Lucía Dammert, académica de la Universidad de Santiago (USACh), cientista política de nacionalidad peruana y especialista en temas internacionales, comentó lo que está ocurriendo en Perú. En primer lugar, la posibilidad de remoción del presidente Pedro Pablo Kuczynski (PPK) y luego el indulto que ha favorecido al ex dictador Alberto Fujimori.
Esto último ha provocado una serie de repercusiones a nivel mundial, especialmente desde las organizaciones de derechos humanos. Además, de la renuncia de varios de los colaboradores de PPK.
Hay quienes piensan que la situación de debilidad de Kuczynski se prolongará y que no sería extraño que su administración se precipitara. ¿Qué tan inestable te parece la situación del presidente peruano.?
Es tan líquido lo que está pasando en Perú… Hace una semana y media estábamos todos en contra de la vacancia, el presidente Kuczynski era el último dique que quedaba antes de que el fujimorismo retome el poder.
Sin embargo, cuatro días después era el propio Kuczynski el que permitía la formalización del fujimorismo más duro con la decisión del indulto y hoy todo indica que lo que está haciendo es armar un gabinete, que él llama “de reconciliación”, con fujimoristas, cuya idea apunta a mantener cierto nivel de gobernabilidad y a él en el cargo.
Hoy quedan dudas de qué tan estable está el Presidente. Las últimas marchas han estado llenas de enfrentamientos con la policía; entonces también pueden ocurrir situaciones que lleven a panoramas más complejos. Además, la población que se enfrenta a Kuczynski está pidiendo directamente su renuncia.
El fujimorismo celebra el indulto de su líder, pero ¿cuál es su percepción respecto del sentimiento general en el país? ¿Podríamos decir que hay una mayoría de personas que está conforme con esta decisión del presidente?
Dentro de las pocas personas con las que se sentó Kuczynski para tomar esta decisión estaba uno de los dueños de la encuestadora más importante de Perú, que demostró que entre un 60/65 por ciento de la población estaría de acuerdo con el indulto a Alberto Fujimori, aunque sabemos lo desprestigiadas que están estas mediciones.
Eso también se da dentro de un imaginario que han creado los medios de comunicación. Cuando se habla de que éste es un hombre mayor que tiene un cáncer desde hace 12 años en la cárcel. Una imagen muy distinta a la real.
Fujimori está preso en una cárcel de privilegio que no tiene barrotes, donde tiene un médico pagado por él y recibe a la gente que quiere mañana, tarde y noche. Él no es tratado como los otros reos; tiene un jardín, rosas y mascotas. Estaba en una casa donde lo único que no podía hacer era salir y votar. Pero hoy se le reinstalaron todos los derechos.
Hay que recordar que en los últimos 12 años, permanentemente ha habido solicitudes de indulto. Nunca las ha pedido; siempre alguno de sus hijos o correligionarios. Entonces, existe una percepción generalizada de que ya pagó una culpa y que ya estuvo suficientemente preso. No obstante, la forma en que PPK lo indulta, permite que ese 60 por ciento -que no está ni a favor ni en contra, sino que no le molesta el indulto- se reduzca un poco. Es tan dura la forma, tan poco empática, que revitaliza los movimientos de derechos humanos, a los abogados y a los pares de las víctimas.
Se denuncia que este indulto es producto de la decisión del Parlamento que lo salvó de su destitución, gracias a la abstención de varios parlamentarios fujimoristas y la izquierda ¿Se ha consolidado esa sospecha?
Hubo una parte de la izquierda, de lo que fue el Frente Amplio que después se dividió, que jugó con el fujimorismo. Sin embargo, hay otra parte que, después de demostrar que Pedro Pablo Kuczynski es un lobista y representa los intereses de las empresas, decidió retirarse.
Evidentemente detrás de todo esto ha habido una negociación de indulto por no vacancia. La pregunta es si esa negociación, en los corredores más oscuros de la democracia, también incluye impunidad para PPK. Pareciera que sí y si es que es así lo que vamos a ver, además del indulto que es el primer paso, es la constitución de un gabinete “de reconciliación” con gente del fujimorismo y, luego de fin de año, una comisión Lava Jato en el Congreso que se concentre en otras aristas del tema y le quite presión a la investigación sobre el dinero que recibió PPK cuando era ministro de Estado y presidente del Consejo Directivo de Pro Inversión. Si se desinfla ese globo dentro del Congreso quedará claro que el acuerdo no fue solamente indulto por no vacancia, sino también por impunidad y cogobierno.
¿Cuál ha sido la reacción política de los estados latinoamericanos en relación a todo esto que ha sucedido en Perú? Nuestra Cancillería está bastante silente al respecto…
La crisis de la política latinoamericana es tan profunda que la mayoría de las cancillerías juega a no decir nada con lo que después se les pueda acusar de algo. En estricto rigor jurídico, el presidente hizo uso de sus facultades. Uno puede estar en contra, pero él tiene la capacidad de dar un indulto, y lo dio.
