Señor Director:

Aquellos que dicen luchar por la libertad y la democracia en Venezuela son variopintos. Van desde la derecha extrema, capitalista y neoliberal, hasta sectores oportunistas de centroizquierda que lucen llenos del más puro idealismo. Todos, en Latinoamérica a través del “grupo de Lima” y en el viejo continente como Unión Europea, sirviéndole de vagón de cola al halcón imperial estadounidense. Porque solo siendo políticamente ignorantes o hipócritas consumados pueden desconocer que la libertad y la democracia no pueden existir al margen de una sociedad  determinada, sino inmersas y sirvientes del sistema económico y político que las cobija.

Así, los países latinoamericanos y europeos dominados por el neoliberalismo no conciben otra libertad y otra democracia  que las que ellos permiten, llenas de injusticias sociales, mercantilistas y entreguistas de sus riquezas naturales al capitalismo internacional. En una palabra, solo conciben su libertad y su democracia, que no son otras que aquellas que perpetúan la concentración de la riqueza en pocas y abusivas manos mediante la explotación del hombre por el hombre.

Aunque se moteje de “obsoletos” a quienes dicen con Marx que el Estado es un órgano de dominación de clase, un órgano de opresión de una clase por otra, la cruda realidad del día a día demuestra lo contrario: en los países capitalistas neoliberales la clase de los patrones, hoy “empresarios exitosos”, domina y oprime mediante los poderes fácticos, especialmente las Fuerzas Armadas, a la clase obrera, hoy la clase trabajadora.

En este contexto se ubica la lucha que desde hace años vienen librando los imperialistas estadounidenses contra el pueblo venezolano, quien a pesar de crisis y sinsabores sigue apoyando al gobierno de la revolución bolivariana. Ante la actitud digna del pueblo y las Fuerzas Armadas de dicho país se ha estrellado el boicot económico, financiero y comercial de capitalistas yanquis y derechistas venezolanos; también han fracasado en su intento desestabilizador a pesar de haber alineado tras de sí a sirvientes latinoamericanos y europeos de todos los pelajes, que perdieron de vista hace rato la palabra dignidad.

Fracasados todos los intentos golpistas de neoliberales  y sirvientes, el gran imperio ha comenzado a decir que no descarta la intervención militar, para lo cual, como siempre y para que no se note tanto, busca la complicidad de gobiernos subyugados afines latinoamericanos y europeos.

Sería bueno preguntarles a la oposición venezolana y a los inmigrantes venezolanos en Chile que boicotearon el último proceso electoral, qué sistema político y económico conciben ellos para que haya libertad y democracia y si están de acuerdo con una intervención militar extranjera en su país; resultaría muy clarificadora su respuesta.

Ante estos graves hechos, los progresistas y antiimperialistas de todo el mundo no podemos permanecer de brazos cruzados. El gobierno y pueblo bolivarianos necesitan con urgencia la solidaridad activa e inmediata de todos aquellos que no se cansan de luchar en sus respectivos países por una patria digna, libre y soberana, único caldo de cultivo para que germinen, prístinas, una libertad verdadera y una democracia auténtica que abarquen a todas y todos.