Hace unos días, representantes de varias organizaciones campesinas se movilizaron para ocupar con su ganado la ex Estancia Valle Chacabuco en la provincia Capitán Prat. Este acto es muy significativo y nos obliga a enfrentar un debate difícil y al mismo tiempo fundamental para el desarrollo de la Región de Aysén: la falsa disyuntiva entre poblamiento y cuidado del medioambiente, que solo puede ser resuelta abordando con la profundidad que requiere un verdadero desarrollo sustentable. Es un asunto que debemos conversar con apertura, valentía y generosidad, entre todos sin exclusiones y con urgencia.
Por más que incomode a algunos -que pueden preferir reducir a pocas variables un problema tan complejo-, es ineludible escuchar a los campesinos de Aysén que se movilizaron en defensa de la tierra. En muchos casos, que se repiten a lo largo y ancho de toda la región, se trata de la tierra que colonizaron sus padres y que en décadas recientes se les ha venido arrebatando aceleradamente por compradores abusivos, y por una mal concebida política conservacionista del propio Estado, que no considera acciones para posibilitar la permanencia en sus tierras de pobladores y su descendencia. Hemos olvidado que nadie quiere y puede proteger mejor la naturaleza que quienes han vivido en contacto directo con ella por generaciones. Desconocer este hecho, sea por ingenuidad, prejuicios o conflictos de interés, sólo nos dejará más vulnerables a nuevos despojos y a prácticas extractivistas, explícitas o solapadas.
La Región de Aysén es una tierra que les pertenecen a los pobladores -aunque en muchos casos no hayan tenido los títulos bien regularizados-, por haberla cuidado y trabajado, porque llegaron hace décadas cuando las condiciones eran mucho más difíciles. Es en resolver las limitaciones para una subsistencia digna y para la realización responsable de sus actividades de todos los habitantes de la región donde estriba el cuidado efectivo del medioambiente y no en los empeños de una fuerza expropiatoria que se suma a la errónea, unilateral y temeraria idea contemporánea de algunos particulares y del Estado que han llegado a consideran incompatibles la existencia de pobladores con la protección de la naturaleza y del medioambiente. Parques nacionales, privados y públicos, expandidos a costa de expulsar campesinos resultan tan inhumanos y precarios como los infames “Game Parks” sudafricanos de tiempos del Apartheid, que fueron utilizados de pantalla para negocios lucrativos y no contribuyeron a un efectivo desarrollo sustentable pues este solo se consigue considerando respetuosamente antes que nada, la vida humana sustentable.
Son urgentes políticas públicas que aseguren entre otros, tal como se hizo en Asia y en cierta medida en la legislación de CONADI, estos aspectos fundamentales: 1, el ingreso monetario de los pobladores, para que no se vean en la necesidad de depredar y vender la tierra para obtener dinero, vinculado su producción al subsidio del cuidado del medio ambiente, al estímulo y reconocimiento de su uso sustentable pues el subsidio de estas actividades es una forma de política social que no debe estar inspirado en la supuesta eficiencia económica de corto plazo sino en la decisión política de proteger su propiedad, lo que a la larga brindará resultados económicos y ecológicos; 2, el resguardo de la alternativa de arriendo a largo plazo cuando un campesino lo requiera, que le permita un ingreso monetario sin perder el derecho de propiedad, tanto suyo como de su descendencia; 3, la exigencia de transparencia tanto de esa forma de arriendo como de las eventuales ventas que deben ser de conocimiento público para evitar los engaños, de los que existen abundantes y recientes casos; 4, la restitución de tierras usurpadas de modo abusivo, y reconocimiento a la importancia del campesinado, quienes deben ser reparados debidamente; 5, el apoyo decidido a formas de producción en cooperativas y la prioridad explícita y decidida a los habitantes locales en los planes de desarrollo regional, incluyendo el turismo y la administración, explotación y desarrollo de los extensos parques que ya cubren la mitad del territorio.
Solo protegiendo, respetando y relevando al campesinado, a los pobladores, educando a sus hijos y dándoles oportunidades ciertas, en lugar de usurpar sus tierras, Chile y la Región de Aysén podrá avanzar hacia el urgente desarrollo sustentable, conservación de su naturaleza y construcción de una sociedad moderna, desarrollada y protectora del medio ambiente, como muchos países que lo han logrado sin expulsar a los suyos.