¿Chilenos ciclotímicos?

  • 27-07-2017

Puede ser una característica natural o impuesta.  Pero en este último caso habría una manipulación grosera. De cualquier modo, pareciera que cumplimos con los requisitos para ser catalogados como ciclotímicos: somos muy cambiantes en nuestras manifestaciones  públicas o privadas. Este tipo de comportamiento, afirman los especialistas, es natural cuando se trata de actividades en que la emoción juega un rol fundamental -es la situación en que se encuentra el hincha del fútbol. Pero se transforma en un trastorno cuando tales reacciones se presentan en cualquier circunstancia.

Echemos una mirada a la educación chilena. Si usted va y pregunta a cualquiera como considera esta área, le dirá que la nuestra es la peor.  Y agregará que el culpable de todo es el Estado. Si pide precisiones, haciendo comparaciones con América Latina, la respuesta será: No, pues, en el barrio somos los mejores. Cero objetividad, puro ego. Los logros de México, Brasil, Argentina, son desconocidos.

Si se solicita una opinión acerca de nuestra estructura social, la respuesta será que aquí la corrupción ha llegado a límites incalificables.  Hace no más de una década, estábamos entre los más honrados del mundo.  Tal vez Suiza podía hacernos el peso. Para qué hablar de la delincuencia. Todos muertos de susto.

La economía, por el suelo. Otra vez, la culpa es del Estado. El Gobierno tiene visión pequeña, desubicada. Y ahora hasta botarates. ¡Cómo sube la deuda externa! Lo único que vale es el emprendimiento personal. Si no fuera por eso, la cesantía habría superado con creces los dos dígitos.  El resto se hunde entre la corrupción y las equivocaciones de las autoridades.

Y ni que hablar de la política.

Gran parte de estas aseveraciones se basan en post verdades. Evaluaciones internacionales -Time Higher Education (inglesa) y SCImago (española)- ubican a la educación superior chilena en una buena posición en el nivel internacional. En América Latina universidades estatales o privadas con gran aporte estatal -Universidades de Chile y Católica- están solo por debajo de algunos planteles de Brasil y Argentina. En educación Básica y Media, la realidad tampoco es dramática, aunque el daño que hizo la dictadura a la instrucción fiscal fue grave al introducir la municipalización como eje central en estas áreas.

En cuanto a la corrupción, el trabajo de manipulación ha sido abrumador. Las post verdades se han aglomerado alrededor del aparato fiscal, a través de un trabajo desembozado de los medios de comunicación. Y si bien los niveles de corrupción que se conocen hoy son inéditos para el país, no tienen el rango catastrofal que se les pretende dar, ni pertenecen al ámbito exclusivo del área estatal. Es igualmente corrupción el manejo inescrupuloso de empresas que imponen sus condiciones a los mercados, perjudicando abiertamente al ciudadano común.

La economía chilena es prácticamente un cadáver.  Una especie de zombi. Aquí hay otro caso de manipulación  grosero. La economía chilena crece a un ritmo bajo de alrededor de 1,5%. No es de los índices más altos, pero en América Latina y para el rango alcanzado por la economía del país, es un buen nivel de flotación, en una economía que sigue dependiendo de materias primas. Pero el drama ha alcanzado una mayor resonancia luego de que la consideración del país bajara un grado en las agencias evaluadoras. En realidad, Chile ha vuelto al sitio que tenía tradicionalmente. Y sigue siendo uno de los países latinoamericanos que internacionalmente exhibe un mayor grado de confiabilidad.

Es evidente que las post verdades se han impuesto en esto de la calificación interna de la economía. Los supermercados y los mall siguen llenos, y no solo por la presencia de turistas argentinos. Los espectáculos y restaurantes arrojan cifras extraordinariamente positivas. La venta de automóviles sigue batiendo récord. La bolsa de Santiago continúa al alza. Algunos atribuyen esta situación a la posibilidad, que estiman cierta, que el próximo presidente de Chile sea Sebastián Piñera. Si esa fuera la razón del comportamiento de la bolsa, estaríamos ante el resultado de la presión de una post verdad. Sería una respuesta emocional que no obedece más que a un trabajo comunicacional.

Otro argumento que se esgrime para demostrar el desastre de la economía chilena es el incremento del monto de la deuda externa fiscal. Esta alcanza a alrededor del 25% del Producto Interno Bruto (PIB). Un endeudamiento dentro del rango normal y, en todo caso, muy menor al que mantienen países desarrollados.

Finalmente, la cesantía se encuentra en un porcentaje cercano al 8% de la fuerza laboral. Un guarismo nada extraño para un país con el grado de desarrollo que tiene Chile, si bien ha experimentado un incremento al que hay que poner atención.

Toda esta situación deja en claro algunas realidades. Hoy, el gran poder económico -que directa o indirectamente maneja el poder político- domina sin contrapeso los medios de comunicación y a través de ellos impone post verdades. Pero también evidencia la incapacidad de las dos coaliciones de centro izquierda -Concertación y Nueva Mayoría- de hacer un manejo medianamente adecuado de las comunicaciones.

Los chilenos no son solo ciclotímicos, sino que han sido sumidos en la ignorancia respecto de la realidad en que viven.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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