El barrio latino de Fernando Milagros

El cantautor presenta Milagros, su quinto disco de estudio, con un sonido más urgente y con los ritmos latinoamericanos como coordenadas. "Es abrir la reja de la cordillera y el océano", dice en esta entrevista.

El cantautor presenta Milagros, su quinto disco de estudio, con un sonido más urgente y con los ritmos latinoamericanos como coordenadas. "Es abrir la reja de la cordillera y el océano", dice en esta entrevista.

“Como que tiene más carne”, es una de las frases que Fernando Milagros suelta a lo largo de una conversación en la que intenta describir Milagros, su quinto disco de estudio, disponible desde este viernes en plataformas digitales. “La flecha está lanzada hacia quién soy yo no más. Cuál es el sonido, cuáles son las cosas que hay que decir, las cosas que hay que cantar, cómo tiene que sonar mi mundo”, agrega.

Por eso, no es casualidad que sea prácticamente un disco homónimo, ni que en la carátula figure un niño con el torso desnudo, sosteniendo un palo, con la mirada altiva y una notoria cicatriz sobre el pecho. “La idea de los niños guerreros apareció para el video de la ‘Marcha de las cadenas’ y me dieron ganas de subrayarla. La anécdota es que él es un vecino de mi barrio, el Brunito, que nació con una cardiopatía y tiene esa cicatriz. Siento que retrata bien el disco: tiene un contraste entre lo crudo, lo rústico, la belleza y la inocencia. Es como decir: aquí estoy yo”, explica el hombre de “Carnaval”.

Fernando Milagros habla arrellanado en uno de los sillones de La Salitrera, el estudio donde grabó junto a Pablo Stipicic en la producción. Es una sala pequeña, donde se registró la mayor parte del disco en breves sesiones, a comienzos de este año. “Las voces las grabamos en dos o tres días, todo fue así de rápido. También estaba tu búsqueda de mantener todo bien minimal en la producción, que hubiera pocos arreglos”, le dice el Stipicic a Milagros, que lo observa flanqueado por un conjunto de fotografías que quedaron desde aquellos días, de acuerdo a ambos. En un extremo está Violeta Parra; en el otro, Chavela Vargas. Entre ellas, se ve a Víctor Jara, Diego El Cigala y Joe Strummer. Un poco más allá, algo escondida, está Nina Simone.

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“Es una cosa simple y directa, no hay mucha fábula. Es como una bandera para marcar un territorio”, continúa explicando Fernando Milagros, sobre una docena de canciones entre las que se incluyen las ya conocidas “Despierto”, “Querido enemigo” y la citada “Marcha de las cadenas”.

Milagros es efectivamente un disco que suena más crudo que el anterior Nuevo sol (2014), acaso la cara más pop que Fernando Milagros había mostrado hasta ahora. A eso contribuyen las colaboraciones del colombiano Juan Galeano (Diamante Eléctrico), los peruanos Kanaku y El Tigre y los mexicanos The Chamanas, una selección que también da cuenta de una de las características del disco: el acento en los pulsos latinoamericanos.

“La intención fue volver a las raíces, a las primeras cosas que me calentaban cuando empecé a tocar, pero con el plus de ponerle un poquito más de energía a todo. Por ahí aparecen las percusiones y la idea de ponerlo en una cosa más latinoamericana. Es una búsqueda no de hacer folclor, sino de hacer una cita. Por eso también inventamos esa idea del ‘folclor bastardo’, que es tratar de rescatar cositas, meterlas en la juguera y faltarle el respeto a todo lo que haya que faltarle el respeto”.

¿Fue entonces algo que tenías pensado desde antes?

Fue apareciendo al explorar esa cosa con más energía y más de la tierra, de ir al suelo, mover la patita y pararse un poco también. Sin llegar a algo pop ni de baile, cómo hacer que podamos pasarlo bien, levantarnos y vacilar, pero que no tenga tanto que ver con géneros que están tan encasillados. Por eso es algo totalmente bastardo. No sabes qué es, tiene una mezcla de muchos lados.

¿Es más latinoamericano que chileno?

Sí, tiene como un zoom más panorámico.

Haces énfasis en que es una cita al folclor, no que haces folclor ni lo “rescatas”, que es una frase que se usa mucho. ¿Por qué?

