Cura Pepo: La historia de un sacerdote en lucha

La madurgada de este lunes murió, a los 87 años, el padre Pepo. Fue párroco de la emblemática iglesia La Matriz, en Valparaíso, durante casi 15 años y su figura es adorada dentro de la comunidad porteña. En dictadura mostró una inclinación clara e intransable hacia la defensa de los derechos humanos, llegando a estar preso más de una vez. Esta es su historia de lucha, consecuencia y compromiso.

La madurgada de este lunes murió, a los 87 años, el padre Pepo. Fue párroco de la emblemática iglesia La Matriz, en Valparaíso, durante casi 15 años y su figura es adorada dentro de la comunidad porteña. En dictadura mostró una inclinación clara e intransable hacia la defensa de los derechos humanos, llegando a estar preso más de una vez. Esta es su historia de lucha, consecuencia y compromiso.

El Comité de Cooperación para la Paz no le estaba cayendo nada bien al general Pinochet. Desde sus inicios, en 1973, esta instancia, obra de las diferentes iglesias presentes en el país, se había puesto del lado de detenidos, perseguidos y sus familias, prestando ayuda jurídica, económica y moral.

El taller de Pepo

En el Comité de Valparaíso figuraba José León Gutiérrez Asenjo, mejor conocido como el padre Pepo. El religioso estaba encargado de presos y perseguidos del mundo del trabajo y uno de sus objetivos era entregarles herramientas para desarrollarse en distintos oficios una vez concretada su liberación. Dentro de otras funciones también acompañó a prisioneros políticos y sus familiares. “Yo me hice cargo de la rama que financiaba fuentes de trabajo para gente cesante por motivos  políticos. Para sobrevivir, porque tenía que comer, armamos un taller de reparaciones de electrodomésticos con gente cesante”, dijo el sacerdote en una entrevista hace años.

Ese taller duró 20 años, y no tenía nombre. Empezó a ser llamado “El taller de Pepo”.

En ese contexto fue que Gabriela Correa se fue acercando al cura. Gabriela, en esos momentos dirigente sindical, lo había conocido en 1970, pero fue en sus labores dentro del Comité que vio el verdadero perfil del padre Pepo: “Él tenía asistencia permanente en los centros de detención, principalmente en las cárceles de Valparaíso. Pepo no tenía parroquia, se la habían quitado como castigo. Mientras no tenía dónde hacer misa, arreglaba radios y televisores en su casa, vivía en Viña y acompañaba a los comités de derechos humanos de base”.

En diciembre de 1975, tras solicitud expresa de Augusto Pinochet, Carlos Camus, Obispo Secretario de la Conferencia Episcopal de Chile redactó una misiva en la que exigía dar fin al funcionamiento del Comité: “Hemos tomado nota de la disolución del Comité de Cooperación para la Paz, a pedido del señor Presidente de la República”, comenzaba diciendo la carta. “Gracias a ustedes, y pese a inevitables limitaciones, millares de chilenos, en horas de angustia y aflicción, pudieron contar con una ayuda jurídica, económica o moral, que les permitió ser defendidos en la mejor forma posible dentro de las normas y prácticas vigentes; realizar sus trámites de petición de indulto o salida del país, o trabajar en cárceles y penitenciarías para mantener a sus familias”.

La reforma universitaria y la Pastoral Obrera

Así terminó la labor del religioso dentro del Comité, pero no su vocación por ayudar a pobres y marginados de la sociedad. Incluso antes de la Unidad Popular, a mediados de los 60’, Pepo había llegado como parte de la Escuela de Teología a la Universidad Católica de Valparaíso. El cura respaldó activamente el movimiento universitario que emergió a raíz de la reforma universitaria. Eliana Vidal, alumna en ese entonces de la PUCV, participó de la toma que levantaron los estudiantes, poco tiempo después de haber conocido al sacerdote: “Pepo estaba con nosotros. Empezó involucrarse mucho pero no metido directamente, sino que apoyando. No lo teníamos metido dentro de la universidad, porque la teníamos tomada, pero en ese momento tuve conversaciones con el Pepo sobre sus primeras discusiones con el obispo Tagle”.

Hace 15 años, en una entrevista publicada por la Universidad de Valparaíso, el padre hablaba de sus andanzas como profesor: “Todos éramos rebeldes cuando yo era alumno y seguí siendo rebelde como profesor, al punto que me echaron de la universidad, sin sueldo ni nada, bajo apercibimiento de arresto si volvía a entrar. Eran tiempos de dictadura… luego estuve preso en la Academia de Guerra. La primera vez una semana, después vinieron otros encierros. La razón no la sé, yo enseñaba el Evangelio y éste es revolucionario, es decir, no está de acuerdo con el statu quo o el orden establecido y menos con una dictadura”, señaló en aquel entonces.

