La pregunta puede presentarse como un poco larga y compleja, pero si desglosamos los ingredientes que la conforman, resulta mucho más fácil entender el por qué debemos hacernos dicha pregunta y qué deberíamos hacer para enfrentarnos a dicho escenario político en los próximos meses.
En principio, dos miradas distintas al respecto. Si lo vemos como un acto de profundización de la democracia que busca constituir un gobierno de mayor representatividad popular, quiere decir entonces que es simplemente un problema de números; vale decir, es un problema matemático, o sea, es estrictamente necesario que el futuro gobierno cuente con una mayoría relativa, que pueda ser refrendada en una segunda vuelta para declararla como mayoría ganadora. Pero a nadie le importa, que esa mayoría ganadora sea el reflejo numérico de un segmento muy pequeño del conjunto de la población apta para sufragar, o sea, que el porcentaje más alto se quede en su casa y no participe en el evento “democrático electoral”.
Siendo el problema un tema exclusivamente matemático y numérico; los contenidos programáticos, los principios políticos e ideológicos, la historia política vivida, la calidad de sus dirigentes, su ética, su moral e incluso sus capacidades reales de liderazgo y otros aspectos; dejan de ser importantes y pasan a un segundo o tercer orden, e incluso, no se toman en cuenta, o en el mejor de los casos, se relativizan en pos de la “modernidad, la gobernabilidad y la convivencia pacífica”.
Por otro lado entonces, si miramos este aspecto de la segunda vuelta, con una visión que justamente se fundamente en los aspectos mencionados anteriormente, tales como programa, política, liderazgo, capacidades, etc., etc.; resulta tremendamente valido preguntarse el segundo aspecto de la pregunta que encabeza este articulo. Intentemos una explicación y fundamentación más profunda
Si resulta que en una primera vuelta electoral, las diferencias entre los distintos candidatos y candidatas pudieran tener un carácter profundo y fundamental, si se aprecian diferencias de valores, de liderazgo en la conducción política, de objetivos tácticos e incluso estratégicos, si en la realidad los separan una enorme cantidad de aspectos de toda índole, que incluso rayan con los objetivos personales que pueda tener tal o cual candidato o candidata; si todo esto es así; ¿ qué sería lo que podría cambiar en dichas personas para pensar en unificarse en una segunda vuelta electoral para derrotar a otra tercera fuerza política?
La justificación política y propagandista para una segunda vuelta siempre ha existido como una motivación emocional y de carácter complejo, donde se podría entender desde el calificativo de demagogia hasta el oportunismo. “Todos contra la Derecha”, por ejemplo. Pero vuelve a surgir la pregunta, ¿y por qué después de haber sido derrotados en una primera vuelta, por qué no se entendió esa necesidad antes de ese momento electoral en primera instancia? Muchos y si no todos, hablan de la “necesaria unidad de las fuerzas”; pero invitan siempre a sumarse, jamás ellos se sumarian, pero insisto, esto es siempre en una primera vuelta, a posterior, cuando ya no hay remedio y los resultados están a la vista, allí sí que están dispuestos a sumarse o bien, si han sido ganadores, estarían dispuestos a invitar a los perdedores a sumarse al proyecto político que se sustenta, todo esto en función de obtener los votos de las otras fuerzas para derrotar al adversario. Marco Enríquez en el programa de televisión El Informador tiempo atrás, llamó, y sigue llamando, a todos los candidatos a sumarse contra Piñera, pero no dijo en ningún momento como dirimir y arribar a una sola candidatura, se asume que los está invitando a “debatir”, pero detrás de su candidatura. De la misma forma actúan los otros candidatos.
Es necesario distinguir un aspecto fundamental entre la ciudadanía, los votantes, el pueblo en general; y la clase política dirigente que hasta hoy día, ha demostrado en su comportamiento; salvo pequeñas excepciones que apenas caben en los dedos de una mano, han demostrado el más alto nivel de inmundicia, demagogia, falta de principios éticos y morales; expresando en su comportamiento la corrupción, la falta de probidad, la mentira y hasta la traición a los principios y a la historia que dicen representar.
