Proyectar el trabajo del Instituto de Chile hacia el futuro es uno de los desafíos que asume su presidente, el destacado académico Luis Merino, en un contexto donde la revolución tecnológica ha impactado profundamente en las ciencias y el conocimiento humano.
En conversación con el periodista Juan Pablo Cárdenas, el musicólogo se refiere a la importancia de adaptar estas nuevas herramientas al conocimiento, junto a traspasar el trabajo del Instituto de Chile a las nuevas generaciones.
Siempre he estado bastante vinculado a las actividades del Instituto de Chile, particularmente de la Academia Chilena de la Lengua. Pero estoy seguro que muchos de nuestros lectores no entienden muy bien qué es esto de la Academia. ¿Cómo funciona y qué ha pasado después de tantos años con el Instituto de Chile? ¿Es una entidad viva o podríamos decir que vive de las glorias del pasado?
Agrupamos a las academias de Lengua, Historia, Ciencias, Ciencias sociales, Medicina, Bellas Artes. Cada una de ellas tiene como misión esencial cultivar los saberes que les corresponden, eso en qué se traduce, se traduce, por ejemplo, en la edición de los anales, donde se recogen las colaboraciones de las distintas academias; también en los boletines que cada una de ellas tiene o edita, y en los libros que las academias publican. Esa es más o menos la misión y, según mi criterio, la hemos ido cumpliendo como lo fijó inicialmente la ley.
Pero hoy día, justamente, para dar esa sensación o proyección de vida, el desafío que estamos viendo con las academias y la directiva que integran Abraham Santibáñez como secretario general y Adriana Valdés como tesorera, es cómo proyectarla al medio. Esto lo vio ya el año pasado el doctor Rodolfo Armas, que era presidente del Instituto, además de un prestigiado médico. Él habló sobre la productividad visible, cómo damos a conocer a la ciudadanía lo que hace el Instituto de Chile y cómo lo mostramos de manera tal que el Instituto pueda ser pertinente para la sociedad de hoy día. Este análisis se sigue viendo por la actual directiva.
Ahora creo que esto no es un imperativo solamente del Instituto y ahí entro a lo que decías de la política, porque una cosa es la política contingente, donde hoy estamos ad portas de una elección presidencial, pero la política en el sentido macro, como en el sentido de la polis, creo que toda la actividad cultural es pertinente a la polis, a la actividad ciudadana. Esto significa, por ejemplo, que la gente pueda entender…te doy ejemplo personal: el 17 de marzo se cumplía un aniversario más de la muerte de Ramón Carnicer, el autor del himno nacional, entonces se me solicitó una entrevista para la televisión y lo que se demostró en el programa es que muy pocos sabían quién fue Ramón Carnicer o, a lo más, sabían que había sido el autor de la música del himno.
Yo me enteré que jamás nunca Ramón Carnicer vivió en Chile. Es curioso que el autor de nuestro himno nacional no conociera nuestro país.
Es que ahí hay una paradoja. Chile tenía un himno nacional antes de Ramón Carnicer que lo escribió el más “chilenísimo” de los chilenos entre los compositores que es Manuel Robles. Él jugaba a la rayuela, era de Renca. Lo llamaban el cojo Robles, porque tuvo un accidente en una pierna en un viaje a Argentina. Ese himno, que es muy bello, se cantaba con la letra de Bernardo Vera y Pintado, un poeta argentino que era antiespañol, (hablamos de la época de la Colonia), y ahí en general, se proyecta un poco la idea de la sociedad chilena o el proyecto país de Chile, era un poco proyectarse a lo que ellos llamaban “la civilización”, porque había una dicotomía entre que era la “civilización”, que era Europa, versus la barbarie que éramos un poco nosotros.
En ese escenario, viene el contacto de don Mariano Egaña con Ramón Carnicer, que era un liberal que en ese momento estaba exiliado en Londres, y le pidieron musicalizar el himno. Ahora ¿quién era Ramón Carnicer? Ramón Carnicer fue un gran compositor de ópera: él, en Barcelona, estreno “El barbero de Sevilla”, que es una de las óperas celebres, maravillosas de Rossini, que era como el Dios del momento, y tuvo la osadía de escribir una nueva obertura para ese himno, que incluso a Rossini le gustó. Lo que te quiero decir es que era un compositor de ópera de la “civilización europea”.
A mí me llamó la atención esa entrevista y me despertó la reflexión en términos de cuánto podría hacer el Instituto de Chile para que los chilenos, para que el país, la polis, sepa en qué consiste nuestra historia, creo que en este aspecto Jorge Alessandri fue bastante visionario, porque él creo el Instituto de Chile, pero también estableció que los canales de televisión debían pertenecer a las universidades, algo que muchos hoy día dicen “mira que sabio fue”. ¿Qué pasó con el Instituto de Chile en las circunstancias históricas que hemos vivido,? ¿qué pasó con la dictadura?
A raíz del golpe no se produjo ningún cierre, las academias siguieron funcionando, pero ahí hay un tema, porque en el Instituto coexisten personas de distintas ideologías y orientaciones políticas, de todo el espectro y, justamente, una de las reglas clave de convivencia, tanto dentro del Instituto, en las academias y con las academias es respetar esa “pluralidad”. No se entra a la política contingente, excepto lo que podría ser los aspectos más generales, por ejemplo, ahora viene la elección presidencial, entonces, todavía este proyecto está empezando, no lo tenemos bien madurado, pero sería bien interesante saber cuál es la opinión de los eventuales candidatos a la presidencia respecto de una política de la ciencia, la innovación y la tecnología en Chile. Sabemos que ese es un tema importantísimo. La Presidenta ya envió al Parlamento el proyecto para la creación del ministerio, se le pidió la opinión al Instituto y, justamente, uno de los aspectos positivos es que el proyecto recogió una observación que hizo el Instituto y era que no solamente se consideraran lo que se llama genéricamente las ciencias duras, si no que también se considerarán ciencias o saberes como las humanidades, los saberes respecto de la cultura y saberes respecto de las artes, que son fundamentales hoy día. Se recogió y ahora eso está en el proyecto del ministerio.
