El sistema 10×4, aplicado por ley en el 1008, está obsoleto por cuanto entonces no existían los vuelos nocturnos regionales ni el servicio de venta de a bordo.
La huelga de Lan, Lan Express, LATHAM, en el fondo todo es lo mismo, tuvo su principal causa en las jornadas laborales, además de otras no tan relevantes para el pasajero pero sí, para los que trabajan en aire y tierra.
-Llegas a las dos de la tarde de un vuelo ida y vuelta a Arica o Punta Arenas, que se inició a las cinco y media de la mañana cuando te fueron a buscar a casa (en la nueva compañía Smart.com, que significa encanto en inglés, pero de eso no tiene nada, el personal debe llegar por su cuenta al aeropuerto y comprar su uniforme, en Sky las maletitas con ruedas a menudo están estropeadas y con una rueda faltante)) y a las diez de la noche de nuevo para otro vuelo-me explica una sobrecargo
La realidad es que la tripulación, en un trayecto a zonas extremas con escalas en Antofagasta si es al norte (Arica) o Puerto Montt, al sur (Punta Arenas), apenas tiene tiempo para respirar.
Son las seis treinta y cinco de la mañana, los pasajeros abordan el Airbus. La tripulación los saluda, ubica en sus respectivos asientos pues muchos no dan con el correspondiente, les acomodan el equipaje en el portamaletas. Viene el protocolo de despegue, cerrar puertas, deshabilitar toboganes, verificar que todos estén sentados como corresponde con el respaldo en posición vertical de la misma manera que la bandeja. En LAN, las instrucciones de seguridad son proyectadas en pantallas individuales. En Sky aún son tres funcionarios distribuidos en el pasillo que las ofrecen con sus nuevas tenidas jeans como uniforme economy.
Apenas el avión alcanza su velocidad crucero viene el suplicio, el IVA que le faltaba al personal, el ofrecimiento, distribución y venta de productos, con pasada de tarjeta de crédito o pago con un billete de veinte mil pesos por un café de mil y el lío del vuelto; no siempre hay sencillo.
El vuelo de hora veinticinco apenas da abasto para que sirvan a todos los pasajeros, a menudo indecisos pese a la precaria oferta. Inmediatamente después viene el recogimiento de la mugre (vasos, papeles celofán, servilletas)
Y acto seguido el protocolo de aterrizaje. En Antofagasta o Puerto Montt descienden algunos pasajeros a quienes se les ayuda para sacar sus bolsos del portamaletas, y a los 20 minutos suben los que se suman a quienes viajan a los aeropuertos extremos. En esos escasos minutos deben vigilar a quienes permanecen a bordo: sentados, con cinturones desabrochados debido al reabastecimiento de combustible. En la otra hora y media restante de vuelo, el mismo cuento.
Lo más grave es que en destino, a los veinticinco minutos ya están embarcado a los que viajan en sentido contrario a Antofagasta o Puerto Montt, como ejemplo de escalas y a Santiago. Puede ocurrir que dos horas después el mismo equipo ya en la capital, sea destinado a un trayecto corto, Concepción por ejemplo. “Entonces solo ofrecemos servicio a quienes levantan el dedo”, me advierte un sobrecargo-. “En 35 minutos imposible hacer más. En los viajes con turbulencias, los pasajeros alegan porque suspendemos el servicio”.
Han trascurrido cerca de diez horas, y es probable que siete más tarde haya otro trayecto que cumplir.
Las tres empresas en una, dividas también para evitar grandes sindicatos, dan como ejemplo otros países, donde las condiciones son peores. En LAN Ecuador la tripulación almorzó durante un año un paquete de papas fritas y una bebida.
Un martirio para el pasajero que si tiene negocios importantes o un funeral, por mencionar algunas emergencias, debió pagar hasta un millón de pesos por un pasaje que low cost, no pasa los setenta mil. Ni hablar del mochilero japonés que invirtió todos sus ahorros del año para visitar las Torres del Paine en las vacaciones y quedó clavado en Sanhattan.
La competencia, abusadora, hizo su tesoro durante el paro.
Estas negociaciones anuales, no son improvisadas, y el personal se asesora de psicólogos y abogados para sus peticiones.
El riesgo para la aerolínea es su alianza a conglomerados de compañías que no toleran paros, pero esta semana, la chilena tuvo suerte; hay huelgas en siete grandes aliados de Francia e Italia incluidas. Pero nada sirve de consuelo para quienes teníamos que viajar, pero sin la solvencia para costear la usura de la competencia y la intransigencia de los ejecutivos de la línea en paro.
Grave equivocación, en consecuencia,de quienes sostienen de que los tripulantes ejercen un trabajo liviano y bien pagado. Ni lo uno ni lo otro es efectivo.