Ante la disyuntiva de apoyar a Alejandro Guillier o Carolina Goic por la que se le consultaba, Ricardo Lagos respondió, “Paso”. Probablemente, no hubiese podido dar una respuesta más representativa del sentir ciudadano actual, ante la pobreza o ausencia de propuestas desde la coalición que ha gobernado casi sin solución de continuidad durante el ya largo período posdictatorial.
Después de la retirada del propio Lagos de la carrera presidencial ante resultados inverosímiles de encuestas que le daban una fracción ínfima de aquella otorgada al puntero de las mismas, Sebastián Piñera; de la vergonzosa actuación del Parido Socialista, que renuncia a primarias internas, teniendo a tres candidatos en liza, si se incluye el propio expresidente, prefiriendo determinar su actuar y elegir a su candidato por lo que decían las mismas consabidas e interesadas encuestas; de la no menos impresentable actitud de la Democracia Cristiana, dominada por la tendencia de los matices y el marcar distancia con la Nueva Mayoría, de rechazar las primarías para competir en primera vuelta, sin renunciar a una lista única parlamentaria con aquellos a quienes rechaza para una candidatura presidencial común; después de todo ello, poco y nada puede ofrecer una coalición que nació para derrotar a una dictadura en el camino hacia una democracia plena, pero que se conformó con lo primero y ha acabado siendo una pieza más de la cultura binominal que domina nuestra política hasta el presente.
Esto lo demuestran los denodados esfuerzos para conseguir una lista parlamentaria común en los dos sectores políticos que han conformado el “aliancertacionismo” del último cuarto de siglo, no obstante que ya no regirá en las próximas elecciones el fraudulento sistema binominal (33%=66%) que les ha dado cobijo.
Por ello, la actual coalición gobernante -así como su contraparte a la derecha- no tiene nada que ofrecer hacia el futuro. Ha tenido triunfos y mejores momentos, pero sobre todo ha tenido tiempo de sobra para cumplir con su mandato originario de recuperación de la democracia plena, pero se dejó estar y ha preferido disfrutar del poder profitando del modelo institucional binominal diseñado por la dictadura cívico-militar y que confiamos en dejar atrás.
Para cambiar el modelo institucional con una nueva Constitución de origen democrático, como Eduardo Frei Montalva exigía ya en 1980 y el pueblo viene votando desde 1988, se requiere de nuevos actores y del retiro de los protagonistas de nuestra frustrada y nunca acabada transición hacia la democracia plena.
Ricardo Lagos pudo ser la excepción, al plantearse en serio el tema constitucional y trabajar por la elaboración de una nueva Constitución con participación de la ciudadanía en la determinación de su contenido, pero prefirió retirarse de la competencia. No obstante, quienes planteamos un cambio de régimen, con el fin del presidencialismo y la opción por el sistema de gobierno parlamentario, aún lo visualizamos como presidente de la república en la jefatura del Estado.
Por todo ello, ante la oferta de Carolina Goic o Alejandro Guillier, yo también paso. Por motivos diversos, ninguno de los dos me representa ni ofrece un cambio de régimen para el arribo a una democracia plena, como el país requiere y el electorado exige.
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