Chile, país de magnicidas


Jueves 31 de enero 2019 20:24 hrs.


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Señor director:

El nuestro no es, sin duda, el único en el que se asesina a Presidentes. Sin ir más lejos, ese modelo de democracia como se nos presenta muchas veces a los EE UU ha sido a menudo el escenario de asesinatos ( JFK) o intentos de asesinato de Presidentes en ejercicio (Reagan) y de candidatos a la Presidencia ( Robert Kennedy), para no indicar sino los más recientes. Sin embargo , anotemos que en esta nación que domina el mundo con los medios más abyectos, estos crímenes son cometidos por individuos que quieren ajustarles sus cuentas a las instituciones o a los particulares, como se le ve a menudo en las matanzas contra liceanos, profesores o cualquier otro tipo de ciudadanos.

Al contrario lo que tiene de singular Chile, es que aquí el magnicidio ha sido el resultado de  una política institucional, y en particular de las FFAA, como lo demuestran de manera irrefutable los asesinatos de Allende y, luego, de Frei Montalva. A éstos, que han sido los más espectaculares, para decirlo de alguna manera, habría que agregar , en la misma época, el crimen contra Orlando Lelelier, en Washington, que aparecía como una alternativa política a la dictadura. El asesinato, en Buenos Aires, del General Prats, considerado como una amenaza por el autócrata, y el atentado fallido contra Benardo Leighton, en Roma, cuando esta personalidad aparecía también como una alternativa al sangriento  régimen policiaco-militar de Pinochet.

País de magnicidios y país también donde prima la impunidad, pues tenemos el record de que el asesino, no solo de presidentes, sino de miles de ciudadanos. Me refiero a que Pinochet haya muerto en su cama sin ser condenado y ni siquiera juzgado. Por lo demás , las penas que, treinta y siete años después, acaban de ser dictadas contra los ejecutores del  asesinato de Frei son, en buena medida, el fruto del combate de la hija de éste que, con una valentía muy rara, insistió en su reivindicación de justicia,  y esto a pesar del escepticismo de sus correligionarios , y del mutismo de su hermano Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

Por fin , lo que importa es que nuestra historia reciente pueda ayudar a abrir los ojos de nuestros jóvenes sobre las mentiras de unas instituciones presentadas antaño como democráticas, o de institutos  militares que se prestaron para cobijar tantos asesinos.

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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