¿Tú también Bachelet?

  • 22-01-2018

Esta frase atribuida a César  y dirigida a su amigo Brutus, al momento que este también le asesina, cae muy bien para parafrasear lo que acontece con las concesiones del Litio chileno a empresas tan deplorables como Soquimich, dirigida por el señor Ponce Lerou, yerno de Pinochet y gran profitador de la riqueza  social de Chile, gran corruptor de la élite política nacional y gran defraudador del Fisco.

Uno ha llegado a sentir simpatías por Bachelet, por haberse atrevido a iniciar reformas que la vieja Concertación nunca se atrevió a  asumir, ni siquiera en el pensamiento. Pero Bachelet es un personaje lleno de contradicciones. Cometió errores enormes en la electrificación a carbón, entregando autorizaciones a empresas transnacionales a contrapelo de todas las recomendaciones y juridicidad ambiental; entregó concesiones de un material no concesible, como el Litio a un consorcio Americano, cuando todos estamos atentos de las concesiones que ya antes Piñera había hecho a favor del mismo Ponce Lerou.

Bachelet y Piñera  han alentado la independencia del Estado de la administración de Codelco, con todo el peligro que ello encierra para la transparencia y para la conveniencia de la economía del estado. También Bachelet ha seguido otorgando pertenencias mineras a empresas extranjeras; no ha hecho nada para corregir las evasiones y elusiones tributarias de las mismas empresas mineras, cosa que queda de manifiesto en la cuenta del ministro de Bachelet, señor Valdés, señalando que las empresas mineras, propietarias soberanamente del 73% de  la explotación nacional del cobre (y otros minerales no declarados) prácticamente no estaban contribuyendo en nada a las arcas fiscales en los últimos tres años (en los otros años su aporte también ha sido burlescamente bajo).

Pero es esta misma Bachelet la que trabó la aberrante inversión de Hidroaysén  y lanzó el desarrollo de las energías renovables no convencionales, hasta darle a Chile una figuración mundial en estas iniciativas.

En fin, Bachelet parece tener una postura ambivalente frente al desarrollo del país. Creo que su pensamiento es de justicia social pero con prescindencia en las iniciativas públicas, excepto para alentar las inversiones privadas. Considero que esta es una postura legítima, que va en la onda de la ideología “concertacionista” de los últimos 30 años, pero profundamente equivocada para ser aplicada en un país como Chile.

Está equivocada porque Chile es un país subdesarrollado, con una muy alta porción de la riqueza nacional entregada  a manos privadas, con una muy sesgada y peligrosa realidad en la oportunidad y calidad de la inversión nacional, con una concentración aberrante del ingreso, con un retraso enorme en políticas modernas como Ciencia y Tecnología, educación y salud, con un gasto suntuario que crece como tumor y con una estructura tributaria que llevará a un endeudamiento creciente y obstructivo.

Está equivocada esa postura liberal y privatista, porque la pasividad del estado en materias de desarrollo, sólo conduce a  agravar los males de este pseudo desarrollo, que le llaman “crecimiento”. Sabemos que el crecimiento es importante, pero no cualquier tipo de crecimiento. Existe el “crecimiento empobrecedor” y existe el “crecimiento deformante” (monstruso). Es empobrecedor un crecimiento que estimula las inversiones de dudosa calidad, que privilegian el gasto y no la inversión, que activa las áreas declinantes o menguantes de la economía mundial, que enriquece a los factores externos en detrimento de los internos (acelerador y multiplicador keynesianos), que inhibe el crecimiento cualitativo del mercado interno (diversidad y calidad en la producción nacional), que privilegia el corto plazo en detrimento de las tareas de mediano y largo plazo, que desecha a un factor de enorme simbiosis, como es el estado, en las tareas del desarrollo.

Es deformante, cuando concentra excesivamente la riqueza en pocas manos; es deformante cuando se especializa en exceso en unos pocos factores de la producción, inhibiendo o descuidando la necesaria diversidad mínima, que es la que garantiza la menor vulnerabilidad a los ciclos; es deformante cuando no permite crecer los factores productivos nacionales, justamente por no cultivar adecuadamente los elementos que están detrás de ese crecimiento: educación, ciencia y tecnología, mercados de demanda para dichos factores internos.

En consecuencia, el legado de Bachelet, además de ambiguo es contradictorio e incompleto, sesgado y equivocado en un área central, pues nada saca con alentar una mayor distribución del ingreso si mantiene atada de manos y pies al único agente económico que puede lograr ese giro, dada la realidad de nuestra economía. Ese único agente con capacidad de ir dando un giro a esta realidad desigual y monstruosa es, quiéranlo o no, el Estado.

Claro que no postulamos un Estado centralista y burocrático, despótico ni tecnocrático. Postulamos un estado “moderno”, integrador y descentralizado, participativo y con gran organización de la sociedad intermedia. No queremos el “Ogro filantrópico”, sino una especie de “hogar público” donde la simbiosis de sociedad, Estado y empresas se convierte en una contribución virtuosa a la integración, a la superación y a la competitividad realista y futura para todos los aportantes, en un clima de honradez, de reglas del juego claras y equitativas.

Sin eso, no habrá desarrollo; puede haber más pan para hoy, pero de seguro podremos lamentar el hambre de mañana. La fatuidad de nuestro crecimiento así lo anuncia, pues estamos edificando sobre arena y sobre arena la constructibilidad es muy baja y muy precaria.

Por eso es que clamamos con esta expresión de César: ¿“También tú Bachelet”, que manifestaste amistad hacia Chile y su gente, que te atreviste a lanzar ciertas esperanzas al pueblo, vienes ahora a lanzar esta puñalada artera de entregar una riqueza que pertenece al pueblo todo a manos de una empresa  que se ha caracterizado por ser nefandamente corruptora y corrupta?

Bachelet, no eres tú la que esperábamos. Debemos aguardar por otros.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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