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Literatura y DD.HH.: Sprinters, de Lola Larra

Columna de opinión por Mariana Zegers
Miércoles 1 de febrero 2017 17:58 hrs.


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La literatura es un gran tejido. En sus hebras entrelazadas el estilo y la historia dialogan, creando múltiples representaciones de su tiempo y lugar; de la época en la que el texto literario emerge, crece y se desarrolla. Como pintores de la historia universal, los escritores han trazado formas de referir al contexto histórico que van de lo figurativo a lo abstracto. La literatura siempre dice algo de su tiempo; la historia de los pueblos y sus culturas queda inscrita en las páginas que ve nacer.

En este marco de entendimiento, diremos que los temas de memoria y derechos humanos han sido profusamente vertidos en las fuentes de la literatura. Conectada con su época, la literatura no es indiferente a las profundas transgresiones a los derechos fundamentales, a la inequidad social que va mutando sus caras con el paso de las épocas.

En el caso particular de la memoria de las dictaduras del Conosur, existe una importante producción literaria, de la que forman parte testimonio, poesía, novela, crónica, diarios, cartas y una multiplicidad de géneros o tipologías textuales. Existe en nuestro territorio una vasta producción testimonial, gatillada en la segunda mitad del siglo veinte por la experiencia de violencia política.  Este testimonio latinoamericano, ligado a una historia de alteridad, de cuestionamiento de los poderes y discursos hegemónicos “denuncia  y  celebra, pues su  deseo (…) es  desmontar  una  historia  hegemónica la  vez  que  desea  construir  otra  historia  que  llegue  a  ser  hegemónica[1]”. En consecuencia, el testimonio remite a la reivindicación de memorias que son colectivas, con sus notas disonantes y discrepancias.

La literatura refleja la crisis de su tiempo. La expone y la increpa. Paralelamente, abre caminos a  través de los cuales puede superarla. Reivindica la importancia de examinar  nuestro pasado para aprender de él. El testimonio es solo un punto donde historia y literatura convergen; hay una variedad de obras que se han inspirado tanto en la ficción como en los hechos y la recolección de fuentes documentales.

Destacado por la crítica literaria como uno de los libros más recomendados del 2016 encontramos  la novela Sprinters. Los niños de Colonia Dignidad, de la escritora Lola Larra. Este ha sido ampliamente difundido, comentado y discutido en la prensa nacional e internacional. Lola Larra también fue reconocida por la novela gráfica Al Sur de la Alameda. Diario de una Toma, realizada con el ilustrador Vicente Reinamontes, que narra la ocupación de un liceo durante la Revolución Pingüina. Este libro fue merecedor de la distinción Amster-Coré 2015, otorgada por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes.

Sprinters es una novela que narra la historia de una hija de exiliados que retorna a Chile para escribir un guion sobre Colonia Dignidad, punto del que se desprende la narración de la vida cotidiana dentro de la Colonia. Pero Sprinters es algo más que una novela, pues se sirve del storyboard, de la investigación periodística, de documentos y archivos policiales; a la vez que denota gestos autobiográficos. Tal como aparece en la descripción del libro, el lector transita con total naturalidad de la ficción a la no ficción [Sprinters, Hueders].  Una ficción que, como ha dicho la autora, no traiciona la realidad.

La literatura, escribió Bertolt Brecht, nos habla  “siempre  de  enfermedad  y  sólo  de  enfermedad, hasta  que  no  conozca  las  verdaderas  causas de la  afección  y  los  medios  precisos  para  combatirla  positivamente, y  hasta  que  no  aparezcan  los  primeros  síntomas de  mejoría[2]”. Sprinters es un viaje por esta gran enfermedad humana; el mal radical que, con absoluta normalidad, despoja a la víctima de su humanidad, privándola de su condición jurídica de persona y socavando su libertad y dignidad en los ámbitos  de la vida privada. La contratapa señala al lector: “como todas las grandes obras sobre la vileza humana, Sprinters plantea preguntas incómodas sobre la indolencia –o derechamente, la complicidad– de todos los que prefirieron no ver y no saber que un poco más allá de sus fronteras campeaba el horror y su reverso: la vulgaridad y la estupidez humana”. Para conocer las causas de la afección es preciso incomodarla, inquirirla, interrogarla. La literatura puede crear tantos mundos posibles en los que escudriñar la condición humana; imaginar su mejoría. No hay que desestimar el poder de la palabra y de la imaginación.

 

[1] Achugar, Hugo. “Historias  paralelas/historias  ejemplares: la  historia  y  la  voz  del  otro”.  Revista  de  crítica  literaria  latinoamericana 36 (1992): 49-71.

 

[2] Brecht, Bertolt. El  compromiso  en  literatura  y  arte. Barcelona: ediciones  península, 1973.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.