Estas reflexiones nacen ante los recientes fenómenos, mediáticos y reales, del “Me too” a nivel internacional, y en Chile, del Servicio Nacional de Menores (SENAME) y las respuestas habidas ante la inmigración masiva.
En todos estos casos, se trata de actuaciones de seres humanos, aparentemente desprovistas de “humanismo” y “civilización”.
En el caso del Me too, se trata del abuso de las mujeres por parte de los hombres, hecho que atraviesa la geografía y la historia, en el caso del SENAME se trata de maltrato infantil (de niños que llegaron al SENAME, es decir niños que han tenido una vida muy difícil), finalmente en el caso de la inmigración, se refiere a la resistencia, expresada muchas veces de forma poco civilizada, por parte de los chilenos ante la llegada masiva, y, reconozcámoslo, de forma desordenada y desregulada, de extranjeros a vivir en Chile, en especial de América Latina y El Caribe, con una alta proporción de personas con la piel de color “negro” y de personas con rasgos “altiplánicos”.
Como la elaboración de estrategias de enfrentamiento de problemas y desafíos, con probabilidades de ser exitosas, requiere que tengan fundamentos realistas, me he hecho las preguntas siguientes: ¿los seres humanos somos o no una especie animal? De ser animales ¿somos superiores? Inclusive hay, al menos un autor, que plantea que hemos alcanzado la categoría de “dioses”, al estar creando y modificando la “vida”, anunciando la creación de seres “amortales” (seres que, de no mediar, su destrucción física, no morirían).
Intuyo que las respuestas correctas a estas preguntas son un insumo esencial para abordar con éxito el tema de la violencia humana.
Cuando revisamos la historia “reciente” de la humanidad, vemos que la violencia está presente en todos los lugares y todos los días, basta recordar que las guerras, el terrorismo, de estado y no de estado, los genocidios, etcétera, nunca han desaparecido, también que los índices de criminalidad aumentan a la fecha; todo ello cuando se supone que hemos alcanzado un alto nivel de desarrollo humano y de civilización. Sin embargo, está pátina de desarrollo y civilización parece estar constituida por una capa mono celular o incluso mono molecular, pues la violencia más cruel e inhumana aparece tan fácilmente en pueblos y países reconocidos como con alto nivel de desarrollo y civilización, y también en personas “bien educadas”.
Cabe entonces preguntarse, a que le hemos llamado desarrollo humano y civilización, quizás a un desarrollo científico – tecnológico y económico – industrial, pero no a un estado de evolución superior del ser humano, que incluya por ejemplo, su desarrollo emocional, hasta ahora muy abandonado por los sistemas educacionales, y, ante los resultados obtenidos, donde también han fracasado las diferentes religiones, en las que, aparentemente, muchos sistemas educacionales delegaron la responsabilidad de la formación valórica, espiritual y emocional.
En consecuencia, uno debe preguntarse si la violencia es parte constitutiva del genoma humano, quizás como un mecanismo de defensa del individuo y de la especie. Esta forma de verlo apunta a que el “problema no tiene solución”. En términos de corto plazo, es probable que así sea, dado lo siguiente:
La especie humana se renueva cada 30 años, lo que significa que en los últimos 5.000 años (Historia), ha habido aproximadamente 166 generaciones, y en los últimos 2.000 años (monoteísmo) aproximadamente 66 generaciones, por lo que la evolución darwiniana ha tenido pocas oportunidades de expresarse (Entiendo que hay virus que alcanzan las 166 generaciones en menos de un día y que hay bacterias que lo hacen en menos de un mes). Ignoro cual es el nivel de mutaciones del genoma humano, inducidas por virus, pero entiendo que no habrían jugado un papel significativo.
Con respecto a la evolución darwiniana, que sabemos que en el corto plazo no jugará un papel relevante: Con optimismo podría llevar a la selección natural de seres no o menos violentos, más capaces de anticiparse, adaptarse y generar los cambios, sin embargo, también podría lugar a la preeminencia de los seres más violentos.
En consecuencia, si lo anterior fuera cierto, la gran renovación del ser humano, en el tema de la violencia, debería ser producto de su desarrollo intelectual, emocional y ético-moral, lo que significa que hay que hacer cambios en la educación en general y en la educación emocional, ética y moral en especial.
Tremendo desafío, para la Política, Sociología y Educación, entre otras disciplinas y actividades humanas.
Confío que la humanidad lo logre.
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