Señor Director:
Nací y me desarrollé en un Chile con varias “colonias” de diversas nacionalidades: alemanes, españoles, italianos, palestinos, sirios, yugoeslavos (actualmente croatas), israelitas, entre otras. Al menos en Santiago, se asumía con total naturalidad, que sus miembros se organizaran y tuvieran estructuras y actividades propias. Todo lo anterior adquirió expresión concreta y tangible en la creación de, por ejemplo: colegios (Escuela Italiana, Colegio Alemán, Alianza Francesa, otros), estadios (Estadio Israelita, Estadio Sirio, Estadio Alemán, otros), clubes, restaurantes, entre otras estructuras y actividades.
No estoy seguro si en todas ellas, pero sí sé que, en varios de sus clubes y estadios, los “chilenos” no podíamos entrar y en algunos, los “chilenos” no podíamos hacernos socios.
También sé que, en varias de esas colonias, era “mal visto” que sus jóvenes se casaran con chilenos o chilenas.
Si contrasto esa experiencia de vida, con la actitud de los ciudadanos y los medios chilenos, ante la inmigración actual, no deja de llamarme la atención la enorme diferencia.
Seguramente las explicaciones son muchas y de muy diversa índole. No obstante ello, me parece necesario que tomemos conciencia de ello, reflexionemos al respecto, y que, ojalá, generemos debates lo más participativos y serios posible.
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