Richard Dawkins en Sudamérica

  • 03-10-2017

Vengo llegando de Bogotá, donde estuve una decena de días aprovechando las vacaciones universitarias de Fiestas Patrias.  Es una ciudad enorme  –alberga a más de 9 millones de habitantes–  y llena de interesantes espacios culturales que visitar: museos, parques, santuarios, barrios históricos, teatros, centros de arte y cultura, librerías…

Me informo que en esta ciudad  el 90% de la población adhiere fervorosamente a algún credo religioso.  El 85% al catolicismo; el porcentaje restante a credos evangélicos, siendo el culto pentecostal el que se lleva las palmas.  Es tal la devoción religiosa que hasta han convertido una antigua mina de sal ubicada en las afueras de la ciudad en una catedral, cuya visita es un paseo turístico imperdible.

Sin embargo, me llevo una grata sorpresa:  encuentro en una de las principales librerías afiches enormes que anuncian la visita, en diciembre, de Richard Dawkins, el biólogo inglés reputado como el más férreo defensor de la teoría darwinista de la evolución y un reconocido promotor de la militancia atea.

Hay agendados tres conversatorios en que participará este destacado hombre de ciencia: el primero en Bogotá y los dos restantes en Medellín y Cartagena.  El tema central de los debates girará en torno a la cuestión “¿Es Dios una ilusión?”.  Su rival será el teólogo jesuita colombiano Gerardo Remolina, ex rector de la Pontificia Universidad Javeriana, catedrático de Filosofía de la Religión y miembro del Consejo Superior de la Universidad Nacional.

Las instituciones que organizan este evento son Marketing for Science and Research la Embajada Británica… ¡y la Pontificia Universidad Javeriana! Precisamente, la visita del etólogo inglés coincide con los 80 años de la fundación de la Facultad de Teología de esta universidad.

Como es de esperar también,  los libros de Dawkins han llegado profusamente a las librerías de Bogotá:  se destacan títulos como “El gen egoísta”, “El fenotipo extendido” y “El espejismo de Dios”, en recientes ediciones.

El que Richard Dawkins haya aceptado asistir a estos debates en Colombia habla muy bien de su valor intelectual y de su vocación de divulgador científico, pues es obvio que no las tendrá todas consigo:  la mayoría del público de los conversatorios estará en contra de su postura.  Pero también su invitación deja al descubierto la importancia que la nación colombiana otorga al aprendizaje cultural, al reconocimiento de los grandes investigadores y al pluralismo de las ideas.

En Chile, en que a cada rato tenemos que recordarnos que somos un país laico, ni siquiera podemos soñar con que una universidad de sello religioso vaya a colaborar en el patrocinio de la venida de un crítico de las religiones del porte de Dawkins.  Ni tampoco  –para decirlo de una vez–  podemos esperar cosa parecida de una academia no confesional. Si hasta nuestros intelectuales agnósticos apenas se atreven a alzar la voz cuando un Ezzati, en el Te Deum, denuncia la pretensión  –¡oh, satánica pretensión!–  de separar de la esfera pública la intromisión motivada por creencias dogmáticas privadas como un “laicismo agresivo” que hay que condenar.  Estando en Colombia para las Fiestas Patrias me permitió también escapar, por unos días, de las desafortunadas y fundamentalistas frases de nuestro Cardenal.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X