Quienes buscamos realmente recuperar para Chile no solo lo que nos quitó la Dictadura; sino además incorporar nuevas formas de relaciones humanas, donde se hace necesario salirle al paso a un capitalismo depredador, donde nada importa más que el mercado.
Quienes buscamos retomar el camino de cambios en beneficio de las grandes mayorías; incluso de aquellas mayorías adormecidas, inconscientes y obnubiladas por las “benevolencias del neoliberalismo”. Mayorías que perdieron o se alejaron del concepto de solidaridad, que se han creído el cuento que pagando o endeudándose sus hijos pueden optar a una mejor educación de calidad. Un sector importante de esa mayoría, ni siquiera le importa la calidad de las instituciones, lo importante es poder tener acceso a ellas y sentirse orgullosos que sus hijos han logrado llegar a un nivel superior de la educación. Lo dramático ha sido cuando esos hijos reciben títulos que no les sirven de mucho y que casi en ningún lugar los consideran realmente capacitados.
Quienes realmente pensamos que Chile tiene que cambiar; no podemos entregar en nuestro discurso, señales poco claras no solo en la denuncia de esos personajes e instituciones que han gobernado en los últimos casi 30 años; sino además, debemos generar una práctica extremadamente opuesta a esa inercia y a esa realidad; tanto nuestro discurso como nuestra práctica, debe y tiene que ser preclaro, transparente, intransigente e in-transable con los capitanes del barco de la corrupción, con los líderes de la inmoralidad y con los profesionales de la política mercantil.
Hay quienes hoy, con justa razón de decepción e indignación que ya el problema no es entre izquierdas y derechas, que eso ya paso a la historia y que estamos en otra época donde la transversalidad de los acontecimientos supero a esa dicotomía antigua y además, “fracasada”.
Desde la Revolución Francesa en adelante, donde los conservadores y oligarcas que se oponían a todo cambio de progreso y emancipación para la sociedad, coincidentemente se sentaban a la derecha del trono; contrastando con los revolucionarios y progresistas (de verdad) que se sentaban a la izquierda. Hasta nuestros días, nada ha cambiado en la génesis del comportamiento de ambas expresiones políticas. La definición no es antojadiza. Las derechas siguen defendiendo el conservadurismo, sus privilegios, sus fechorías que van desde participar en democracias que les son tremendamente favorables en justicia y legislación, hasta propiciar, impulsar y participar en golpes de estado y violaciones a todo tipo de derecho humano cuando así lo considera necesario. Esta realidad, no es un invento y hoy la derecha en Chile, no es nada distinto a esa definición y práctica política. La derecha chilena sigue y seguirá pensando y actuando en consecuencia con la defensa de sus intereses económicos, de sus privilegios y del abuso sobre la mayoría del pueblo.
Por el lado de la izquierda (la consecuente) sigue haciendo totalmente lo contrario; busca terminar con los privilegios de minorías empresariales y financieras, busca la emancipación de las grande mayorías explotadas y empobrecidas y busca establecer un sistema político donde estén presentes conceptos como la solidaridad, el humanismo, el pluralismo y la igualdad de oportunidades en forma real para el conjunto de la sociedad y la justicia social. Busca en definitiva, un modelo de sociedad donde el crecimiento beneficie a todos por igual; y en especial, -para asegurar el desarrollo del país-, ese crecimiento debe favorecer en primera instancia, a los más postergados y necesitados de la sociedad.
