En marzo de 2018, el triunfo de Una mujer fantástica en los Premios Óscar volvió a poner en discusión cómo, durante los últimos años, el cine chileno ha ido en busca de nuevas historias a la par de su profesionalización.
No obstante, más allá de los elogios, la instalación de nuevos festivales y la promoción de nuevas escuelas, la realidad del campo audiovisual respecto de las audiencias sigue intacta, pese a que sólo durante 2018 se estrenaron más de 30 producciones en diversos géneros.
El último reporte de Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio indicó que durante 2017 se registraron poco más de 27 millones de asistentes a multisalas de cine, lo que representa un aumento de un 0,3 por ciento respecto de 2016.
Según estas cifras, el 91,7 por ciento de los asistentes se inclinó por obras audiovisuales de origen estadounidense y solo el 0,3 por ciento a obras chilenas.
A su vez, de acuerdo al sitio Estadísticas cine, que desde 2007 cuenta con financiamiento del gobierno y que contabiliza los registros de 443 salas operativas en todo el país, desde enero a octubre de 2018, sólo 28 mil 249 personas vieron producciones chilenas en multisalas.
Esta cifra no deja de llamar la atención, sobre todo, porque de acuerdo al informe, en ese mismo periodo se estrenaron 36 películas chilenas, siendo la más vista No estoy loca con 590.231 espectadores. En una vereda opuesta, de acuerdo a la plataforma, se encuentran las películas Crónica de una despedida y Maleza con 82 y 15 espectadores, respectivamente.
Mucha producción, poca publicidad
Para Jorge López Sotomayor, presidente Asociación de Directores y Guionistas de Chile (ADG), esta diferencia en el número de asistentes se explica, en buena medida, porque el campo audiovisual no cuenta con recursos para su difusión.
“El principal problema es que nadie se entera de las películas que se estrenan. Las películas chilenas consideran en su presupuesto todo lo que es la realización, la producción y la post producción, es decir, todo lo que es la parte técnica, pero se considera muy poco lo que es el departamento de comunicaciones, marketing y publicidad. Ahora los fondos se ocupan de que las películas existan, pero de nada más”, afirma el director de El último grumete (1983).
“Es lamentable, porque hoy las películas chilenas ganan premios internacionales y la gente pregunta: ¿cómo esta película cómo ganó un premio si no se da en ninguna parte? Y es que las películas chilenas no se exhiben y cuando se exhiben solo duran unas semanas en cartelera y después las sacan, porque no va nadie y no va nadie porque nadie se entera. Entonces, es un círculo vicioso”, agrega el realizador.
En 2018, el Fondo Audiovisual del Ministerio de las Culturas experimentó un incremento en sus fondos. Así, fueron beneficiadas propuestas como El gol más triste, película que aborda la clasificación de la selección chilena la Mundial de Alemania de 1974, y Motín de la realizadora Claudia Huaiquimilla, cinta que aborda el caso de diez muchachos del Sename.
Esperanza Silva, presidenta de Chileactores, el estancamiento de las audiencias del cine chileno se explica, más allá de los recursos que no existen para su difusión, en cómo se ha planteado el modelo de gestión cultural.
“Aquí no existe una valoración de lo que es el cine chileno. El tema va en la línea de las voluntades para implementar políticas públicas que desarrollen, en redes, la distribución del cine chileno para que éste se conecte con otros países del mundo. Pero eso no está en la prioridad de las autoridades de este gobierno y eso se nota inmediatamente. Por ejemplo, hay 10 u 11 agregados culturales que aún no se nombran y eso es bien fatídico para los artistas que necesitan salir y mostrar sus trabajos”, advierte.
Una mirada parcial
Este análisis sobre la difusión del cine chileno, sin embargo, aún se realiza sobre datos parciales. Andrés Keller, jefe del Departamento de estudios del Ministerio, advierte que las cifras presentadas por la cartera en sus Estadísticas Culturales no contemplan lo que sucede en los cines independientes.
“En números gruesos, si se incorporan las cifras de las salas independientes no debiese cambiar el panorama. Ahora, si uno se va a los micro datos, que tienen que ver con audiencias de cine nacional o que tienen relación con accesos territoriales, los datos de las salas independientes y las salas de cine municipales adquieren mucha más importancia”, dice.
Estos antecedentes son importantes, señala, sobre todo para corroborar cuál es la situación en regiones, donde aún hay zonas que no cuentan con salas acondicionadas para la promoción audiovisual.
Asimismo, indica que es necesario registrar cuál es el número de festivales que se celebra en el país. “Estamos trabajando en eso. Una vez realizada la actualización del catastro, queremos que las salas de regiones puedan ir reportando esa información para generar un sistema de monitoreo que sea más constante y que pueda capturar el dato móvil de mejor manera”, comenta.
Políticas que se implementan y proyectos sobre la mesa
Para enfrentar esta situación, en 2016 el Ejecutivo presentó una Política Nacional del Campo Audiovisual 2017-2022 con el fin de apoyar la creación y difusión del cine chileno.
El documento contempla aspectos como la descentralización, la evaluación y seguimiento de los proyectos, así como la actualización de las legislaciones del campo.
Respecto de la implementación de esta política, Andrés Keller advierte: “Este es un instrumento en el cual se está trabajando. Se ha mandatado a la institución a trabajar fuertemente en un plan de formación de públicos que busca explorar instrumentos en la cadena de valor, o sea, tenemos el Fondo Audiovisual que ha sido un instrumento valiosísimo en términos de fomento de la creación y la exhibición de películas chilenas, pero ahora el desafío viene a ser cómo promover una mayor participación y formación de públicos de futuras audiencias de cine nacional”.
Otra iniciativa que busca promover la creación de audiencias corresponde a un proyecto de ley que apunta al aumento de producciones nacionales en las pantallas de televisión.
Este debate, que se encuentra en primer trámite constitucional, busca crear una cuota fija de exhibición.
En un comienzo el porcentaje correspondía al 25 por ciento, no obstante, la propuesta fue reducida a un 15 por ciento.
“La idea es fomentar la exhibición y crear audiencia, pensando en que el recurso económico es un factor que muchas veces inhibe la posibilidad de que se puedan ver trabajos nacionales que son de un nivel que nada tienen que envidiar a producciones extranjeras”, explica la diputada Carolina Marzán, quien patrocina el proyecto.
Esta iniciativa ha sido mirada con distancia, ya que, en países como Argentina y Brasil, donde se ha aplicado la ley, no han existido cambios respecto de las audiencias.
En esta línea, Marzán alerta: “Tenemos que ser abiertos y proactivos, en las necesidades que queremos suplir y no necesariamente estar pensando en estas estadísticas, porque de alguna forma nos estaríamos frenando y estaríamos disminuyendo la posibilidad de generar buenos proyectos. Nosotros tenemos la obligación de mostrar alternativas de producciones nacionales”.
El debate sobre cómo impulsar nuevas audiencias de cine chileno, no obstante, aún parece ralentizado. Intervenir el currículum escolar, así como el fortalecimiento de circuitos alternativos son dos ideas que lentamente comienzan a tomar fuerza: “Si logramos hacer que se muestren las películas chilenas en los colegios, eso sí que es formar audiencia”, concluye Jorge López Sotomayor.