La cuenta mortal sigue en 2012 y 2013, y hasta el 2015, año en el se habrían unido junto a “docenas de grupos”, creando un nuevo referente llamado Reacción Salvaje, pero que ese mismo año dejó de existir.

En Chile, a partir de 2016, con la quema del bus y la amenaza de bomba en la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de Chile, tuvieron cierta visibilidad, pero nunca como la alcanzada a raíz de la bomba en contra del presidente del Directorio de la minera estatal. Un hecho que tuvo lugar el mismo día en el  que Ricardo Lagos era aclamado como precandidato presidencial por el PPD y cuando en la sede del antiguo Congreso Nacional, en la ciudad de Santiago, se realizaba la más importante cita hemisférica con los más destacados investigadores del planeta en el marco del Congreso Futuro, un objetivo bastante seductor para un grupo terrorista que establece en sus principios el rechazo a la ciencia y a la investigación científica.

Las preguntas que surgen en torno a quienes están detrás de los Individualistas tendiendo a lo salvaje son muchas, porque están fuera de la caja, desonciertan, sobre todo cuando dicen: “NO somos ni “revolucionarios”, NI anarquistas, NO representamos la izquierda radical. NO SOMOS  primitivistas, NI NOS REPRESENTA el iluso romántico de Zerzan, ni el iluso radical de Kaczynski, ni NINGÚN teórico gringo, español, italiano, brasileño, etc., ni nadie”. De modo que el hilo de Ariadna para llegar hasta ellos se hace más confuso, pero no invisible. Mientras las policías buscan sus rastros, la sociedad debiera iniciar una conversación que permita entender el precario equilibrio en el que nos encontramos. Porque cuando este tipo de terroristas logran dejarnos perplejos a partir de una bomba hecha con fósforo, hay que poner las barbas en remojo para cuando se hagan de explosivos de mayor impacto.

No se trata de terror, aunque sí el miedo ya se puede respirar. Se trata de conversar e instruirse sobre el mundo que viene, que no deja de sorprendernos, para bien y para mal.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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