Dicho lo anterior, no significa desconocer que hoy la ciudadanía no le entusiasma inclinarse por una izquierda o una derecha desde el punto de vista organizativo. Esa ciudadanía identifica hoy a la derecha como los poderosos y corruptos y a una izquierda que también se corrompió y son todos iguales. Es tremendamente correcto aceptar que hoy existe una transversalidad de un movimiento social que va mas allá de una definición de “izquierda o derecha”: un mejor ejemplo es el caso del movimiento no más AFP. También en la lucha estudiantil, se fueron incorporando muchos estudiantes y universidades, que, aunque siendo privadas, se dieron cuenta que el sistema educacional es injusto y depredador para las familias chilenas: y que, además, enriquece a los mismos de siempre, a los bancos y a un pequeño grupo de la sociedad privilegiados por las leyes que mercantilizan todo lo que este a su alcance.
Es por eso que es tremendamente correcto hoy día, hablar de una “elite política”, donde se ven representados no solo sectores de derecha históricos de la sociedad, sino que además, hoy se ven involucrados una serie de sectores políticos que ayer detractaban el modelo heredado por la dictadura, incluso hasta hoy en día se autocalifican de centro izquierda o de izquierda, pero que paulatinamente fueron incorporándose a esa elite, hasta ser parte integral de esa estructura en el poder. Una estructura que es minoritaria pero que cuenta con todo el poder económico y político para dirigir el país, sin importar que cuente con el mínimo apoyo de la ciudadanía.
Al mirar esa elite política, vemos que en su contraparte se encuentra la gran mayoría de la ciudadanía afectada por las políticas y por el modelo económico que implementa esta minoría; una ciudadanía minoritariamente consciente de lo que ocurre, de las razones de por qué esto ocurre, medianamente interesada por enfrentarse al modelo y buscar algún cambio; y mayoritariamente desinteresada, ignorante de las razones y del por qué la vida los trata con tanta dificultad; a tal extremo llega esa ignorancia, avalada y respaldada por los medios de comunicación mercantiles y por todo el aparataje publicitario centrado en la desinformación y el consumismo; a tal extremo llega, que un sector de esa masa ciudadana, opta incluso por brindarles el voto a esa elite política corrupta y mentirosa, legitimando su discurso y sus ofertas por un supuesto camino de cambio y de preocupación por los problemas que cotidianamente la ciudadanía enfrenta, pero que nunca se hará realidad. Es cuestión de escuchar a Piñera en sus consignas y frases retoricas que hablan de terminar con la pobreza, mejorar los salarios, aumentar el crecimiento, el empleo, mejorar las pensiones, etc.etc. Lo mismo hicieron sus socios Osandon y Kast antes de las primarias. Se hace necesario señalar con claridad y firmeza, que con excepción de los tres años del gobierno de Allende, por más de un siglo, han gobernado en Chile los empresarios y los dueños del poder y la riqueza para su propio beneficio. O sea, la Derecha. ¿Por qué habría que creerles ahora entonces, que van a cambiar las cosas en beneficio de las mayorías populares?
Esta división entre una elite política minoritaria y poderosa con la gran ciudadanía; no contradice en absoluto el legitimo escenario de izquierda y derecha; no son contradictorios ni tampoco excluyentes el uno para el otro; todo lo contrario, son absolutamente complementarios y se requieren uno con el otro, para resolver no solo cuestiones coyunturales y momentáneas del modelo económico y de las políticas a implementar; sino también, se necesitan para resolver el problema del poder, que en definitiva, siempre será la columna vertebral de la lucha política e ideológica en todas las sociedades. La ciudadanía indignada necesita de la izquierda y viceversa. Los empresarios y los dueños del poder y la riqueza, necesitan de la Derecha y viceversa.
Resulta tremendamente falso y acientífico; querer hacer creer a los pueblos oprimidos por esta elite política, que el fracaso de los modelos socialistas de Europa y las dificultades que han tenido los pueblo oprimidos para conquistar una vida digna y humana; ha significado el tener que renunciar a defender un modelo distinto al neoliberalismo hoy existente. Falso es pretender que a partir de esos fracasos y colapsos, las izquierdas ideológicas deben dejar de existir. Tan falso es este planteamiento, como que si alguien creyera que las derechas dejaron de existir por que el capitalismo renuncio a sus principios fundamentales de existencia; que no es más que la explotación de las grandes mayorías, del enriquecimiento desenfrenado y de todo tipo de corrupción y abuso de poder.