Quienes se han pronunciado en contra de esta decisión es el Alto Comisionado de Naciones Unidas en temas de Derechos Humanos, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y todas las organizaciones vinculadas a estos temas, que pueden demostrar que aunque hizo uso de una facultad, es ilegítimo e inconstitucional.
Se dice que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos puede tener facultades para revocar la decisión del presidente del Perú, ¿eso es efectivo?
Hay una diferencia en términos jurídicos, porque lo que podría hacer la Comisión Interamericana es decir que la decisión fue mal tomada, pero no necesariamente éso implicaría un cambio en la determinación del Presidente. Algunos juristas proponen pedir arraigo para Alberto Fujimori, porque si verdaderamente se revisara la decisión, Fujimori se podría ir a Japón como ya lo ha hecho en otras oportunidades. Y esto complicaría las cosas.
Con los problemas que hay en América Latina encuentro difícil que la Comisión se meta en Perú para revertir una decisión que tiene apoyo de la mayoría del Congreso. Ese el problema de las democracias que tenemos, porque en el fondo son de cartón. La gente vota en un marco de no partidos políticos, de crisis de representación y de legitimidad. En el papel puedes tener un presidente y un congreso que toman decisiones, pero después cuando empiezas a mirar la calidad de esas decisiones y la distancia entre la élite y la ciudadanía, entras a revisar los mayores problemas.
Todo lo que ha sucedido en Perú está dentro del contexto de la gran corrupción que se impone en América Latina, con una empresa que soborna a políticos de Perú, Brasil, Colombia, Ecuador e incluso Chile. Probablemente esa corrupción generalizada explica estos silencios de nuestras cancillerías. Sin embargo, no hay silencio respecto de la situación de Venezuela ¿Qué papel le asignas a la OEA en todo esto?
Ya la Organización de los Estados Americanos (OEA) cuando estaba José Miguel Insulza era bien marginal. Por otro lado, una parte muy importante de su presupuesto es otorgado por Estados Unidos… Es una organización, además, de la que tenemos que hacernos cargo y que los países han jibarizado, porque no necesariamente los mejores expertos están ahí. Mucha gente termina en ese lugar porque los gobiernos no saben dónde meterlos…estamos hablando de embajadores, ex ministros, familiares.
Uno podría decir que en el marco de lo que son las instituciones internacionales, la OEA es más bien pobre. Tiene una capacidad financiera bastante débil y debe hacerse cargo de una cantidad de países que aportan cero. En ese contexto ha perdido mucha vitalidad a pesar de que Luis Almagro ha hecho un esfuerzo en la lucha contra Maduro, probablemente por una agenda que ha sido mucho más apoyada por Estados Unidos.
La OEA ha perdido bastante su rol, además, se han profundizado otros espacios bilaterales y multilaterales en América Latina, como el Mercosur, la Alianza del Pacífico, Unasur, etcétera. Al final, la OEA es una más en esa masa de reuniones y organizaciones, donde yo creo que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos es lo más sólido y lo que tiene una voz más cantante, a pesar de que es muy limitado su actuar.
De algún modo, Donald Trump ha dejado tranquilo a nuestros distintos procesos, donde un presidente como el de Argentina o Brasil no se sienten necesariamente asistidos por lo que antes llamábamos imperialismo norteamericano ¿Cuál es su percepción al respecto?
Todavía no queda claro si Donald Trump es un paréntesis en la historia institucionalizada de Estados Unidos o es el inicio de una forma de hacer política a lo cowboy. En ese marco, yo creo que es un señor que no tiene idea donde queda América Latina, no conoce su historia y no tiene asesores a los que les importe.
Primero, él debe tener un mapa concentrado en lugares de inversión y América Latina no aparece allí, yo intuyo que debe pensar este lugar de una forma bien extravagante. Sin embargo, una vez llegado al Departamento de Estado su obsesión es la migración latinoamericana.
Cuando habla de los migrantes, él habla del narcotráfico y creo que su principal foco de preocupación no es la corrupción ni el crimen organizado, sino básicamente Venezuela por un tema más político y, por ahí, algo que ha deslizado respecto de “qué buena que es la paz en Colombia”, pero no mucho más.
La cooperación para el desarrollo ha disminuido sustancialmente, todo lo que es la colaboración norteamericana para los países centroamericanos ha bajado y uno lo nota. No obstante, siguen existiendo algunas cosas que para Estados Unidos son importantes. No hay que olvidar que Guatemala es uno de los pocos países que va a cambiar su embajada a Jerusalén y cuando uno mira la cooperación de Estados Unidos a este país se da cuenta que es gigantesca, puede que allí haya una serie de otras cosas que se están jugando.
Creo que la relación de Estados Unidos con América Latina va a ser muy mala o no existente por todos estos años y habrá que esperar a ver qué pasa en la próxima. No hay que descartar que empiece a llegar a la Casa Blanca gente que tenga orígenes latinos o cercanías con este mundo. Ahora hay una falta de conexión con un continente que, en términos geopolíticos, es menos estratégico.
