En la actual campaña electoral los candidatos presidenciales y al Parlamento se han demostrado muy displicentes respecto de las viejas figuras de la política como del mismo pasado de sus respectivos referentes. Al recorrer el país, es muy poca la publicidad que se aprecia con los rostros añadidos de la actual Mandataria o de sus antecesores en La Moneda. Menos todavía en la Derecha, donde el ocultamiento que se hace de la figura de Pinochet es absoluto. Solo Piñera puede ser considerado de la “vieja guardia” pero tiene, curiosamente, alta probabilidad de reelegirse. Incluso la imagen de Salvador Allende es muy, muy escasa; lo que sin duda queremos atribuir a un acto de pudor de quienes se habían acostumbrado a utilizar su nombre en vano, al mismo tiempo que iban desvinculándose sostenidamente de su legado ideológico.
Debe explicar este fenómeno la gran cantidad de candidatos más jóvenes o recién surgidos en la política. Es evidente que Alejandro Guillier y Carolina Goic desestimaron la posibilidad de apoyar a Ricardo Lagos o recurrir a un candidato que fuera ampliamente reconocido en la población, o por las bases de sus partidos. Aunque en el abanico de candidatos de la izquierda hay rostros reincidentes en esto aspirar a la presidencia de la República o al Congreso Nacional, sinceramente todos tienen escasas posibilidades de imponerse electoralmente. A consecuencia, por cierto, de sus desacuerdos y crónico “capillismo”.
Nos llaman la atención, por lo mismo, las nerviosas voces de algunas figuras de la Nueva Mayoría y de la Concertación, que ya están abogando por la intervención del expresidente Lagos para conciliar posiciones dentro del oficialismo a fin de encarar esa segunda vuelta presidencial que todos dan por inminente. Por alguna razón se piensa que personas como él podrían imponer la unidad de la Democracia Cristiana con los radicales, socialistas, pepedés y comunistas a fin de impedir el triunfo definitivo del candidato del Chile Vamos. Así como otros antiguos políticos pudieran convencer, respectivamente, al Frente Amplio de votar en el balotaje por Guillier o Carolina Goic.
Claro: se da por seguro que Marco Enríquez Ominami, quien ha sido el que más ha utilizado la imagen de Michelle Bachelet en su favor, va a negociar de todas maneras con quien pudiera derrotar a Piñera. Lo que también pudiera ocurrir con Alejandro Navarro. Quizás lo único seguro es que el candidato Eduardo Artés, en ninguna circunstancia, va a apoyar al que llegue segundo, y pretenda alcanzar La Moneda en una suerte de conciliación colectiva entre todos los que detestan al ex mandatario.
Ya se sabe que el resultado electoral va a depender de cuántos ciudadanos realmente concurran a votar. Muchos temen que la abstención proyectada por los sondeos pudiera ser aún mayor que la de otros comicios y estará constituida por millones de renuentes entre los más jóvenes y pobres del país. De allí que las propias figuras del oficialismo que apoyaron en su momento la idea del voto voluntario, ahora prometan –si son elegidos- que van a abogar por un regreso al sufragio obligatorio. Estimando que esta voluntariedad actual solo facilita el voto de los sectores más acomodados y cautivos de la Derecha.
Raro nos parece, también, la autorización dada públicamente por La Moneda a sus ministros para que expresen sus preferencias por cualquiera de los dos candidatos del oficialismo. Después de que la ministra de Educación decidiera manifestar su apoyo a Guillier, son los ministros falangistas de Michelle Bachelet los que ahora se vuelcan en favor de Carolina Goic, con lo cual se acentúa el profundo quiebre de quienes, concertados, le dieron varios gobiernos a Chile. Aunque a ciencia cierta es muy difícil entender en qué consisten sus verdaderas diferencias y si no se trata nada más de la cuña que ha significado en el sector la incorporación del Partido Comunista. Algo inaceptable para muchos demócrata cristianos y no pocos socialistas y pepedés que hoy han abrazado las ideas socialdemócratas y están muy conformes de administrar el modelo neoliberal y el régimen institucional heredado de la Dictadura. Aunque todos quisieran que se acentuara más la sensibilidad social del sistema.
En todo caso, dudamos mucho que el apoyo de los ministros, subsecretarios y otros pueda aportar en algo al caudal de votos de Guillier y Carolina Goic, cuando ambas candidaturas han soslayado, incluso, su vinculación con la Presidenta Bachelet quien, a pesar de su deterioro de su imagen pública, sin duda debe tener bastante más arraigo popular que sus colaboradores. A quienes muchos sindican como los verdaderos responsables del deterioro de la imagen del oficialismo y sus partidos. Tampoco creemos que el laguismo, profundamente herido por el desdén a su líder, vaya a asumir esta cruzada por la unidad para derrotar a Piñera. Cuando muchos piensan que los gobiernos de ambos exmandatarios no marcaron gran diferencia.
Pero en política, realmente, todo puede suceder… Sin embargo, creemos evidente que las tensiones electorales en este momento hacen muy difícil el trasvasije de votos por la simple instrucción de los partidos o los candidatos. Lo más probable es que los resultados de la segunda vuelta y la proclamación del presidente electo resulten de una abstención todavía superior a la del 19 de noviembre e, incluso, es posible que una cantidad de votos de los candidatos derrotados vaya a parar al propio Piñera. Francamente empeñado en seducir al centro político, incluso menospreciando el sufragio de aquella derecha ultrista representada en la candidatura de José Antonio Kast. Entre los cuales hay quienes preferirían votar en blanco o abstenerse antes que otorgarle apoyo al Expresidente.
Debemos reconocer, en todo caso, que la posibilidad de retener poder y participar en la repartija de cargos pudiera facilitar los acuerdos cupulares, aunque difícilmente la actitud de los ciudadanos de a pie, como habitualmente se dice.
El voto cruzado que se producirá entre las presidenciales y las parlamentarias seguramente lo van a demostrar los escrutinios.