El 30 de junio ingresaban en el hospital de Salisbury, al sur de Inglaterra, Dawn Sturgess, de 44 años y Charlie Rowley, de 45 años, tras haber manipulado un “objeto contaminado” que resultó ser Novichok.
El viernes pasado la policía británica anunció haber encontrado una “pequeña botella” con veneno en el domicilio de la pareja. El hermano de Charlie, Matthew Rowley, ha afirmado en la BBC que dicha botella se trata de un frasco de perfume que Charlie había recogido en la calle, aunque desde Scotland Yard no se han hecho declaraciones al respecto.
La sustancia, que acabó con la vida de Dawn Sturgess la noche del 8 de julio, podría ser la misma que intoxicó al espía doble ruso Sergei Skripal y su hija Yulia hace ya cuatro meses. No solo coincide el tipo de veneno, la pareja británica fue encontrada en Amesbury, una ciudad a tan solo 10 kilómetros de Salbury, donde fueron contaminados Sergei y Yulia.
Con la muerte de Sturgess la policía abrió una investigación por asesinato y próximamente los agentes responsables del caso realizarán un test para determinar si se trata o no de la misma sustancia. Su principal objetivo ahora es descubrir “de dónde procede esta botella y cómo llegó al domicilio de Charlie”, todavía en estado “grave”, aunque estable.
“Esta terrible noticia sólo refuerza nuestra determinación para resolver la investigación, identificar y enjuiciar a los responsables”, declaró la primera ministra británica, Theresa May, tras conocerse la muerte de Sturgess.
Desde el primer episodio, todas las miradas han apuntado a Rusia y, a pesar de que el espía doble y su hija se recuperaron semanas después de ser contaminados, la noticia originó entonces un grave conflicto diplomático, que ahora parece retornar.
Por su parte, el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov, ya rechazó en una rueda de prensa la idea de que ambos casos estén vinculados: “No estamos al tanto de que Rusia haya estado de alguna manera asociada a ello. Consideramos que sería en todo caso bastante absurdo”.