Da la impresión de que lo que quiere Trump realmente se implementa en Estados Unidos. Es decir, que está teniendo una influencia desmedida.
Al igual que en el caso de Fujimori hay mucha importancia del rol de los medios y él es un máster en eso: Realmente sabe jugar, manda un par de tuits y con eso desvía la centralidad de la discusión, por ejemplo, en términos presupuestarios. Es difícil saber qué es lo que va a pasar hoy en Estados Unidos, pero lo que es claro es que hay cerca de un 40 por ciento de los cargos de disposición que el Trump ni siquiera los ha llenado.
El proceso norteamericano se basa en instituciones sólidas que tienen equipos sólidos, pero él lo que ha hecho ha sido disminuir esos equipos. Hay una lógica que tal vez desorganizadamente está teniendo efecto. Ahora es cierto que acabar con esta capacidad institucional en Estados Unidos toma más de cuatro años.
¿Es probable que en este cuadro sea uno de los pocos presidentes que no será reelegido en Estados Unidos?
No sé, estuve en Estados Unidos hace un par de meses en una reunión con unos especialistas electorales y ellos decían que no es tan claro que no sea reelegido, porque en el fondo lo que ha hecho Trump en estos años es consolidar su voto duro. Él nunca ha bajado de entre 45 y 55 por ciento de aprobación, a pesar de todo lo que hemos escuchado. Mantiene un nivel de aprobación permanente y cuando lo baja se nota su presencia medial en ciertos temas, como la migración. Ahí vuelve a recuperar una percepción de dureza, de acción.
Si del lado de los demócratas no hay verdaderamente una consolidación política, un actor que aglutine a este otro mundo, estará por verse si es que es reelegido o no. En el fondo, si uno lo vincula con Perú, Chile o América Latina, pasa que muchas veces el que está ganando no es el que aglutina a la mayoría sino el que aglutina a la minoría. Y la mayoría queda desperdigada en gente con pensamientos similares, que no logran tener un proyecto común o no votan.
¿El fenómeno de la migración tiene a Chile como la cabeza de los países latinoamericanos que reciben más extranjeros o es un fenómeno que está en otras partes? ¿Qué pasa con los otros países?
Hay varios tipos de migración, la que es dentro de América Latina, sumando a Haití, es bien específica y se mueve como lo hace la economía. Por ejemplo, hubo mucha migración de Perú a Chile cuando la situación económica en Perú estaba crítica, pero ahora que ha mejorado mucha gente ha vuelto. También hay movimiento de ciertas zonas de Colombia para acá por la misma razón y en la búsqueda de mayores niveles de seguridad.
Hay países que son más receptores que otros, como Argentina. No creo que en Chile haya una oleada de migración; lo que está pasando es que hay una migración distinta. Finalmente, cuando los peruanos veníamos a Chile nos notábamos en ciertas cosas costumbristas, como la comida o la música. Sin embargo, ahora que la migración se moreniza, todo ese movimiento desde Colombia, Haití y República Dominicana, tiene un relato mucho más evidente en la ciudad. Eso saca lo mejor y lo peor de las personas.
Yo diría que como ningún lugar, la migración haitiana tiene su foco de destino puesto en Chile, pero no sé si es una gran magnitud. Se nota mucho y pareciera que hay redes muy instaladas, que desde acá hacia allá, dejan entrever que en Chile la vida es mejor, lo que en este caso puede ser cierto.
Nosotros los chilenos pasamos criticando la situación de inequidad que existe en nuestro país. Es posible que en Haití la situación sea peor que la nuestra, pero de algún modo se percibe que nuestro país en ciertas situaciones está abusando de ellos.
Eso ocurre porque un país receptor de migración como Chile debe que tener un marco jurídico al día, cosa que acá no hay. Sin esto todavía tienen muchos espacios grises que permiten el abuso. Por ejemplo, el hecho que existan estas visas sujetas a contrato es un llamado en el diario para que uno ponga una pyme de venta de contratos. Esto se suma a las limitadas capacidades regulatorias de la Dirección del Trabajo para fiscalizar en qué condiciones trabajan los migrantes.
Son muchos los mitos que ha propagado nuestro país por el mundo. Recordemos la forma en la que empezaron a llegar españoles, después de la última crisis en España. Una vez acá se dieron cuenta que con el subsidio de cesantía de su país vivían mejor, porque en Chile tenían que pagar por salud y educación y otros derechos y servicios.
Pero esa es una migración distinta. Es más cíclica, no es como la peruana o dominicana. En estos casos salen de su país y prácticamente vienen a vivir acá y al rato ya se sienten chileno. Por ejemplo, los argentinos cuando hay crisis vienen, dan una vuelta y después regresan.
Lo cierto es que el mundo va hacia allá, cada vez vamos a conocer menos gente que nació, se desarrolló y murió en el mismo lugar