Esa derecha tiene que reconocer que les da terror que las mayorías ciudadanas, comiencen a ser atraídas por el pensamiento de izquierda, les aterroriza que esas grandes masas atomizadas, enajenadas, puedan despertar en un camino liberador y rupturista con el modelo neoliberal imperante. Es por eso que inventan historias y adornan sus discursos señalando que ya lo de izquierda y derecha está pasado de moda; y es por eso que surgen al escenario con la “Centro Derecha”, aquella que reconoce que algo hay que cambiar y mejorar, pero por favor, que no toquen las estructuras y los cimientos del sistema; y mucho cuidado, que es justamente esa “centro derecha”, que impulsa y aleona la existencia de una “centro izquierda”.
Lamentablemente, quienes desde la vieja izquierda se incorporaron y pasaron a formar parte de la elite política en el poder; no solamente han aprovechado y se han enriquecido en este nuevo modelo que “alcanza para todos” los que quieran compartir ese poder; sino que además, han instalado en el escenario un nuevo elemento que ayuda enormemente a profundizar más aún la confusión, la ignorancia y desinformación de la ciudadanía, ayuda a la apatía política y al desinterés, ayuda a la desconfianza, ellos han aportado con gran “generosidad y espíritu altruista” y hasta casi “revolucionario”; ellos inventaron la Centro Izquierda. En forma farsante y mentirosa, se arrogan el derecho a calificar a la ciudadanía como de “centro”, dejando fuera del análisis y haciéndose los desentendidos, sobre las demandas sociales de esa ciudadanía; que les guste o no, son demandas sociales que se encuentran y se ubican en la izquierda. La derecha NO está por No +AFP. La derecha NO está contra el lucro en la educación y en la salud. La derecha NO pretende recuperar las riquezas básicas para Chile. La derecha NO pretende derogar la constitución pinochetista. La derecha NO le interesa hacer justicia real por las violaciones a los derechos humanos y castigar con la ley a los criminales. La derecha Si quiere seguir privatizando hasta el aire que respiramos. Hay que decir fuerte y claro, la verdadera izquierda SI está por esos cambios y en esto nadie debe llamarse a engaños
Pero la invención de los “Centros” requiere ser analizado y explicado en forma mucho más practica y sencilla. Para entenderlo mejor y con botones de muestra; la Centro Derecha requiere de dos aspectos fundamentales en su nueva cara, en su nuevo discurso y en su actual estrategia:
Primero, en forma descarada y farsante, necesita deslindar aguas, sacudirse y demostrar que nunca hubieran querido ellos, llegar hasta donde llego la Dictadura, en la violación de los Derechos Humanos y en todo abuso de poder. Viéndose obligados a tener que sacrificar a algunos criminales poniéndolos en cárceles de lujo y con beneficios de todo tipo para ellos y sus familiares.
Segundo; a partir de la explosión de los conflictos sociales más emblemáticos en la sociedad civil, tales como la educación, las pensiones, la salud, el endeudamiento, etc.; sumando además los actos de corrupción y colusión de las grandes empresas, el descubrimiento de los paraísos fiscales, etc.etc.; esta Centro Derecha ha tenido que salirle al paso a la decepción ciudadana, a la apatía política y al rechazo mayoritario de la población a la clase política instalada en el poder, a la elite establecida. Para esto, la Centro Derecha ha instalado un discurso renovador, ha incorporado las causas populares e incluso; llegando a cuestionar parte de su propia historia, con una supuesta “autocritica” que les permita llegar a los sectores populares más sensibles y donde puedan conquistar algún grado de credibilidad en la población. Como guinda de la torta; han tenido que digerir su propia medicina de haberse disparado en los pies cuando gritaban a los cuatro vientos que Chile, por su desarrollo y por sus éxitos económicos; teníamos el orgullo de pertenecer a la OESD (OCDE). Pero ha sido este mismo organismo internacional, quien hoy ha puesto al descubierto una serie de cifras y estadísticas donde ubica a Chile, como uno de los países más desiguales del planeta, donde cuestiona muchos aspectos del sistema educativo, de la salud, del sistema tributario, etc.
