Señor Director:

La innovación tecnológica, los medios de comunicación y la difusión del inglés han hecho que nuestro lenguaje cambie y esta novedad puede considerarse como un arma de doble filo. Por un lado, asistimos a un enriquecimiento del lenguaje, pero – por otro- nos damos cuenta de que, a veces, no consideramos importante ni valioso el que ya tenemos, porque el “otro”, el que está de moda, es más bonito.

Sin duda alguna hay casos en los que es necesario mantener la palabra extranjera para poder expresar un concepto y, en dicho caso, hablamos de un código compartido por todo el mundo; hay otros, en cambio, en los que el hablante utiliza un término nuevo porque quiere conformarse con la sociedad, quiere ser aceptado.

¿Pero y la lengua nativa? ¿Cómo acabará?

Sobre todo entre los jóvenes, este tema llama la atención porque ellos a través de la comunicación tecnológica y de la mensajería instantánea ponen en riesgo la naturalidad de la lengua.

Es verdad que en la época en que vivimos la rapidez es el lema que todos seguimos, pero por lo menos no perdemos lo que nos han transmitido, lo que nos diferencia de los animales: la capacidad de manifestar nuestros pensamientos con palabras que transmiten algo y que no son vacías.

Tendríamos que valorizar lo que hemos logrado e intentar perfeccionarlo dado que las palabras son las únicas balas que matan sin derramar sangre.