Las rupturas entre las personas y las instituciones raramente son intempestivas, se producen de un momento para otro. Casi todas se derivan corrientemente de un largo proceso, de tensiones que el tiempo viene acarreando y profundizando.
Lo que ha pasado en la Nueva Mayoría y el oficialismo es la ruptura de la Democracia Cristiana con sus socios. En un proceso largamente manifestado de desencuentros, que al final estalló con la renuencia de este Partido a apoyar la candidatura presidencial de Alejandro Guillier, a pesar de que éste aparecía (y sigue apareciendo) como el abanderado mejor posicionado para representar a todo el oficialismo en una competencia electoral que será dura y hasta aquí muy incierta en sus resultados. Frente a un candidato de derecha que busca repetirse el plato, que ha logrado aunar a sus distintos partidos y tiene, además, mucho dinero y medios para encarar una competencia siempre onerosa, especialmente en nuestro país. Frente, además, a una cantidad de partidos y grupos de izquierda agrupados en el llamado Frente Amplio o representados por otra serie de ya crónicos y majaderos candidatos que aspiran a quitarle los votos al oficialismo. Ocasión más propicia todavía ahora, con los desastrosos niveles de aprobación del actual gobierno de Michelle Bachelet.
No existe una sola causa que explique la ruptura de la DC con sus socios a poco menos de tres décadas de unidad. Sin duda que entre los falangistas ha vuelto a despertar la idea del camino propio y la posibilidad de recuperar su enorme liderazgo y caudal electoral de antaño. En una buena dosis de mesianismo que arranca de sus inspiraciones evangélicas y del legado de sus más destacados fundadores. Pero también se explica en la reticencia que le provoca a muchos militantes y simpatizantes actuar de consumo con socialistas, comunistas, masones, liberales y otros. Militantes atraídos, también, por el camino propio pero, además, por el influjo que les produce un personaje como Sebastián Piñera que, como se ha dicho muchas veces, les parece un demócrata cristiano más que un derechista neoliberal y pinochetista… Salvo por su irrefrenable afición por los negocios.
Demócrata cristianos que proclaman la idea que, renunciar a un candidato propio, podría producir una estampida de ciudadanos que abandonen el centro político y se incline a votar por el candidato empresario… develando nada más con esto su antigua y personal inclinación política hacia la derecha.
En la Junta Nacional de esta colectividad perdieron cotundentemente los que querían seguir atados a la Nueva Mayoría; los que sinceramente están convencidos de que el sitio que le corresponde a la Democracia Cristiana es su asociación con la izquierda, o a lo que todavía se le tildan de “ izquierda” dentro del oficialismo. Cuando desde la propia derecha, entre paréntesis, se dice que en sus antípodas políticas no están quienes hoy gobiernan, sino los que han abandonado el oficialismo en estos años.
Pero también entre los que perdieron hay que contar a los oportunistas que siempre pululan en todos los partidos: los que piensan que Guillier es la mejor opción para retenerlos en sus cargos públicos y en las prebendas del poder…
De lo que no se convencen todos o casi todos los demócrata cristianos es del portazo que le han pegado sus todavía socios de la Nueva Mayoría a la idea de estructurar una lista parlamentaria común, si es que no se conviene en un único candidato presidencial del sector. Portazo que podría ceder en una puerta giratoria cuando todos, socialistas, pepedés, radicales, comunistas y DC se den cuenta que los resultados podrían serle muy ingratos de no presentarse unidos, aunque sea un una lista pegada con saliva y o con esos conocidos adhesivos nasales.
De esta manera es que este fin de semana no ha quedado nada muy resuelto en la Nueva Mayoría. De persistir en su independencia, ya sabemos que Alejandro Guillier deberá juntar más de 33 mil firmas para oficializarse en el Servel como candidato. Rúbricas que son muy pocas, sin duda, para quien quiera cruzarse la Banda Presidencial, pero muchas si se considera el calvario vivido por los distintos partidos para inscribir adherentes y legalizarse. Más aún cuando en este caso ni los demócrata cristianos, ni algunos socialistas o los pepedés renuentes a su candidatura se van a esforzar por conseguirle las firmas que el Servicio Electoral y la Ley exigen. Por lo que no sería tan improbable que el candidato periodista al final termine retirándose de la brega presidencial según lo ha advertido este fin de semana. Cuestión que podría abrirle una estupenda posibilidad a un militante socialista o pepedé o a la propia abanderada de la Democracia Cristiana, Carolina Goic. Un candidato que podría ser nominado a dedo por los partidos y sin primarias, por supuesto. Tal como les gusta a las cúpulas de espaldas a los ciudadanos y al sentido común.
Suceda lo que suceda, de todas maneras el panorama electoral para el bacheletismo es muy poco alagüeño. Aunque queden varios meses, lo evidente es que las tensiones entre sus adherentes se harán todavía más explícitas en el Parlamento con la discusión de las leyes que todavía le restan a la Mandataria y cuando se desate la competencia electoral más feroz. Habida cuenta que todos (oficialismo, derecha, Frente Amplio y demases) solo parecen dispuestos a disputarse los sufragios entre ellos. Los votos de quienes votan, es decir del 40 por ciento de la ciudadanía. Más que de lo que ya no sufragan, que sabemos son muchos más, cada día más, en este panorama de conflictos, corrupciones, desencantos y ambiciones personales verdaderamente destempladas. En que las ideologías y los programas de gobierno siguen sin manifestarse dentro de todo el espectro político. Como tampoco la trayectoria de los autoproclamados candidatos.
Cuando, además, en este Primero de Mayo hemos podido observar una enorme fractura social en la CUT y el mundo sindical. Por cierto, acicateada por las distintas posiciones o correlaciones de fuerza partidistas de sus distintos actores y referentes, con sus dos marchas paralelas. Mientras el gran empresariado, en estos días, al igual que la derecha política, logra limar sus viejas asperezas, converger en unidad y renovar sus directivas patronales, hasta con la presencia de mujeres en ellas. Al tiempo que resolverse a defender de consuno sus intereses que sienten amagados por las denuncias de colusión ante los tribunales, las leyes pendientes del actual gobierno y las posiciones encendidas de los candidatos y grupos emergentes o más radicales.