Alguien está esperando

  • 16-05-2018

 

Son invisibles para quienes viajan a través de las carreteras del litoral mediterráneo español. A menos que el viajero sea un consumidor de sexo expedito. Esos sí las ven, detenidas en los cruces, rotondas  o polígonos junto a la señalética o a la sombra de un árbol. Para las familias que van en viaje, ellas son parte de un paisaje vial porque sus atención está en la ruta, en el destino y los obstáculos que se presentan para alcanzarlo y no en esos cuerpos semidesnudos detenidos, con los brazos en alto. Son las prostitutas a la espera de que algún automóvil se detenga y compre sus servicios express, una transacción que se realizará de seguro en el auto del conductor, para continuar luego su camino. Algunas no viven para contarlo. Son presa fácil de degenerados y asesinos que se ensañan con ellas, quienes en su mayoría no cuentan con una residencia y documentos que permita extrañarlas si ya no regresan a casa por la noche.

El fotógrafo Txema Salvans decidió fotografiarlas pero lo hizo bajo tres premisas fundamentales. La primera fue la distancia, de modo de proteger la identidad de esas mujeres sin revelar por ello detalles de sus rostros o cuerpos. La segunda, fue la luz y para eso optó por el mediodía, cuando ésta cae sobre las cabezas y las tierra perpendicularmente, como una daga. Una luz que lo ilumina todo de manera rotunda. La decisión más importante de la serie de fotografías llamada The waiting game es, el momento de la captura y que responde al de la espera. Para que esa foto fuera natural y no producto de una pose de sus modelos accidentales, es que el profesional decidió vestir una chaquetilla amarilla y sobre un atril, puso la clásica cámara geomensora, que era, en verdad, su propia cámara pero de idénticas características a las de los técnicos, de modo que Salvans era el topógrafo que no revestía ningún peligro ni alerta para las mujeres. Él era el hombre invisible que ellas ignoraba. Así, las retrató en el natural hastío de saberse solas esperando a un cliente.

Esta serie de fotos estremece en su pornográfica realidad. Mujeres que buscan ser vistas pero que son ignoradas por la mayoría y solo visibles por sus eventuales clientes. Que están allí día tras día y desaparecer de pronto, sin que se las extrañe.

La mismas premisas en lo relativo a la distancia, la luz y el momento, utilizó nuevamente este fotógrafo español para captar a otros poco convencionales modelos en actitud de espera. Esta vez buscó a pescadores urbanos, hombres y mujeres, que con su caña estaban a la expectativa de la captura de peces en lugares que resultan insólitos, como puede ser una acequia o en la represa de una hidroeléctrica cuyas aguas están altamente contaminadas. Una vez más, los fotografiados no se percataban de la sesión fotográfica de la que eran parte cuando  lo que estaba junto a ellos era un silencioso topógrafo. De nuevo, Txema Salvans develó otra de las múltiples formas de la desolación que implican estas esperas.

Lo cierto es que nuestra vida es una permanente forma de espera. No solo por las filas habituales que debemos hacer hoy para los infinitos trámites. Estamos a la espera de que todo se desarrolle y tenga un buen desenlace: el trabajo, los estudios, la salud, la educación, la amistad, el amor y la muerte. Y si pudiéramos tener una serie fotográfica de nosotros mismos en nuestros momentos de espera, nos asomaríamos a un lado desconocido pero que compartimos.

En este momento, en algún lugar del mundo, “alguien está esperando dar su primer beso, alguien está esperando que lo torturen”, dice el fotógrafo.

Alguien está esperando una mejor vida, decimos nosotros.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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