Señor Director :
Sin abusar de las comparaciones fáciles me asalta la pregunta de si se puede colocar sobre un mismo plano la ejecución del filósofo griego Sócrates en el 399 antes de Jesucristo y la muerte de Allende en 1973.
Como lo registra la historia, en una decisión vergonzosa que la Grecia arrastrará para siempre, la asamblea de ciudadanos de Atenas condenó a muerte a su sabio de recuerdo imperecedero y que era el honor de esa Ciudad-Estado, y lo hizo ejecutar.
En 1973 , cuando nuestra Cámara de Diputados , dominada por la derecha y la Democracia Cristiana, votó una moción denunciando el quiebre de la institucionalidad por el gobierno de Salvador Allende, un demócrata irreprochable, muchos sabían que este voto legitimaba una conspiración que debía necesariamente terminar con la muerte del Presidente. Necesariamente, porque éste había dicho y repetido que, salvo el pueblo, nadie le impediría terminar su mandato. Una moción pues que se diferencia únicamente por la forma de la que afectó a Sócrates.
En Grecia , después de ese acto insoportable que fue la ejecución de Sócrates , el régimen democrático continuó aún y seguramente muchos de los que tenían las manos manchadas con la sangre del filósofo siguieron fanfarroneando con su condición de demócratas.En el Chile de 1989 tuvimos sus semejantes cuando algunos de aquéllos que habían aplaudido la sangre derramada en La Moneda quisieron convertirse en los fundadores de una nueva democracia e incluso hubo entre ellos quien se hizo Presidente . Y nuestro pueblo conoce bastante bien la precariedad , cuando no es simplemente la absurdidad, de las instituciones que demócratas como éstos han construido.
Dos épocas, dos realidades pero un mismo crimen. Un crimen contra la democracia por los mismos que se presentaban como sus incondicionales defensores y que, después, intentaron infructuosamente lavar sus complicidades en un magnicidio.
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