Señor Director:
El hombre de carne picada de roto chileno, condimentado con pimentón de campo y pimienta de feria, aromatizado con un toque de romero del Cristo de Elqui y manzanilla de las tierras de Cervantes, escritura de boldo digestivo y hierba luisa antiespasmódica, de tinta maqui y olorosa menta, envuelto en tripas de quiltro, cortado y servido en hojas de parra sobre bandejitas de Las Cruces, ha muerto. Pero, habrá de resucitar entre versos de salón y quebrantahuesos esparcidos, porque este hombre, ¡un embutido de ángel y bestia!, es el hombre imaginario de un Chile imaginado. ¡Hasta siempre Nicanor!
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