Seleccionados medios de prensa traen diariamente noticias del genocidio de la población musulmana perpetrado en Yemen por la nefasta tiranía de Arabia Saudita, incluyendo desgarradoras fotografías de niños y mujeres muertos, desnutridos y mal heridos, gracias al moderno armamento, entrenamiento y apoyo logístico proporcionados por los EE. UU. y el Reino Unido, entre otros países autodenominados civilizados. Semejantes horrores traen a la memoria las noticias y los documentos gráficos de los genocidios perpetrados en Polonia, Ucrania, Rusia y los países bálticos por las tropas del ejército alemán y sus secuaces nativos, durante la Segunda Guerra Mundial, y el lector asombrado se pregunta cómo pueden repetirse tales horrores sin despertar indignación y repudio global. Sin embargo, brutalidades similares se repiten en nuestro continente, ya que en la frontera de México/EE.UU. en las últimas seis semanas aproximadamente 2300 niños han sido separados de sus padres qué buscan refugio en los EE.UU. de la violencia y la pobreza en Centroamérica y México, y se cree que en los últimos tres años cerca de 15000 niños hispano parlantes han sido apartados de sus familias y colocados en sanitizados campos de concentración e incluso de varios ellos se ha perdido el rastro, en una maraña maligna e irresponsable de negligencia burocrática. El año 2017 aproximadamente 500 inmigrantes latinoamericanos encontraron la muerte tratando de cruzar la frontera de México a los EE.UU., tres veces más que el total que hallara similar y triste destino en la muralla de Berlín durante los 28 años de la existencia de esta. Semanas atrás una adolescente hispánica, desarmada e indefensa fue asesinada por un guardia fronterizo de los EE. UU., quien, sin mediar provocación o razón alguna, le disparó a quemarropa con un arma de alto calibre.
El inquilino de la Casablanca diariamente multiplica su monserga irracional y racista en contra de los inmigrantes, incluyendo a los musulmanes y a los latinos americanos, a quienes tilda indiscriminadamente de criminales, de terroristas y de violadores, de drogadictos, de animales salvajes y de pandilleros, al mismo tiempo que siguiendo sus directivas se realizan redadas, a menudo violentas, y deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados que han vivido y trabajado por decenas de años en el país. Es indudable que para la prensa y los gobiernos de Latino América la situación del Yemen musulmán pareciera estar muy lejana, a pesar de que no debiera ser así en esta época globalizada, con una gran riqueza de medios sociales de difusión y con los antecedentes europeos de hace 75 años atrás. Esta lejanía, tal vez podría explicar el silencio de ellos acerca de esa situación, sin embargo, la afonía aguda y asombrosa de hasta hace unos días atrás, sobre los sufrimientos y los vejámenes a los inmigrantes hispánicos en la frontera mexicana estadounidense y al interior de los EE.UU., parece fuera de lugar e inexplicable; pero tal vez no debiera extrañarnos ya que los cancilleres reunidos en la OEA hace algunas semanas atrás también la ignoraron totalmente. Malgastando sus energías en tratar de anular por secretaria y con incantaciones mágicas las elecciones llevadas a cabo en Venezuela, pisoteando el principio tradicional de no intervención y preparando tal vez el camino para justificar el terrorismo foráneo y autóctono, con el objetivo derrocar al gobierno de ese país e instalar un régimen a la Pinochet plus.
En este contexto, es asombroso ver como nuestros gobiernos y cancilleres han internalizado obedientemente el racismo expresado hace ya tantos años por el Sr. H. A. Kissinger, cuando expresan al igual que este, que no se debe respetar la voluntad de los votantes venezolanos en la última elección, ya que ellos parecieran ser tan irresponsables como los votantes que eligieron a S. Allende como presidente de Chile. El desarraigo y la amputación de nuestra identidad e historia que tal actitud trasunta seria risible si ella no manifestara la total fractura que ella representa, entre la mayoría de las elites latinoamericanas y los intereses de la población que ellas dicen democráticamente representar. Esto porque los pronunciamientos de los cancilleres abonan y pavimentan irresponsablemente la potencial intervención bélica en Venezuela con terroríficos resultados sobre la población civil, especialmente mujeres y niños, como ha sucedido y continúa sucediendo diariamente en Irak, Afganistán, Siria y Yemen. En este juego, de preparar el camino al apocalipsis guerrero, nuestro canciller ha jugado un rol protagónico, a pesar de su penoso y enclenque intercambio con el canciller venezolano en la OEA, y las pretensiones falaces de El Mercurio de hacer de el un criollo y matador Cid Campeador. La diplomacia del canciller Sr. Ampuero Espinoza parecieran evidenciar que la derecha y su gobierno, imposibilitados por ahora de continuar manchándose las manos con sangre chilena en gran escala, desea proyectar su encarnizamiento histórico con los que no piensan como ellos, más allá de los Andes.
En este proceso nuestros gobernantes se convierten, no como generosamente lo dijera Neruda en “amables yanaconas”, sino más bien que en perversos cipayos, ya que sus políticas están muy alejadas de servir e integrar a Hispanoamérica, contrastando con aquellas de uno de los fundadores de nuestra diplomacia y de nuestra universidad, el venezolano Don Andrés Bello. Las políticas de A. Bello, basadas en el respeto irrestricto a la soberanía nacional, en la no intervención y en los privilegios mutuos, favorecían a los países hispanoamericanos, ya que como decía el, entre ellos “hay una alianza formada por la misma naturaleza” (ver R. Barros, Estudios Internacionales, Enero-Marzo,1982, U. de Chile). Nuestro canciller en su abandono imprudente de la tradición diplomática chilena haría bien en leer además a otro venezolano, rector también (subrogante en 1931) de la U. de Chile, en representación de los alumnos, Mariano Picón Salas, quien dijo refiriéndose a Hispanoamérica, “Veremos entonces que lo que nos une es mucho mayor que lo que nos separa; que el aislamiento es lo que nos entrega a la voracidad (agresión) extranjera”. En la Europa de los 1930, con el fascismo ascendiendo, hubo una pléyade de intelectuales que vislumbraron y que previnieron en su arte contra la barbarie que se avecinaba, y entre ellos destacan una serie de pintores expresionistas alemanes como George Grosz, cuyo cuadro reproducido aquí, “Un esqueleto de a caballo”, pareciera representar pavorosamente el galope al terror y a la guerra, que las políticas del canciller Sr. Ampuero implícitamente propician para nuestro continente y que debieran ser combatidas, para evitar el salvajismo y la inhumanidad de su desenlace.