Señor Director:
Mi nombre es Isidora Martínez, soy católica y vengo a exponer mi opinión sobre la actual situación de nuestra Iglesia Chilena.
Resulta tentador caer en la banalidad de ufanar el problema que está atravesando la comunidad eclesial chilena, pero me conmueve y me apena ver como una Iglesia que tradicionalmente luchaba por los más desvalidos, los más pobres, los más vulnerados, los más débiles, los más necesitados, ha perdido su esencia misma. Un ejemplo claro de ello, son el Cardenal Raúl Silva Henríquez y el Padre Hurtado, -entre otros-, que, aparte de ser grandes protagonistas de la historia de Chile, fueron representantes genuinos del pensamiento de la Iglesia Católica, siendo así su meta fundamental lograr el respeto por la persona humana, por los más necesitados y la opción por los más pobres.
Entonces, me pregunto, ¿Qué pasó? ¿En qué nos perdimos? ¿Qué sucedió en el camino? Ahora, con la venida del Papa Francisco, salió a la luz todo lo que por mucho tiempo se ocultó.
La Iglesia se ha alejado en gran medida del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII, quién lo anunció el 25 de Enero de 1959, y del pasado Documento de Puebla, proclamado el 28 de Enero de 1979 por el Papa Juan Pablo II, los cuales declamaban y luchaban por el respeto, la dignidad e igualdad de las personas.
Lamentablemente, y a mi pesar, la Iglesia se ha eximido del dogma más importante y, supuestamente, más inherente que es la preferencia por los pobres, por los excluidos, por los que sufren.
La iglesia es como mi madre, a veces media ciega, a veces media sorda, los años le han pasado la cuenta, a veces se equivoca, me reta injustamente, pero es mi madre y la quiero igual.
Siento y espero, desde lo más profundo de mi corazón, que salgamos renovados de esta crisis. De todas las dificultades se aprende algo nuevo. No podemos y no debemos seguir como antes, sino que debemos aprender de nuestros errores. Debemos pasar a ser sujetos activos dentro de nuestra Iglesia y dejar de ser sujetos pasivos. Creo que es urgente que nuestros pastores se vuelvan a conectar nuevamente con la gente, que salgan a las poblaciones, a las calles y que se enchufen con la realidad de nuestro país para vivir el Evangelio tal como Jesús lo vivió. Invito a todos y a todas a realizar una profunda reflexión y a orar por restablecer nuevamente las confianzas con nuestra Iglesia.
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.