Señor Director:
En Chile decimos que alguien está “quemado” cuando al entregarse por completo a una causa deja de ser escuchado por la comunidad porque se vuelve predecible… “otra vez con lo mismo” dicen, en total, él es el conflictivo.
En la Diócesis de Osorno somos muchos los “quemados” por exigir la renuncia del obispo Juan Barros Madrid por los argumentos de hecho y de derecho que ustedes y la opinión pública conocen bien desde hace dos años. Somos muchos los catalogados de conflictivos o de “majaderos” con el tema, a tal punto, de excluirnos o rechazarnos en instancias extraeclesiales. Al decir “muchos”, constato el hecho de que no somos “todos” porque si bien el rechazo a la imposición del obispo Barros –con certeza lo digo- es rotundo, la mayoría de quienes se oponen lo hacen en silencio para no “quemarse” precisamente. Pero, como hemos constatado bien en las últimas semanas por los voraces incendios forestales que azotaron la zona centro sur del país, que el fuego no se vea en la superficie no significa que no continúe bajo tierra quemando las raíces imposibilitando que la vida continúe y amenazando con rebrotar en la superficie cuando menos se espere.
Y a decir verdad, la Diócesis, mí diócesis, se desmorona -y ustedes lo saben- por un incendio que la jerarquía de la Iglesia provocó y que se les fue de las manos y nadie asume la responsabilidad.
Como soy un quemado por decir “No a Barros” dudé en escribirles, pero creo que es necesario que los quemados no nos autocensuremos, por último, para dar testimonio. Sin embargo, la fuerza del Kairós que ustedes tienen delante suyo y que alcanzará su climax el próximo 23 de febrero cuando se reúnan con el Papa Francisco, me hace escribirles y en este mismo acto, creo representar a “todos” los quemados. Al menos, eso intentaré.
Si Francisco repite lo que acaba de hacer con la Visita Ad Limina de los obispos de Costa Rica, en la visita de ustedes no se reunirá en privado con cada uno sino que sólo como colegialidad. En esto, me preocupa de sobremanera que la presencia del Papa, a quien ustedes han demostrado ver como un patrón más que como un igual, los intimide. Por favor, hermanos obispos, hablen en libertad y parresía. Temo que la excesiva prudencia de muchos de ustedes siga transformándose en inacción. Que el Papa se reúna con todos puede ser la gran oportunidad para que se entere del problema que nos hace sufrir, pero para eso, deben armarse de valentía, virtud que aparenta estar lejos del actual episcopado chileno.
Tal vez Francisco se enojará y los reprenda, no obstante, ser fiel al Papa pasa también por decirle lo que no quiere ver.
Luego, ¿qué es lo que no quiere ver el Papa? Podría enumerar en detalle un listado de problemas que cada día crece, pero no sería sensato de mi parte. En estos dos años he tratado de darle sentido a lo que vivimos buscando y rebuscando respuestas a la pregunta “¿cuál es la voluntad de Dios en todo esto?” Claro, si la hubiera.
En ese sentido, el año pasado pude entender un poco mejor, pero siempre insuficientemente, acerca de la Misericordia. Y en esto, comprendí que pasa –mas no se agota- en tener el corazón abierto a la miseria para no ser tentados por un falso puritanismo, pues entenderán que al pedir la renuncia del obispo es muy fácil caer en la retórica de “¡Queremos un obispo intachable!” Yo no quiero un obispo que no se haya comido un chocolate a escondidas, sino uno que se equivoca y que asumiendo eso, comprende que nos necesitamos. Y tampoco quiero una Iglesia con los que piensan como yo o una Iglesia sin ustedes. Lo único que pido -y trabajo por eso- es que los pastores no se coman a las ovejas escudándose en instituciones que favorecen la impunidad y así se les permite seguir revictimizando a quienes debemos proteger.
También, en este mes de febrero –tiempo que coincide con la estadía de ustedes en Roma- los Evangelios nos han sorprendido poniendo sobre la mesa el gran problema que atraviesa la Diócesis de Osorno, a saber, el Amor… en este caso, la ausencia de él. Tras reflexionar largamente es que me atrevo a escribirles.
La falta de amor que señalo se manifiesta en que el obispo Barros no nos ama más que a su ministerio episcopal. Es por eso que no dialoga y se reúne sólo con quienes lo apoyan, no visita comunidades sólo va a hacer misa en aquellas parroquias que no les cerraron las puertas para con tal de no ser enfrentado. Pero, si no nos ama, ¿cómo puede ser fiel al mandato de Cristo: “apacienta mis corderos”? (Jn. 21,15).