Es que es una misión súper difícil y patúa, pero me encantaría que cuando a la gente le dicen folclor, deje de pensar en el Bafochi y en el acto del colegio. Esas son las primeras dos cosas que se me vienen a la mente a mí, qué lata. Cuando los gringos hablan de folk, de blues y de esclavitud, te haces una idea muy taquilla. Quizás nunca lo logre, pero el objetivo es traer conceptos que están súper tirados y dejados en manos de hueones muy lateros, que piensan que el folclor tiene que mantenerse en una cápsula del tiempo. Yo pienso que para que el folclor y la música vivan, tienen que renovarse y uno tiene que robar cosas, citar, revisitar, transformar. De repente, a un pendejo le puede gustar mi música, me escucha tocando una canción de Simón Díaz y piensa que es mía, pero después se da cuenta y dice ‘ah, aquí está la raíz’. Ese es un impulso que tengo hace rato: tratar de desempolvar cosas y sacarlas del museo.

¿En canciones como “Despierto” o “Marcha de las cadenas” hay una lectura más política también?

Puede ser…

¿No lo compartes?

Puede sonar a eufemismo, pero es que yo siento que ya el hecho de dedicarse a hacer discos, tocar en vivo y vivir de eso, es un acto más político que la mierda, independiente de que hagas cumbia, pop o trash metal. Creo fervientemente en eso. Más que lo político, tiene que ver con la simpleza, la honestidad y lo directo. ¿Para qué me doy tanta vuelta? Alcemos la voz: si la huea está penca, ¿por qué no te parai?

Al menos es más explícito.

Claro, no hay tanta poesía. Igual es inevitable que aparezca en algún momento, está en mi formación, pero me dan ganas de hacer cosas así, más simples, sin tanta metáfora.

Has viajado a varios lugares para tocar, ¿qué tanto ha influido eso en este sonido más latino?

Viajar sirve un montón, te da una perspectiva. Sirve para tener conciencia de que Chile es un país súper multicultural, que tenemos muchas cosas en común, pero que un ariqueño no tiene nada que ver con alguien que vive en Magallanes. Es bueno tener conciencia de esa mezcla de influencias, hace todo más rico.

Cuando vas a tocar a Colombia o a Perú, por ejemplo, entras en contacto con esas culturas, pero cuando vas más lejos, a Europa o Estados Unidos, también te das cuenta de lo propio, ¿no?

Claro. A mí, al menos, me pasa que me siento más seguro de lo que hago. Para qué vamos a decir nadie es profeta en su tierra, pero es algo que funciona. Acá no es tan interesante ser chileno, pero afuera es raro. Cuando vas un poco al norte, a Colombia, a México, incluso a Estados Unidos, que en realidad no es tan lejos, te das cuenta que Chile es una isla. Juramos que gracias a internet estamos al lado del mundo, pero en verdad estamos súper lejos. Una cordillera nos tapa, un océano nos divide de todo el resto del mundo, entonces no se sabe nada de Chile. Es malo, pero hay que sacarle provecho a eso. ¿Qué sacas con tratar de parecer una banda gringa o mexicana, si vas a México y hay hueones que lo hacen mucho mejor? Tienes que ponerte a la fila, es súper estúpido. Es mucho más fácil llegar y decir que eres chileno, que así vivimos acá. Es sano tener esa conciencia, te diferencia de los demás.

Mexicanos, colombianos y peruanos: ¿las colaboraciones que elegiste en este disco también van en la línea de destacar lo latino?

Todo tiene que ver con eso, con borrar fronteras y mirar este barrio donde vivimos. Es abrir la reja de la cordillera y el océano, cachar que al lado tenemos a Perú, que más allá está Ecuador, que más allá está Colombia. Los chilenos no hacemos nada de eso. Al revés, los peruanos y colombianos sí lo están haciendo. De hecho, con la migración es evidente, pero seguimos sin verlo. Es una conciencia súper penca y arribista, pero ahora ya te estás acostumbrando a ver gente de color en el Metro y la calle. Yo creo que es una cosa de tiempo.

Lanzamiento

Milagros tendrá su presentación oficial el próximo 30 de mayo en Matucana 100. Ahí, el cantautor estrenará también su nueva banda, con Alejandro Gatta (Solar, Tsunamis) en batería, Nicolás Arancibia (Astro) en bajo, Martín Benavides (López, Francisca Valenzuela) en teclados y Yanara Zahri (Columpios al Suelo) en voces. Las entradas para el concierto tienen un valor de seis mil pesos, disponibles en Matucana 100.  





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