Entre el 68’ y el 69’ comienza a trabajar en los primeros respiros de lo que después se convertiría en la Vicaría de la Pastoral Obrera, un espacio que planteaba la idea de elaborar una pastoral que propusiera una acción evangelizadora específicamente orientada hacia el mundo obrero.

Las dos iglesias

Con el fin del Comité a nivel nacional, el cardenal Raúl Silva Henríquez comenzó a poner las primeras piedras de la Vicaría de la Solidaridad. Emilio Tagle, el obispo de Valparaíso, era fiel al régimen y no permitió la construcción de dicho espacio en la región. Álvaro Ramis, teólogo, da cuenta de cómo se desarrolló este conflicto en plena dictadura para el cura Pepo: “Tuvo un enorme costo, especialmente en Valparaíso. En Santiago el cardenal Raúl Silva Henríquez promovió este tipo de prácticas, pero en Valparaíso sucedió todo lo contrario con el obispo Emilio Tagle, que marginó al padre Pepo y a todos los ligados a su identidad a tareas muy poco protagónicas  y con muchas dificultades. Entonces era distinto estar en la primera línea de la defensa a los derechos humanos, con Silva Henríquez respaldando, que estar en Valparaíso con el obispo Emilio Tagle. Los obispos de Valparaíso, especialmente Tagle, fueron evidentemente partidarios de la dictadura”.

Efectivamente con Tagle acarreaba importantes diferencias. El obispo había manifestado su inclinación hacia la prohibición de cualquier tipo de píldoras anticonceptivas e incluso llegó a prohibir el uso de bikinis en la región, pero uno de sus encontrones más fuertes tuvo relación con la idea de Tagle de expulsar de la institución al sacerdote Antonio Llidó, español radicado en Quillota desde el 69’ y militante del MIR desde el 71. “Pepo arma un despelote en Quillota y forma una marcha. Finalmente no lo echaron”, cuenta Eliana. Llidó terminó detenido y desaparecido en 1974.

Así, ya sin el Comité, el cura Pepo puso sus manos a disposición de la Fundación de Acción Social de las Iglesias Cristianas, uno de los pocos espacios habilitados para los derechos humanos en la zona. Mientras tanto, al cura Pepo se le negaba cualquier posibilidad de sede parroquial.

La matriz

En 1991 lo nombraron párroco de La Matriz, la histórica iglesia de Valparaíso, cuya actual fachada fue construida en 1842. “Fue muy importante el apoyo que dio el Pepo a un pueblo tan marginado como el que vive alrededor de La Matriz, lleno de prostitución y alcohol. El Pepo ahí levantó un comedor donde se podían duchar, lavar ropa, comer…”, señala Gabriela Correa.

Se refiere al Comedor Solidario 421, un espacio de apoyo, cobijo y reunión para los más pobres de Valparaíso. Reúne diariamente a cien personas en situación de calle, a quienes se les ofrece un plato de comida, ropa y un lugar de esparcimiento. Los días domingos se pone a disposición un servicio médico y de enfermería, además de corte de pelo. Pepo es uno de los grandes artífices de la actual cara del Comedor, y el barrio se lo agradece.

El padre Pepo fue una encarnación de la iglesia por y para los pobres, la iglesia obrera que se entregó por los reprimidos en dictadura, la misma iglesia que, como dicen, perdió la batalla en contra de las cúpulas de corte conservador que integran las jerarquías eclesiales de la institución el día de hoy. Antes de morir, y según consigna La Estrella de Valparaíso, Pepo recibió la visita del padre Gonzalo, otro sacerdote porteño: “Me decía ‘no tengo ningún problema con la muerte, estoy preparado, Dios me ha ayudado, me he reconciliado con él’ y estaba esperando la muerte sabiendo que Dios es resurrección. Ya estaba inconsciente esperando la muerte, estaba muy confiado en el encuentro con Dios y al final esta una muerte que alegra porque es el paso a una vida plena que él predicó, esperó y esperamos que ahora la disfrute”, señaló el padre Gonzalo.

El lunes, durante la jornada de velorio, llegó un cura a oficiar la misa de las 19:00 hrs. No era la liturgia oficial, pero el cura quería estar presente. Era Mariano Puga, emblemático cura obrero defensor de los derechos humanos y cercano a Pepo. “La misa fue hermosa. Fue como tener al Pepo ahí mismo”, dijeron sus asistentes.

La misa de despedida no fue en La Matriz. Él mismo pidió que fuera en una capilla pequeña, y que ojalá no fuera nadie. La ceremonia se realizó en la capilla de las Monjas Carmelitas, en Viña del Mar. No cabía una aguja en el lugar, y los miembros del coro temían que la estructura que los sujetaba fuera a ceder. Fue multitudinaria.





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