¡Paren de llorar!

  • 27-01-2018

Desde el momento que el electo presidente Sebastián Piñera dio a conocer su nuevo gabinete, que los reclamos y pataletas de parte de los condicionales del actual gobierno y de personeros del Frente Amplio y otras organizaciones de la dizque izquierda no han cesado.

Qué el futuro ministro de educación está contra la gratuidad; qué Isabel Plá, del Ministerio de la Mujer está contra toda forma de aborto; qué Moreno, no tiene ni idea de lo que son las necesidades de los pobres como para encabezar un ministerio social; qué lo más granado de la concentración del capital nacional está representado en el gobierno de Piñera; qué ahora sí que viene la retroexcavadora a poner fin a los avances de Bachelet y suma y sigue.

¿Y qué querían?

La social demócrata coalición “Nueva Mayoría” fue la fiel continuadora de los vagos preceptos ideológicos de la otrora todo poderosa Concertación, cuya máxima se resumía en la mantención del sistema económico-político heredado de la dictadura, con algunos cambios cosméticos que lo hicieran más digerible por la ciudadanía, pero nada que tocara las estructuras vitales del mismo.

Ese accionar incluía, lenta pero inexorablemente, el despojar al ciudadano chileno de todas sus capacidades críticas y de sus conocimientos cívicos, para convertirlo en un cliente-consumidor, cuyo acto final es el sobre endeudamiento vía tarjetas de créditos y, de esa manera, alejarlo de la política como actividad esencial de una sociedad democrática, para dejarla en manos de una casta auto imbuida de un áurea de conocimientos técnicos, auto reproducida y, como se ha venido sabiendo ahora, entregada en una buena parte de ella a la connivencia desvergonzada con los intereses depredadores del gran capital.

Pero la Concertación y la Nueva Mayoría se equivocaron profundamente en un aspecto central.

La cantidad de información vía redes logró que estos clientes-consumidores, comenzaran a despertar y se dieran cuenta que la época de ofertones estructurales no pasaban de ser simples campañas marqueteras para aferrarse al poder y hablar con el puño izquierdo enarbolado y la mente en el lado derecho del corazón, sin contar con el hecho que la corrupción llegó al centro de la coalición, cuando el hijo y la nuera de la presidente Bachelet se vieron envuelto en un escándalo inmobiliario, donde estaban asociados a turbios personeros de la UDI. Esto derivó en una violenta baja en la popularidad de la presidente, golpeando fuertemente la credibilidad en los partidos que la apoyaban y que también estaban salpicados con platas corruptas de la empresa SQM, de propiedad del yerno del dictador.

Por lo que la oferta de la derecha, tan corrompida y corruptora como la Nueva Mayoría, aparecía como más tentadora.

A fin de cuentas, si las mentiras son las mismas, si el sistema no va a cambiar en lo substantivo, si la corrupción es igual en ambos lados y la social democracia no tiene ningún grado de superioridad moral y la derecha ofrece más de lo mismo, pero con una supuesta mejora económica, obviamente que no hay donde perderse y el electorado le dio su votación.

En lo personal no me cabe duda alguna que el gabinete de Piñera fue conformado para demoler los pocos avances de Bachelet y para profundizar sin anestesia el sistema de protección al gran empresariado nacional, a costa de la salud, la educación y las jubilaciones de la mayoría del país, así como a favor de la depredación de los recursos naturales, de una mayor concentración de la riqueza en pocas manos y la vuelta atrás en lo mal llamado valórico.

Pero es lo que las elecciones mandaron y es consecuencia directa de la derechización del actuar de la social democracia chilena y de la inconsecuencia brutal entre la oferta de campaña y la pobre oferta de gobierno en todos los ámbitos.

Hay que reconocerle a Bachelet el tema del aborto en tres causales y una insuficiente y retorcida gratuidad en educación, pero gratuidad al fin, pero no mucho más que eso.

Entonces, si la derecha ganó en buena lid y la Nueva Mayoría no tuvo argumentos suficientemente sólidos como para retener el poder, significa que Piñera tiene todo el derecho a cumplir sus promesas electorales, tanto las explícitas, como las implícitas, que son las duras, las verdaderas y, por lo tanto, su única opción para llevarlas a cabo es con un gabinete que le dé garantías a él, a su gobierno y a sus electores que cumplirá con su programa.

Los deudos de la Nueva Mayoría que vayan a llorar a la FIFA.

O comienzan a comprender que perdieron por paliza y se dejan de lloriqueos sin sentido y se dedican a recomponerse ideológica y orgánicamente para tratar de ser alternativa en cuatro años más, o se acostumbran a ser oposición por un largo período, para bien o mal del país.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X