Señor director:
Hasta 1973 el Estado chileno, con sus instituciones y sus empresas, fue el garante de ciertos derechos ciudadanos así como de la redistribución de una parte de la riqueza nacional. Así unos sectores importantes de nuestra población, en general los más modestos, podían pues identificarse como pertenecientes a una entidad nacional llamada Chile.
La situación ha variado completamente desde esa fecha con la dictadura militar y enseguida con la inmovilidad de los gobiernos civiles que le sucedieron .
Unos de los objetivos prioritarios de la dictadura militar fue desmantelar el Estado y ya sabemos como se gratificó a los amigos con las empresas estatales. Pero tanto o más grave aún fue cómo se destruyeron los servicios nacionales de salud, de educación y de previsión social , en los que los chilenos éramos usuarios con deberes y derechos, y se crearon en su lugar unos conglomerados empresariales regidos únicamente por la ley de la ganancia privada, y en los que pasamos a ser clientes, en el mejor de los casos.
Por lo que es del resto de la arquitectura del Estado todas las instituciones fueron ya sea vaciadas de sus prerrogativas ya sea convertidas en una caricatura de lo que habían sido en el pasado. Eso es lo que ha ocurrido con la Contraloría General de la República , con las asambleas legislativas , con el Poder Judicial, con muchos de los ministerios, etc., unos organismos en los cuales la mayoría de los habitantes de nuestro país no se reconocen, puestos que ellos aparecen como instituciones que no responden a sus intereses más esenciales y a menudo completamente extrañas a todo sentimiento nacional.
Esto último se comprende mejor cuando se constata que la única dimensión del Estado que fue conservada por los militares ha sido la función represiva, es decir, la función que permitió la furia persecutora y brutal de 1973 a 1989 y que permite aún hoy en día, entre otras cosas, aplicar una legislación antiterrorista contra los mapuches y obstaculizar la sindicalización de los trabajadores.
Así pues nuestra situación actual más que la de un país es la de un conglomerado de personas en el que una gran mayoría no tiene los derechos que acompañan la condición de ciudadanos, un país en el que no podemos identificarnos como nación porque el factor que estructuraba más o menos lo que era nuestra nación, es decir, el Estado, ya no existe.
Y esa es sin duda la tarea de las actuales generaciones, por una parte contrariar los designios de quienes han hecho de Chile un emporio comercial, y por otra parte , construir un Estado que haga surgir una verdadera nación, con un proyecto que respete la especificidad de las etnias originales y que sea un Estado ecologista, humanista y socialista.
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