Señor Director:
Como una suerte de animita rondan aún en las conciencias de los legisladores, las palabras del senador Jaime Guzmán (QEPD): “La madre debe tener el hijo aunque éste salga anormal, aunque no lo haya deseado, aunque sea producto de una violación o aunque de tenerlo, derive su muerte. Una persona no puede practicar jamás legítimamente un aborto, porque es un homicidio y todas las consecuencias negativas o dolorosas constituyen, precisamente, lo que Dios ha impuesto al ser humano”.
En las últimas décadas fue difícil lograr el acceso a la píldora del día después, todavía no hay educación sexual universal en el sistema educativo. Se trató de impedir el uso del condón, y ahora se lleva al Tribunal Constitucional la mayoritaria aprobación parlamentaria de la despenalización del aborto por tres causales haciendo a la vista prácticamente inútil la existencia de ambas Cámaras.
No obstante, nosotras las mujeres chilenas hemos bajado las tasas de natalidad en las últimas décadas contándose entre las más bajas de América Latina. Esto a través de todos los medios a nuestro alcance (incluyendo los abortos clandestinos) que no necesariamente, en todos los casos, han resguardado la salud ayer de nuestras abuelas y madres, y hoy de nuestras hijas, nietas y nosotras mismas.
No cabe duda de que las leyes las hacen mayoritariamente los hombres, pero las costumbres, en cambio, suelen crearlas las mujeres.
*La autora es doctora en Estudios Americanos, CEDEM (Centro de Estudios para el Desarrollo de la Mujer) / UAHC
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