El rol de la U. de Chile en la necesaria transformación intercultural del país

  • 30-11-2018

 “Mala cosa ser mapuche” escuché una vez decir a mi abuelo. No entendí mucho el sentido de esa frase en ese momento, pero después, en el colegio, tuvo sentido. Y tuvo sentido en mi adolescencia y en mi formación profesional. Ser mapuche donde estés siempre resulta complejo. No siempre es fácil de comprender, pero la historia del despojo está en nuestra memoria.

Hoy, cuando vemos una vez más que se comete un asesinato de un joven mapuche a manos de Carabineros de Chile y un adolescente mapuche es torturado, podemos ver que sigue siendo mala cosa ser mapuche. Para modificar esto se requieren cambios profundos, estructurales, pero no nos podemos quedar estancados en el análisis de esa complejidad y dejar que las cosas pasen. Instituciones como la Universidad de Chile están para hacer que pasen cosas que, de otra manera, jamás sucederían.

El proceso de formación estatal chileno, construido alrededor de un modelo de Estado nación, ha servido de base para instalar un proyecto de homogeneización social, cultural y económico, que hoy muestra sus debilidades. La construcción de una sociedad intercultural se hace más urgente que nunca, especialmente cuando vemos las limitaciones que los actores políticos tienen para comprender la multidimensionalidad de las demandas y reivindicaciones de los pueblos indígenas.

La Universidad tiene un rol formativo y transformador no sólo hacia quienes tenemos el privilegio de estar en sus espacios, sino sobre todo hacia la sociedad, una sociedad que aún es ignorante cuando se trata de pueblos indígenas.

Por sus aulas y espacios han transitado grandes líderes que, entre otros, han influido en diferentes aspectos del quehacer social, político, económico y científico del país. Sin embargo, a la luz de los sesgos y errores en sus decisiones, podemos evidenciar que no hemos hecho bien nuestra tarea.

Cuando vemos que no existe comprensión adecuada de su realidad, que se toman decisiones basadas en verdades consideradas absolutas por algunos sectores, que se avanza en un modelo económico que desconoce el sustento del territorio para la supervivencia de estos pueblos, se desconocen sus derechos, que aún se los considera culturas inferiores o pre modernas, y que el costo de esa falta de entendimiento es la muerte de una persona indígena, es que debemos sentirnos interpelados como Universidad.

La muerte del joven Camilo Catrillanca se suma a la de otros hombres y mujeres indígenas ocurridas en las últimas décadas. Las limitaciones de las decisiones políticas, así como del modelo de país que sustentan, son evidentes.

La conformación de una sociedad intercultural no se construye de la noche a la mañana, hay que intencionar esa transformación y la Universidad de Chile debe tener una voz. A través de sus instancias de representación, como es el Senado Universitario, debe hacer exigible el cumplimiento de estos derechos, generar los espacios, pero también formalizarlos en sus definiciones estratégicas.

Para ello se requiere humildad: humildad para escuchar, humildad para aprender, humildad para comprender. Sólo de esa manera podremos estar seguros de avanzar en el camino correcto, el de los cambios fundamentales.

Awükagekilpe taiñ pu che.

Fentren mañun

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X