En la vetusta y simbólica Casa Central de la Universidad de Chile, una vez más y ya cansada de tantos ataques, ha concurrido la comunidad universitaria completa: desde todas las Facultades y Campus, viejos y jóvenes, el mundo académico, funcionario y estudiantil. Están las universidades estatales en alerta por la discusión de una ley especial para ellas que ha sido largamente esperada pero cuya redacción enviada por el gobierno incluye tres asuntos de la mayor gravedad: atenta contra la autonomía universitaria al intervenir el gobierno, debilita la condición del cuerpo funcionario y las amarra a un financiamiento inadecuado e insuficiente.
Recuerdo la notable obra de arte del Premio Nacional Gonzalo Díaz, quien el año 2000 instaló en el frontis de esa Casa, escrita en letras de neón azul, la siguiente frase, “Obra de Arte” llamó a esta pregunta lanzada hacia el día de hoy: “Entre los ruidos y temblores a que esta casa ha sido sometida, ¿qué texto del arte, qué palabra, qué oxímoron puede ser instalado en la última balaustrada de Chile?”. Sobre esta obra, dijo el filósofo Pablo Oyarzún: la Universidad de Chile es aquí la cosa pública “que, como bien sabemos, ha sido objeto de una usurpación sistemática por los intereses privados desde el tiempo de la dictadura… De ahí los “ruidos y temblores” que han sacudido a la “casa”… Y la pregunta está en su sitio, sobre el frontis de la Universidad de Chile. Lo está, porque ésta es el baluarte de lo público que se insinúa en la palabra “balaustrada”, y también —indisociablemente— porque la universidad consiste en la facultad de la pregunta. A decir verdad, ésa es su única facultad fundamental y originaria, y todas las otras se derivan de ella. De la pregunta de veras, suspendida en el vilo de su incógnita. La pregunta es, en verdad, una convocatoria, un reclamo disparado al espacio público, que en primer término reclama —o postula— la existencia, la recuperación de ese espacio, como la condición que hace falta en Chile, para Chile, para su arte, su saber y su política”
En Chile, para Chile, para su arte, su saber y su política se necesita la autonomía universitaria como el espacio que nos va quedando de verdadera y libre deliberación, que no puede estar sometido a las intervenciones y capturas ni del mercado ni del Estado ni menos aún, de los gobiernos de turno. La autonomía universitaria es necesaria para el desarrollo del país y de su pueblo, de sus territorios y sus habitantes. Para que nuestro desarrollo sea digno y no sometido, para tener la capacidad de terminar con los abusos que hoy nos aquejan. En Chile y en la Región de Aysén, qué duda cabe.
Por esto, con mucha fuerza y claridad, proliferan las formas de manifestar la gravedad contenida en este ataque que consideramos la confirmación del deterioro de la política pública en materia de educación superior, y también, signo de una regresión político-cultural de alcance mayor. Las universidades estatales se reunieron la semana pasada en la Universidad de Santiago (USACH), esta semana se convocaron en la Universidad de Chile, en la gran Alameda santiaguina que intentan cerrar, y también, cientos de todo el país nos hemos sumado a firmar un “Manifiesto de artistas, académicos/as e intelectuales en defensa de sus universidades y la cultura del país” para denunciar —es nuestro deber hacerlo—, que esta ley de universidades estatales ratifica la anuencia de los gobiernos de turno respecto a la consolidación de un “modelo” de privatización a ultranza implantado violentamente desde hace más de treinta años, con el apoyo de una complicidad que se nutre del silencio y la inercia de una sociedad hoy en día adormecida… y que consideramos que esta ofensa a las Universidades del Estado es una ofensa a la cultura chilena y a su ciudadanía.
¿Qué oxímoron?, preguntaba Díaz con esta figura retórica que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, con lo que se genera un tercer concepto. Muerto viviente, agidulce, de todo un poco, tragicómico, secreto a voces, ahí tienen varios ejemplos de oxímoron que vienen de perilla a nuestro caso. Hoy nos llegó una brutal respuesta a la pregunta del Premio Nacional. Cuando se ha reclamado, se necesita más que nunca y se ha prometido fortalecer la educación pública, nos enteramos que más bien se está buscando debilitarla atacando su autonomía. El oxímoron, la paradoja que hoy enfrentamos es el intento de combinar la estructura de empresa privada con repartición pública y tratar de imponer este engendro en reemplazo de la comunidad universitaria deliberante y pensante. Muy mala idea, o más bien, es un idea tonta intentar destruir aquello que ha engrandecido a nuestra patria desde sus orígenes: su educación pública. Si bien Universidad Estatal no es un oxímoron, Universidad estatal intervenida si que lo es, de triste y conocido significado.