Elecciones: entre la corrupción y el abuso de poder

  • 10-04-2017

Las próximas elecciones, presidenciales y parlamentarias estarán ligadas al abuso de poder y a la corrupción, porque predomina como referente, en la opinión pública, el enriquecimiento ilegal o ilegítimo de algunos políticos o, de autoridades de gobierno, o el favorecimiento ilegal o ilegítimo a las organizaciones a las que están integrados, gracias a los cargos que desempeñan o sus conexiones con quienes los tienen.

Habrá que agregar lo complejo que es tratar este tema, subrayando lo difícil que es probar la identidad entre corrupción política y delito de corrupción. Como ha sucedido con los casos de políticos, quienes continúan en ejercicio valiéndose de que hay corrupción hasta que exista un fallo del tribunal competente, lo que es una treta vulgar y que se utiliza desde el poder para garantizar la impunidad de algunos actores.

Con esto la democracia pierde, si ya estaba recortada, ahora tiene menos credibilidad, tanto por la acción de las elites políticas corruptas, como también, por la actitud ciudadana, que rehúsa de sus responsabilidades políticas o reelige a corruptos que ofrecen dadivas porque de algún modo les hacen parte del botín. Por lo tanto, no es objetivo hablar de una ciudadanía sana frente a una clase política corrupta, eso sería una visión simplista: la clase política hoy, surge de una ciudadanía corruptible, que ve al Estado como un enemigo al que engañar.

Los ciudadanos y ciudadanas, también somos parte de esta situación, porque hemos perdido la conciencia ciudadana, aquel vínculo con la política que formaba ciudadanos comprometidos. Por años hemos sido actores de una política pragmática, que ha terminado haciendo crisis, comprometiéndonos con una elite que transformó la política en un medio para conquistar y administrar el estado en su beneficio.

Que nos puede ofrecer Piñera entonces para terminar con todo esto, o, para devolver a Chile una democracia real y no manejada por elites corruptas, si este es el abanderado del partido más corrupto. Es cierto que la corrupción política es transversal, le llega a algunos partidos y a una parte de políticos, pero la derecha en esto lleva el estandarte, particularmente la UDI, los principales corruptores de la política chilena, con sus dirigentes implicados o enjuiciados por corrupción.

Desde su propio charco, el candidato de la derecha, quien confesó que tiene sus grandes capitales en paraísos fiscales, promete cambiar Chile y luchar en contra de la corrupción: un chiste. Está acusado, entre otras causas, por aprovecharse de su cargo y gestión cuando era presidente de Chile, para invertir ventajosamente en sus negocios en Perú.[1]

Si es Lagos, hoy abandonado por el PS, este solo se asegura la continuidad del sistema. O ya nos olvidamos que durante su gobierno, se llevó a cabo la privatización completa de las sanitarias y del agua potable de nuestro país.[2] ; la privatización de las principales carreteras, hoy concesionadas y autorizadas para imponer el pago de peajes; la concesión de Hospitales a empresas privadas [3]; la privatización de las cárceles con enormes gastos para el estado[4]. A todo esto, se le suman los casos de corrupción (MOP-GATE y Ferrocarriles del Estado); el Transantiago, entre otros además de la absoluta falta de lealtad con la presidenta actual, endosándole errores de su gobierno y lanzando frases electorales acusándole de falta de liderazgo.

En fin, lo concreto es, que con estos dos candidatos, más la candidata de la DC, nos quieren imponer votar entre la derecha y el establishment, en buenas cuentas por la continuidad del sistema y de los mismos.

Sobre Guiller, recién proclamado candidato también por el Partido Socialista, el beneficio de la duda, aún no sabemos la extensión ni la profundidad de sus propuestas y si es capaz de mantener su independencia del establishment concertacionista.

Pero a pesar de los esfuerzos para dejar las cosas tal como están, hay un avance significativo, aparecen nuevos actores en el escenario político. Con lo cual se empieza a romper el entramado político y empresarial que por 50 años hizo funcionar el sistema económico.

