Señor director :
Los cubanos tienen en José Martì, prócer de la independencia nacional a fines del siglo XIX, la referencia que inspiró la acción de Fidel Castro y de los revolucionarios que lo acompañaron.
Los nicaragüenses tuvieron en el combatiente antiimperialista Augusto Sandino la figura tutelar que acompañó las luchas de este pueblo durante todo el siglo pasado, especialmente contra la dictadura de Somoza, y que hoy sigue presente en la vida política de esa nación.
Lo mismo ha ocurrido con Farabundo Martì en El Salvador donde la principal organización guerrillera de ayer y partido político de hoy han llevado su nombre y reivindicado su filiación con ese militante y luchador de los combates populares.
Los guatemaltecos por su parte tampoco han olvidado al Presidente Jacobo Arbenz , un reformista que buscaba un poco de justicia social ajustándole las cuentas a los poderosos, derrocado en los años 1950 por un ejército mercenario financiado por los EEUU.
Y la lista podría alargarse de los pueblos de nuestro subcontinente que cultivan la memoria de sus luchadores o, por lo menos, tratan de comportarse de manera a no darle vuelta la espalda a los ideales que los motivaron.
Nada que ver pues con lo que sucede en nuestro país en que la gesta de Salvador Allende ya no alimenta ni siquiera las conversaciones de nuestra bochornosa clase política y en el que la experiencia que él encabezó no es siquiera objeto de ningún balance digno de ese nombre.
Muy por el contrario , el partido de Allende empuja su cinismo hasta límites inéditos poniéndose al servicio de políticas antipopulares y llegando a la práctica escandalosa de dejar a su famoso Comité de Patrimonio hacer negocios con los herederos de la dictadura.
Pareciera así que nuestro país estuviese condenado a darse en ejemplo ya no del olvido de lo que hay de esencial en nuestra historia, sino que en ejemplo de la impostura de quienes confunden la historia con sus pequeñas carreras personales asi como con las contabilidades partidarias y personales.
De lo que podemos estar seguros pues es que no es de esta clase de “socialistas” que vendrán quienes abrirán las nuevas alamedas soñadas por Allende.
José Cañas
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