“Para mí era muy importante esta exposición porque la última muestra individual en Chile fue el año 2012, en esta misma fecha”, comenta Nury González, artista visual, académica y directora del MAPA. Sentada en una de las salas del museo que dirige desde hace poco más de 10 años, añade: “Todas mis energías, mi imaginario y mi creatividad han estado en cada una de las muestras del MAPA. Por eso era tan importante para mí saber qué iba a pasar con esta exposición, porque ha sido como recuperar el poder de armar una obra visual de mi línea de trabajo autoral, volver al placer por las texturas, las imágenes, los textos, los cruces”.
Y todo eso está presente en Todas las horas del día, muestra que Nury González inauguró el 11 de octubre y que se podrá visitar hasta el 15 de noviembre en D21 Proyectos de Arte. “Yo debería haberla hecho el año pasado, pero hubo un momento en que dije ‘no ha cuajado todavía’, porque yo soy muy lenta, entonces la pospuse para este año”, recuerda la artista, quien siguió recolectando materiales y macerando las ideas que desde hace un tiempo venían dando vueltas en su cabeza.
“Sabía que quería trabajar con cenizas”, dice la profesora González, quien guardó las cenizas que generaba tanto la cocina como la estufa de su casa en el sur durante cinco años.“También sabía que había un texto de Derrida, Feu la cendre, que es una mirada sobre todos sus textos que hablan de cenizas. Pero busqué y leí mucho, con esa obsesión mía de relacionar texto e imagen”, añade.
A ello se sumaron los bolillos que recolectó en cada uno de sus viajes -“de los cuales pende el hilo de la letra”, dice-, usando para esta exposición aquellos que vienen “de la Ciudad de Almagro, en España, donde nació el conquistador Diego de Almagro, considerado descubridor de Chile”, comenta la artista. Del mismo modo, la lana apolillada que guardó por tres años, objetos familiares y también las telas que mandó a hacer en su momento, sin saber muy bien para qué.
“Son todos pequeños tesoros para mí”, dice sobre los objetos que forman parte de esta exposición que, a partir de la figura de las Moiras o Parcas de la mitología griega -“que son las que hilan el destino”, cuenta Nury González-, invita a reflexionar en torno al tejido como puesta en crisis de la linealidad de los relatos e historias. Y en esa invitación, cruzada por textos de Jacques Derrida y Patricio Marchant, un guiño a su propia historia a través de objetos, fotografías y hechos que hacen referencia a su memoria familiar.
Encontrarse con la frase “Cuerpo hay ahí…” o con las cenizas, inevitablemente hace pensar en otras obras suyas. Por ejemplo, la obra que expuso cuando se cumplieron 100 años de la matanza de Santa María de Iquique.
Sigo trabajando con los mismos textos porque me hacen sentido, porque creo que siempre están vigentes. Pueden pasar los años e inevitablemente “cuerpo hay ahí”. De hecho, esa obra que recordaste era una tinaja llena de cenizas que afuera tenía pintado con óleo azul cobalto “los nombres”, porque eran todos los nombres, de todos los trabajadores, que también son todos los cuerpos. Y los textos de Derrida están cruzados con imágenes de cruces de fronteras, que son los cruces de frontera de España hacia Francia, pero que también podrían ser de ahora, porque el drama de la migración es absolutamente contemporáneo. Sólo hay que mirar la impactante caravana de migrantes que va desde Honduras hacia Estados Unidos, o lo que sucede en el sur de Europa. Entonces, hay una cosa bien gris que tiene que ver con eso. Es más, la única cosa cromática que hay en la exposición es una fotografía a color junto a unos zapatos rojos, con un texto que dice “El que sueña puede más que el que no sueña”, porque creo que, finalmente, soy de una generación marcada por una historia, una historia de país, una historia familiar. En ese sentido, uno siempre va a seguir soñando un mundo que sea más justo y más solidario, a pesar de que estamos viviendo en un mundo que no es nada de justo ni de solidario.