En el caso de la Centro Izquierda, también es necesario graficar dos aspectos fundamentales que refieren a su existencia y a su “síndrome post-dictadura y post caída de los socialismos reales en Europa del Este”
Primero, a partir del enorme significado mundial expresado con la caída del los “socialismos reales”, la caída de la URSS y el debilitamiento y desaparición de los movimientos revolucionarios y de liberación nacional en distintas partes del mundo; la vieja izquierda histórica inicio un proceso de sobrevivencia, donde en algunos países este proceso se ha expresado con más o menos dificultades. Pero el factor de “sobrevivencia” ha tenido distintos matices y formas de cómo se ha producido en cada país; siendo el caso de Chile, un proceso con características muy especiales y que rayan entre factores culturales y las fortalezas o debilidades políticas e ideológicas de sus dirigentes. No siendo capaces de realizar una autocritica real y profunda por el fracaso internacional del socialismo; han optado por evitar la reflexión, no enfrentar la discusión abierta y transparente con la ciudadanía, destacándose en sus actitudes, el silencio o la omisión, siendo lo más anti ético e inmoral; su opción por renegar del pasado, tratando de deslindar aguas con ese pasado que los obliga a tener que dar una respuesta a preguntas simples y sencillas de millones de ciudadanos del mundo: ¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué terminaron tan igual o peor que el capitalismo? ¿Por qué la corrupción y el engaño? Solo por mencionar algunas de las preguntas.
Segundo, en la necesidad de presentar un permanente certificado de buena conducta a la derecha y a las fuerzas que concentran el poder económico, se fueron involucrando e incorporando al negocio de la política, que por consecuencia lógica, trajo consigo la corrupción en todos los sentidos. Pero para poder justificar esta acción y este gran proceso de transformación que raya casi con un acto de exorcismo, les fue necesario acomodar y adaptar el discurso que convenciera a los mas incautos y que para la apariencia publica, los mantuviera con el disfraz de “izquierdistas”, aprovechando además, de separar aguas con cualquier acto o presencia de alguna izquierda consecuente que pudiera aparecer. A partir de allí entonces, se autodenominaron la “centro izquierda”. Y como guinda de la torta, cuentan con el aval de la derecha y con una democracia cristiana que sabe muy bien jugar a ese jueguito de la demagogia en el centro, cuando allá por los años 60, supieron levantar su “revolución en libertad”, para impedir la radicalización de los procesos de la lucha social con la presencia del triunfo de la revolución cubana en América latina; para luego terminar apoyando e involucrándose profundamente en el golpe de Estado y en el quiebre democrático.
En síntesis, sin ser tan reduccionista, se podría leer fácilmente, que por un lado, una “Centro Derecha” que se descuelga de Pinocho y una “Centro Izquierda” que se descuelga de la ex URSS con sus síndromes post-traumáticos en lo político y en lo ideológico.
La ciudadanía tiene pleno derecho a poder reflexionar y decidir si apoya o no a otra fuerza a posterior en una segunda vuelta electoral, están en su derecho a decidir qué hacer con su voto y su participación; incluso si se abstienen o si anulan su voto en esa segunda vuelta. En un acto de reflexión individual, donde solo con su conciencia y con sus sentimientos de sentirse más o menos representado por una fuerza distinta a la que originalmente habría apoyado, los individuos podrán decidir qué hacer en una segunda vuelta electoral.