Este apego al poder hace más entendible por qué al obispo Barros parece no afectarle que el p. Óscar Escobar se haya ido de la Diócesis, que los sacerdotes Pedro Kliegel, Vinzenz Gottschalk y José Américo Vidal estén con licencia Psiquiátrica por su causa; que diáconos hayan pedido un año libre, que seminaristas hayan renunciado a ser ordenados, que los laicos estemos enfrentados, otrora amigos hoy enemigos, que quienes pedimos su renuncia tengamos que soportar persecución, golpes, burlas y desprecios… ¡y todo esto Juan Barros lo ha justificado en sus homilías! Con estos escándalos, ¿qué buenas obras ven nuestros hermanos para dar gloria al Padre que está en los Cielos? (cfr. Mt 5,16. Evangelio proclamado el domingo 05 de febrero).
Amo a la Iglesia como a mi mamá pero no hay día que no me cuestione si de verdad a ella le importa lo que nos sucede, me sucede. ¿Le importamos a la Iglesia? Si es así, ¿Por qué no puede ser más madre con nosotros? A este laico de 23 años le inquieta saber si hay más personas que sufren con nosotros, o acaso, ¿no era verdad ese valor que me enseñaron de niño en la catequesis de que cuando una persona sufre en la Iglesia todos sufrimos?
Veo de parte del obispo tal desafecto por la diócesis encomendada pero tanta monomanía para que el rito litúrgico sea lo más piadoso e inofensivo posible que las misas se convirtieron en un alienante de la realidad. Pero, cumplir como funcionario y no con Amor el rito no es más que pura apariencia: “si tú estás para presentar tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda ante el altar, y vete antes a hacer las paces con tu hermano” (Mt. 5, 23-24. Evangelio proclamado el domingo 12 de febrero).
Y claro, porque ¿cómo hacer de la misa una con sentido de realidad si el mismo obispo escapa de ella retando e imponiéndose ante los sacerdotes que disienten de él y rechazando sistemáticamente dialogar con el laicado que pide su renuncia? Se ha rodeado de gente que piensa como él, vive como él y nos excluye a quienes podemos decirle que las cosas no son como él las imagina. De hecho, sus actitudes poco cristianas con sus colaboradores inmediatos -el clero- da la sensación que consiste en cumplir con un check list de sacerdotes a eliminar más que de sumar para Evangelizar. Pero, “si amas solamente a quienes te aman, ¿qué mérito tiene? También los cobradores de impuestos lo hacen” (Mt. 5, 46. Evangelio a proclamarse el domingo 19 de febrero).
Pero no se me malinterprete. No quiero señalar que el obispo Barros es alguien malo o un Frank Underwood de la Iglesia. Eso no sería sensato de mi parte. Él ha dicho que su fe le dicta que la voluntad de Dios se manifiesta a través del Papa y el Papa lo ha nombrado obispo de Osorno, por lo que para él, en esto, se juega su fe, su salvación. Dicho de otro modo, prefiere salvarse él solo más que salvar almas. Personalmente no comparto su teología pero sí creo que está actuando con buena intención –aunque con pésimos resultados-. Sin embargo, cuando leo el Evangelio de Mateo capítulo 25, 31-45 noto que es el amor la medida de todas las cosas, por lo que se nos juzgará. Por otra parte, la Esperanza del obispo es que los problemas se solucionarán solos y su Fe consiste en lo que ya he identificado, pero, por sobre estas dos virtudes, ¿no es el Amor lo que debe prevalecer? (1Cor. 13,13). Por tanto, hermanos obispos, ¿ustedes también faltarán al amor en aras de virtudes menos importantes a los ojos de Dios?
Quien ama muestra comprensión, no aparenta, no busca su propio interés, no se alegra de lo injusto y goza en la verdad nos dice San Pablo (1Cor. 13. 4-6). Quien ama busca hacer el bien al ser amado evitando su sufrimiento… ¿Nos aman? Entonces, ¿por qué no evitar que el daño ya hecho siga aumentando? Entre ustedes hay dos ex obispos de Osorno ¿seguirán amando a la comunidad con la que aprendieron a ser pastores? Si es así, ¿Se han preguntado qué pasará cuando el obispo Barros se vaya? ¿En qué condiciones quedará el suelo sobre el cual reconstruir la Iglesia en Osorno? Si ustedes no nos van a ayudar en ese proceso, al menos, ayúdennos a que quede algo, y para eso, la visita Ad Limina es una tremenda oportunidad.
Tal vez el Kairós delante de ustedes no pasa por garantizar que el Papa asegure la renuncia del obispo Barros, más bien, en dar testimonio de que ante el pecado de Francisco hubo quienes acompañaron y se la jugaron por los que pagamos los costos. Este es el mayor acto de amor que ustedes pueden hacer por la Iglesia en Osorno. No vuelvan a dejarnos solos.
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