“Nosotros no lo planteamos como derrota, sino como un obstáculo más en el camino. Desgraciadamente los tribunales del medio ambiente son tribunales nuevos en que todavía hay deficiencias en el manejo e interpretación de leyes”.
Con estas palabras se refirió la Madre Superior del Convento Las Carmelitas Descalzas, María Elisa Castillo, al revés sufrido por la congregación en el Tribunal Ambiental de Santiago la semana pasada.
Las religiosas habían acudido a dicho organismo para impugnar el proyecto hidroeléctrico El Canelo, que a través de la empresa Energía Coyanco, se pretende instalar en San José de Maipo.
La iniciativa consiste en una central hidroeléctrica de pasada en el río Maipo, que busca generar energía para alimentar el Sistema Interconectado Central.
Uno de las zonas directamente afectadas por su ubicación es precisamente el monasterio de la orden, en el que se pretenden instalar tuberías que afectarían su estructura.
“Para poder ubicar los túneles tendrán que desmoronar toda la ladera norte de nuestra propiedad, va a caer el santuario de la Virgen, va a caer una ermita que tenemos para que la gente venga a orar. Va a caer todo eso, van a pasar su tubería por debajo; quedará el monasterio dividido en dos partes”, asegura la Madre Superiora.
El proyecto es propiedad del empresario Juan Claro, quien según la Madre María Elisa, no ha tenido ninguna capacidad de diálogo en las dos oportunidades que ha ido al convento.
Es más, acusa la Madre Superiora, al primer encuentro del 2014, “lo trajo el ministro Máximo Pacheco, cosa absolutamente ilegal. Un ministro de Estado trae a una de las partes que está en litigio con otra parte, para que nos exponga su punto de vista y él no escucha nada, él solamente quiere que le demos espacio. Aún más, se violentó con nuestro abogado que es Roberto Celedón”.
Pese a tener actualmente las cosas en contra, desde el convento confían en que primará el sentido común, sobre todo porque esta lucha no es solo de ellas, sino de toda la comunidad del sector que, en mayor o menor grado, sufrirán afectaciones.
“La gente no quiere que pasen los tubos por sus propiedades. Imagínese, hay propiedades de 5000 metros cuadrados que perderán 1000 metros cuadrados y van a quedar separadas una parte de la otra”, declara la Madre Superiora.
Más allá de la construcción y el plano material, desde el convento aseguran que no “venderán a Chile” y esperan que pronto los santiaguinos tomen conciencia de que el agua que beben es del río Maipo, mismo cauce que se verá afectado con el proyecto.
A la pregunta de cómo este proceso ha afectado el diario vivir del convento, la Madre María Elisa responde con una contra pregunta: “¿Qué pasaría si entraran ladrones a su casa toda la noche? Saque usted sus propias conclusiones. Eso sí, no olvide cómo vive la congregación”.
“Nuestro ser es una vida contemplativa, es decir, encontrándonos con Dios para poder transmitir toda la necesidad de este mundo, con la esperanza de que se puedan resolver las guerras, obtener la paz, transformar este sistema egocéntrico, antisolidario y comercial, para que realmente reine la concordia y la unión entre los seres humanos”.
Sin embargo no dejan de advertir que si las autoridades siguen haciendo oídos sordos a sus reclamaciones, las religiosas aseguran que acudirán a otras instancias y, de ser necesario, se presentarán ante organismos internacionales.
De momento, confían en la justicia de Dios.