Pero muy distinto es el caso de los supuestos líderes, de los dirigentes cupulares, de los otros candidatos o candidatas que en una primera vuelta hicieron lo posible por demostrar, aunque en muchos casos ni siquiera se entendiera cuales podían ser las diferencias que los separaban (Roxana Miranda, Marco Enríquez y Marcel Claude), que rehuyeron a cualquier intento de primarias e hicieron lo posible por demostrar que eran diferentes unos de otros; pero no fueron capaces de buscar y promover una verdadera unidad de las fuerzas de izquierda y progresistas previo al acto electoral.
Entonces ahora, en la medida que pasan los días y las encuestadoras siguen fabricando candidatos o destruyendo otros cuando así es necesario; muchos de estos personeros de las cúpulas, sibilinamente como el señor Vidal y otros, sutilmente como Guillier y demagógicamente como Marco, comienzan a hablar de la necesidad de buscar acuerdo y unidad para una segunda vuelta electoral.
Hay dos dinámicas que es necesario reflejar para terminar de entender este fenómeno.
Primero: Estos posibles acuerdos y pactos para segunda vuelta; se transformaran en ver cuántos votos sacaste y a partir de allí, cuántos y qué tipo de cargos te corresponderá para el futuro gobierno.
Segundo: La mayoría de la ciudadanía (60%) no cree en esta clase política, no le interesa participar y los ven a todos como ladrones, sinvergüenzas y corruptos.
Dicho lo anterior; resulta totalmente de sentido común, que cualquiera fuerza política que pretenda realmente terminar con estas dos dinámicas y emprender un camino distinto de cómo llevar adelante un proyecto político en beneficio real para el pueblo; no puede ni debe, sentarse a la mesa, ni antes, ni después, ni nunca; con esos ladrones, sinvergüenzas y corruptos. Si lo hacemos, la ciudadanía, ese 60%, nos mirará y nos enjuiciará con mucha razón; que somos iguales y que pertenecemos a esa misma clase política que decimos diferenciarnos.
Para lograr una victoria popular, no es malo que convoquemos a las bases de todos los partidos que están fuera de la derecha, pero no debemos olvidar que allí no está la mayoría para una victoria; la masa con que cuentan los partidos son votos duros no muy fácil de convencer, la mayoría está en su casa y es esa mayoría la que hay que conquistar.
No debemos olvidar que si los votantes son ínfimos, con una candidatura de la derecha unida, en contra de hasta ahora un mínimo de 4 candidaturas supuestamente de izquierda y progresistas, incluida incluso la DC; existe la posibilidad real que Piñera pudiera ganar en una primera vuelta electoral. La estrategia es entonces, lograr que vote la mayor cantidad de ciudadanía posible, no importando por quien lo hagan, incluso hasta haciéndolo NULO o BLANCO. Si eventualmente el voto Blanco o el Nulo superaran al candidato ganador, por lo menos para este ganador o ganadora, sería una derrota moral que deberá llevar en la espalda por todo el tiempo que dure su gestión. Para ganar en una primera vuelta, no es lo mismo la mitad mas uno de 1000, que la mitad mas uno de un millón.
Hoy día conocemos definitivamente los ocho candidatos que postularán al cargo presidencial, sería muy largo extenderse en un perfil individual de cada uno de ellos; pero resulta muy interesante resaltar algo importante que no ocurría hace muchos años desde terminada la dictadura; un factor que podría ser un detonante para movilizar a votar a un porcentaje importante de esa ciudadanía dormida y desconfiada.
De los ocho candidatos, solo dos, Beatriz Sánchez y Eduardo Artes, son postulantes que no solo tienen las manos limpias sino que además, representan algo más nuevo e interesante. Todos los demás, o tienen algún pasado obscuro y complejo, o representan a los partidos que justamente la mayoría de la ciudadanía no quiere volver a escuchar. Tal vez este sea el momento de dar un gran golpe a la cátedra, y se produzca la gran avalancha de un pueblo indignado, que ha decidido decir “Basta” a todos esos políticos que se robaron o ayudaron a robar todo los recursos no solo naturales del país, sino que se adueñaron de la vida de los chilenos, de su vejez, de su felicidad y de su destino.