Si se consolida políticamente esta irrupción, por primera vez se podría romper la máxima del ideólogo de la dictadura, Jaime Guzmán, quien estableció como dogma el que “si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, porque – valga la metáfora – el margen de alternativas que la cancha imponga de hecho a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido para ser extremadamente difícil lo contrario”.

Pero, aunque el camino para terminar con esto es largo, la aparición en el escenario político, del embrión de un referente de izquierda, levanta el optimismo, es un esfuerzo que tiene por delante, hacer frente al sistema político, a sus aliados en los medios de prensa y al conservadurismo de izquierda, quienes, en conjunto, ya acusaron el golpe y harán todo lo posible para neutralizar o liquidar el intento.

La opción es válida, pero si se asienta en un domicilio bien claro, que es la izquierda chilena, no en la centro izquierda concertacionista, sino que, en la izquierda de Allende, de Recabarren, de Clotario Blest. Chile necesita de este oxígeno para pensar, escribir y actuar. Una posición sin ambigüedades que debe prevalecer en el análisis de la situación política actual, para identificar a nuestros aliados, para orientarnos frente a la coyuntura internacional, para, en suma, definir un programa de gobierno alternativo en su forma y en su contenido.

Es decir, reivindicando nuestra esencia, que es la consecución de la igualdad social por medio de los derechos colectivos o sociales, frente a los intereses netamente individuales y privados que mantienen una visión conservadora de la sociedad.

Así entonces, la pelea está en el plano de las ideas, para recuperar el espacio de la política, su vínculo con la ideología y su disposición al poder, porque no basta con las ideas, todo proyecto político requiere de una construcción de fuerzas y del poder para llevarlas a cabo. Solo así podremos terminar con la idea impuesta por quienes administran el poder, asimilada como la verdad única, que impone patrones de conducta, calificando las ideologías como algo malo, haciendo de la política un instrumento conveniente para lograr sus fines económicos.

Bajo estas premisas básicas, el programa de gobierno tiene que ser construido con el sentir y las aspiraciones del pueblo, no impuesto por arriba, y que contenga una afirmación explícita de su naturaleza anti neoliberal y antimonopólica, para que se marque con fuerza el tono de los profundos cambios estructurales que son necesarios de realizar. Siendo un pilar fundamental, el diseño de una nueva constitución, porque implica terminar con el principio que recorre sus normas, la subsidiariedad del ordenamiento constitucional, el que garantiza el funcionamiento del sistema económico actual.

Hace un par de décadas derrotamos a una dictadura, luchando siempre en condiciones adversas y fuimos capaces de crear bastiones inexpugnables del pueblo, a pesar del inmenso poderío militar de la tiranía. Hoy nos enfrentamos a un sistema político y económico y a fuerzas políticas que pretenden con maquillajes más o maquillajes menos, dejar las cosas como están, gastando millones en propaganda para seguir engañando a la gente.

Pero al final del camino, todo eso llega a un punto que es ineficaz, que es cuando el pueblo se decide y aprende a luchar a la ofensiva, con las ideas y empleando todas las posibilidades de una lucha social decidida, para lograr cambios de verdad.

[1] Piñera invirtió a través de su sociedad Bancard International Investmest en Exalmar, una de las principales pesqueras peruanas, justo en medio de la tramitación del litigio marítimo que ambos países enfrentaron en La Haya.

y[2]  la reconocida privatización y extranjerización de la empresa estatal Endesa la cual adquirió el agua de nuestro país. En Chile el 80% de la superficie está en manos de propiedad privada, y de eso el 60% es propiedad de Endesa

[3] en junio de 2003, el Gobierno de Lagos anunció un proyecto para licitar a privados la concesión de hospitales. Iniciativa que fracasó luego de una férrea oposición de las organizaciones de trabajadores de la salud encabezados por el Colegio Médico

[4] llamó «Programa de concesiones de infraestructura penitenciaria» que contempla la edificación de l0 cárceles a cargo de empresarios que, una vez en funciones, operarán en los marcos de la alimentación, la salud, el aseo, la evaluación psicológica y la rehabilitación de los reos. A costa del Estado.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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