Hasta ahora se hablaba de la crisis que vive la política, esencialmente refiriéndola al desprestigio de los políticos. Pero ya va quedando claro que se trata de una cuestión también institucional, vinculada a lo paradigmático, que en esta área tiene que ver con las ideologías. Por eso, no es algo nuevo, lo que no le quita dramatismo y anuncia períodos de confusión y tensiones cada vez mayores.
Esta situación escapa a las circunstancias de cada país, pero sin duda éstas las profundizan o las atenúan. De cualquier manera, el cambio paradigmático es una cuestión global y siempre lo ha sido. Sin embargo, viendo la realidad local se hace más comprensible. La cercanía de las elecciones presidenciales chilenas va dejando al desnudo lo inadecuado de sus instituciones políticas. Desde las que manejan el Estado, hasta los Partidos. Y si extendemos un poco más la mirada, también las que operan bajo la égida empresarial. Ambas áreas fundamentales para la marcha de un país.
Hoy, en lo político, la atención se centra en la marcha de las principales candidaturas presidenciales. Y en estos días, el foco está puesto en la Democracia Cristiana (DC), un Partido autodefinido como de centro, aunque en la actualidad subraya su condición de colectividad de centroizquierda. Es lo que justifica su permanencia en la actual coalición del Gobierno y su lucha contra la dictadura, después que apoyara y justificara el golpe de Estado contra el presidente Salvador Allende.
Desde que la DC resolvió ir directamente a primera vuelta electoral con candidato propio -la senadora Carolina Goic, presidenta del Partido-, quedó en evidencia que buscaba ganar poder dentro de la coalición. Todo con miras a respaldar su hegemonía en la plantilla de senadores y diputados, y también en la estructura de una hipotética futura administración.
Pese a los innegables atributos políticos de la senadora Goic, su candidatura no parece despegar en las encuestas. Aún no llega a los dos dígitos, porcentaje que tradicionalmente ha acompañado a la DC. Esto, obviamente, dificulta las posibilidades de negociación con sus potenciales aliados. Todo lo cual lleva a pensar que hubo un error de cálculo inicial. No porque Carolina Goic no sea una buena abanderada, sino porque tal vez no era el momento para llevar un candidato propio e imponerlo. Hecho que si bien ocurrió tres veces en el pasado, con la Concertación, hoy la situación, al interior de la Nueva Mayoría y del país, ha cambiado.
La realidad democratacristiana se complicó más este fin de semana. La Junta Nacional tomó decisiones que le restaron respaldo a su presidenta y candidata presidencial. El organismo decidió repostular a diputado a Ricardo Rincón. Ello, a pesar de que Goic rechazó tal posibilidad, como una trasgresión a los principios que animan a la colectividad. Rincón fue condenado por violencia intrafamiliar contra su conviviente, Carolina Hidalgo, en 2003.
Más allá del caso puntual de la DC, es evidente que la estructura que daba apoyo a los Partidos Políticos chilenos ha cambiado profundamente. Solo la derecha más conservadora mantiene con escasa variación su electorado. El resto de las colectividades enfrenta desafíos que hasta hoy no se han podido resolver. La izquierda tradicional -socialistas y comunistas- ha perdido atractivo entre los jóvenes. Las colectividades de centro o funcionales -radicales, democratacristianos y el Partido por la Democracia- parecen tener poco que ofrecer a un electorado desilusionado de su ejercicio político.
Esta desafección por las antiguas propuestas es una realidad a nivel mundial. Hasta ahora, la izquierda no encuentra propuestas que amenacen realmente la hegemonía del sistema neoliberal imperante. Es más, antiguos colectividades de izquierda se suman a gobiernos que presentan débiles reformas a un sistema neoliberal que terminan aceptando y estimulando. En el caso chileno ha ocurrido así. Hasta ahora el país sigue regido por una Constitución Política heredada de una dictadura cívico militar de ultra derecha. Y ello se hace patente en el trato a los grupos económicos, que siguen imponiendo sus condiciones. E igualmente, en una política internacional carente de autonomía frente a las directrices emanadas de los Estados Unidos.
Esta realidad hace difícil prever el resultado de las próximas elecciones. Pero la sorpresa mayor tal vez no provenga del líder que resulte electo presidente. Es posible que la abstención aumente, en un sistema electoral en que la inscripción es obligatoria y el voto voluntario. Un mecanismo electoral que parece fabricado a la medida de una democracia cuyas instituciones están caducas, lo que facilita el manejo del poder.
De cualquier manera, el proceso electoral que se avecina será la mejor demostración de que las actuales formas políticas están caducas. Lamentablemente, no hay atisbos de que las soluciones se encuentren cercanas. Es posible que el centrista Partido Radical acaricie como un gran logro el imponer a su candidato, Alejandro Guillier, como presidente de Chile. Y, efectivamente, sería un logro. El problema puede provenir de su programa y de su manejo político, campo en el que es absolutamente novato.
En una situación similar se encuentra Beatriz Sánchez, otra carta recién fabricada para la arena política. De Carolina Goic es preferible no adelantar juicios mientras no termine el período de reflexión en que entró después de la turbulenta Junta Nacional del fin de semana pasado. De Sebastián Piñera poco se puede decir que no sea conocido. No es un político descollante y sus propuestas no son agresivas ni novedosas. Y no podrían serlo si pretende mantener el statu quo como ya lo hizo en su gobierno anterior. Es posible que la única novedad provenga ahora de sus desembozados llamados a la DC a que lo sigan en esta nueva aventura. Ante tales requerimientos, el sector más conservador democratacristiano, en que se encuentran Gutenberg Martínez, Soledad Alvear, Mariana Aylwin, tendrán algo que decir. Un panorama que no es nuevo en la DC.