Hoy el desafío, sobre todo en una economía como la chilena que depende mucho de la exportación de materias primas y poco en lo que llamaríamos la importación de valor agregado, es saber cuánto estamos dispuestos a invertir en ciencia y tecnología. Según mi criterio, es una política central en el desarrollo de Chile y justamente la otra, las humanidades, las sociología, la psicología, la economía son también fundamentales. Tú mencionabas la educación, no solo como saberes sino para dar una misión de mundo, donde todas las cosas se integran.
Una cosa respecto del himno nacional y ahí termino: tal como hoy día vas a un partido de fútbol y se canta el himno nacional, antes, en cada función de teatro se cantaba el himno, o sea era algo que estaba en los oídos de todos, en todo momento, ahí había una continuidad histórica de ver, pero cuál es la idea central. Yo creo, por ejemplo, en lo que es la educación de hoy, en los saberes de las ciencias, las humanidades, la filosofía que es clave, que uno no puede incidir directamente en los detalles, pero sí puede opinar y dar por lo menos ciertas orientaciones generales, sin perjuicio de las actividades que desarrollan. Por ejemplo, la Academia de Ciencias recibe muchas peticiones de distintos ministerios para informes específicos sobre temas específicos.
Claro porque sus integrantes son lo más granado, lo más selecto de la realidad intelectual, artística, cultural de nuestro país, por lo tanto, son personas que pueden hacer un gran aporte al desarrollo nacional. A mí me consta profesor que ante cada cambio de gobierno el Instituto de Chile tiene la esperanza de que el próximo va a tomar más en cuenta al Instituto de Chile, a sus distintas academias; que aumentarán los recursos con los que ustedes viven, y que sabemos son escuálidos en relación a la enorme tarea que realizan. A mí me ha tocado ir a mucho encuentros, charlas, conferencias y veo que se realizan actividades fantásticas. Los discursos más brillantes que he leído y escuchado han sido justamente en la Academia. ¿Cómo hacer hoy día en el mundo de las comunicaciones, de la globalización, para que este enorme acervo del Instituto de Chile pueda permear a la sociedad chilena y, especialmente a la juventud, a las nuevas generaciones? Yo sé que usted, como presidente del Instituto de Chile, tiene una propuesta muy contundente de actividades, quisiera que nos contara en qué consisten estas actividades para reencantar al país con esta enorme institución.
Yo tengo la siguiente idea. el desafío hoy día es pasar del saber contemplativo, que es lo que hace el Instituto y no solo el Instituto sino que también los académicos de las universidades y que normalmente se mueven en ciertos círculos, al performativo. ¿a qué me refiero con ello?, uno de los grandes impactos, a mi juicio, de las grandes revoluciones es, justamente, la revolución tanto en la tecnología, como en las comunicaciones. Todos sabemos que hoy día la comunicación se hace en tiempo real, instantánea y eso es algo que los jóvenes manejan muy bien. Entonces, la idea es saber entrar en esa visión performativa y, por ello, hemos establecido un ciclo de conferencias interdisciplinarias, que se darán este año, donde el tema es el impacto de la tecnología en los diferentes saberes. Por ejemplo, el arte. El impacto que ha tenido el arte informático, el arte electrónico y el arte de comunicación en tiempo real. Ha cruzado las artes visuales, ha cruzado la música, el arte de la representación, no solo en lo que es cada arte por sí mismo, sino que interactuando cada arte entre sí. Lo mismo pasa con las ciencias, y lo que pasa entre las ciencias y las artes. Entonces, ese tema lo vamos a ver en un ciclo de seis conferencias que parten a mediados de abril.
Para celebrar el día del idioma, el Instituto y la Academia de la Lengua van a presentar una conferencia sobre el impacto de las actuales tecnologías en las humanidades. Ayer, en una de las reuniones, el presidente Alfredo Matus me decía que el impacto que ve él, es en el cambio de soporte del libro. Por ejemplo, la Real Academia de la Lengua Española tomó una decisión estratégica, y es que todos los diccionarios ya no son más en papel, sino que en línea. Ese cambio de soporte implica todo un cambio, no solamente en la manera en que se presenta, sino que también cómo se organiza el idioma, porque justamente uno de los desafíos de Chile es que hablemos bien y escribamos bien.
¿Cómo es la relación entre las distintas academias? Uno siempre dice que la universidad debería funcionar como universidad, como integración de los saberes, ¿en la Academia se logra esto?
Si, el diálogo es muy rico, se da en una instancia política que es el Consejo y el diálogo es de un altísimo nivel. Justamente el desafío que tiene el presidente del Instituto es lograr sacar de cada uno esa capacidad de diálogo. Esto sin perjuicio de lo que cultive cada academia. Otro detalle es que nos interesa que éstas conferencias puedan dirigirse también hacia la juventud, especialmente a los jóvenes porque creo que donde más tenemos que poner el acento. Ellos son el futuro de Chile.