Pero precisamente al otro lado del muro hay una fotografía en blanco y negro, junto a unos zapatos negros.
Yo pinté toda la galería gris, salvo ese muro que por ambos lados está de un gris más celestoso. Y a cada lado puse un velador de los años 50 –época en que llegaron mis abuelos a Chile–, sobre los que atornillé un par de zapatos rojos y una fotografía a color, en un lado, y un par de zapatos exactamente del mismo modelo pero negros y una fotografía en blanco y negro, en el otro. A cada lado una sábana, esas de cáñamo que se usaban entre fines del XIX y principios del XX, que he traído desde Toulouse, Francia, bordadas con el texto “La palabra es la prueba de que algo existió” en el lado de la foto en blanco y negro, y con el texto “El que sueña puede más que el que no sueña” en el otro lado, porque, volviendo a lo anterior, creo que el que es utópico puede romper las barreras, el destino.
¿Lo que supuestamente determinan las Moiras, no?
Claro. Por eso es que, enfrentando a las Moiras, que son las que hilan y decidirían cuán larga es tu vida, está este marco/cuadro en el que metí toda la lana apolillada que guardé por tres años, como contrapunto de que este hilo se puede cortar en cualquier minuto. Quise ponerlo al lado de la placa de bronce que dice “escribir como las parcas el destino de los hombres en un muro de bronce”, y al otro lado las cinco vocales, porque las Moiras también inventaron las cinco vocales griegas, cuestión que también tiene que ver con la escritura y que hace que todo empiece a calzar. La escritura es un tejido y el tejido es una escritura.
Profesora, ¿cómo se enfrenta a esta exposición, considerando lo importante que es para usted y que ésta justamente invita a reflexionar en torno al destino y la historia?
La primera vez que tuve que hablar de la muestra me di cuenta de que todo está hilado, entrecortado, pero hilado. Hay un hilo conductor, un cuerpo de obra. A veces quisiera abandonar el hacer obra o “ser artista”, pero eso no pasa, el arte no te abandona. Me he dado cuenta que estoy todo el tiempo buscando, recogiendo, pensando, imaginando, produciendo. Cuando yo miro esta exposición veo una especie de equilibrio visual, una densidad conceptual, una finura. Veo cómo la materialidad tiene una presencia y un protagonismo fundamental, marcando cada una de las obras. Como que cada material se despliega muy fuertemente en su nobleza.
Hilado, como volviendo a la metáfora de las Moiras.
Lo que me interesa de las Moiras es el hecho de que hilen, que se diga que tejen el hilo de la vida. Quizás estoy en desacuerdo con el corte, pero sí, la vida es un tejido y un entretejido, urdimbre y trama que se corta y se remienda. Es una herida. Hay algo que lo une todo y lo fragmenta todo también, pero finalmente este fragmento también logra ser un total. Uno de los textos de Cuerpo hay ahí dice: “Cuerpo hay ahí donde el desciframiento de una serie de síntomas revela de pronto la conexión profunda que secretamente ha guiado una vida”. De eso se trata.
Y desde esa perspectiva, ¿ve también en la muestra su propia historia?
Llevo más de 30 años haciendo/creando obras y hay algunas imágenes que vuelven y siguen latentes. De alguna manera, tú te acordaste de la obra Los Nombres, que no es el mismo texto, que no tiene bordado, pero, como dije, los nombres son los cuerpos también. Entonces, yo creo que sí, que sí hay una línea, que a veces uno se desvía, pero vuelve, porque las obras están en permanente construcción en nuestro imaginario. Yo ya había trabajado con las Moiras, con las cenizas, pero habían sido pequeñas cosas que finalmente aquí pude entretejer. Ésa es la sensación que tengo.
La exposición Todas las horas del día permanecerá en exhibición hasta el 15 de noviembre en D21 Proyectos de Arte (Nueva de Lyon 19, departamento 21, Providencia), espacio en el que se podrá visitar de lunes a viernes de 11:00 a 19:00 horas, y los días sábado de 11:00 a 15:00 horas. La entrada es liberada.