El 85 por ciento de los peruanos votaron favorablemente las reformas constitucionales propuestas por el presidente Martín Vizcarra entre las cuales está la que impide que los congresistas puedan reelegirse.
El parlamento peruano ha sufrido una severa devaluación ética que es muy perceptible por su ciudadanía. Desde que se desató el escándalo que afecta al Poder Judicial y al Ministerio Público, a partir de la investigación de la asociación ilícita para el narcotráfico y el tráfico de influencias llamada de “los cuellos blancos del Callao”, el Parlamento del país vecino chapotea en el fango, pero ya había acumulado un sobregiro enorme en muy poco tiempo: canjearon los crímenes de Alberto Fujimori por la corrupción de PPK, luego aparecieron los actos corruptos del parlamentario Fujimori junior. Becerril, Mulder y otros soló hablan para dar explicaciones.
El Parlamento chileno es un antro de privilegios. Si un trabajador chileno no concurre a trabajar, lo despiden y pierde sus indemnizaciones legales. Los parlamentarios faltan y no pasa nada. Hace unos días no existió quórum para votar una comisión investigadora por el asesinato del comunero mapuche Camilo Catrillanca: ¡63 diputados no asistieron y no pasa nada! Han perdido hasta las formas. Un parlamentario se trenzó a golpes con un asesor, no se adoptó medida alguna para no tener que recordar el pugilato entre un senador y un diputado por los amores de una entonces ministra, situación por la que actuaron como si estuvieran en una cantina de tercera. Los viajes al extranjero son otra fuente de lucro para los parlamentarios. Considerando las asignaciones el Rey de España recibe menos ingresos por su condición de Monarca que el presidente del Senado de Chile.
Hay parlamentarios que lo único que han hecho es ser tales. El servicio público no puede ser una profesión.Hay parlamentarios que, evidentemente, no tienen la preparación suficiente para dictar leyes aunque pueden tener otros talentos, pero legislar es algo serio.
Lo lucrativo de ser parlamentario corroe los partidos políticos pues se forman en ellos camarillas para asegurar y distribuir cupos parlamentarios.
Salvo en la última elección, el dinero fue determinante para la electividad de los candidatos. Le escuché decir a un candidato a senador derrotado por Santiago que su compañero de lista había gastado no menos de dos mil millones de pesos (tres millones de dólares) en su campaña. Eso no es un gasto electoral es una inversión que se va a recuperar de una u otra manera. La reelección por varios periodos crea una “clientela” política difícil de enfrentar por un candidato nuevo.
Los ingresos parlamentarios son tan ingentes que se forman pequeñas “patotitas” que sin ideología ni doctrina, y a veces jactándose de ello, consiguen una forma de sustento. Son verdaderas Pymes de la política y a veces Pymes familiares.
Hay que poner fin a esta situación y eso se consigue dictando una reforma constitucional que impida la reelección de los parlamentarios. La ciudadanía peruana tiene razón.