Cristian Orrego Benavente, un héroe civil chileno e internacional

  • 04-03-2019

En noticias de prensa se ha comunicado la infausta noticia del reciente fallecimiento del Dr. Cristian Orrego B. y en ellas se comenta sus grandes contribuciones al restablecimiento de los derechos humanos de innumerables personas en Chile y el mundo, aplicando los adelantos de las técnicas moleculares forenses introducidos por él y otros a este campo. Estos artículos dejan afuera otros aspectos de la vida de Cristian que son también ejemplares y dignos de encomio y que desearía recordar en parte. Conocí a Cristian en los Estados Unidos hace más de cuarenta años, como resultado de nuestros comunes intereses en la microbiología molecular y también porque compartíamos la preocupación en revelar, y en tratar de reducir la destrucción violenta, de las diversas comunidades científicas e intelectuales de las universidades del país, durante la dictadura militar. En esa época nuestros intereses microbiológicos comunes se centraban en la resistencia bacteriana a los antimicrobianos, que ya era un problema importante de salud pública a nivel mundial y especialmente en países como Chile, donde en aquella esa época estos medicamentos se expedían sin control de ningún tipo. Cristian con gran visión científica y destreza organizativa, convenció a autoridades del National Institute of Health (NIH) de EE.UU. en Washington, DC, donde él trabajaba, que este era un problema digno de su atención y estas autoridades dispusieron los fondos necesarios para organizar varias sesiones de estudio, con una membresía internacional incluyendo chilenos, destinadas a establecer medidas preventivas para este dilema de salud pública.

Pareciera difícil entender hoy día que un empleado extranjero de una institución gubernamental estadounidense fuera capaz de aquella influencia, y ello habla bien de la apertura del sistema científico estadounidense de la época, pero también del respeto y de la deferencia que la personalidad de Cristian, como científico y profesional, era capaz de despertar entre sus superiores, sus colegas y sus subalternos, dado su seriedad y su claridad de propósitos, su ecuanimidad y su visión en la definición de objetivos científicos con el propósito primordial de favorecer el bien común. El acervo de alto nivel microbiológico de Cristian, además de su cariño por Chile, fue demostrada también por su trabajo original y pionero, en colaboración con colegas de la U. Católica de Valparaíso, para detectar el patógeno de salmones Pisrickettsia salmonis usando técnicas moleculares rápidas de detección de su ADN. Sin duda sus tempranos logros en microbiología le auguraban a Cristian una productiva y cómoda carrera en este campo, sin embargo, a comienzos de los 1980 las noticias de la represión política en Chile y otros países latinoamericanos, lo indujo a comenzar un valeroso, arriesgado e incesante trabajo en denunciar estas atrocidades y en ver maneras de aminorar sus negativos y cruentos impactos políticos, además de culturales, incluyendo el campo de la ciencia.

Por ejemplo, Cristian, participó activamente en el comité de derechos humanos de la AAAS (American Association for Advancement of Science), la organización más grande de científicos de EE. UU. y del mundo, donde denuncio repetidamente en reuniones de científicos la violencia en contra de las universidades públicas de Chile y Argentina, describiendo de manera clara su negativo impacto humano, educacional y cultural. En este contexto recuerdo un foro sobre derechos humanos y ciencia organizado en Nueva York por la AAAS y la Academia de Ciencias de esa ciudad a mediados de los 1980, en el cual Cristian de una manera medida pero incisiva y objetiva presento antecedentes fundados sobre la violencia física en contra de individuos trabajando y estudiando en las universidades chilenas y la asfixia económica de estas a través de recortes presupuestarios impuestos por decreto. Esta presentación de Cristian, como muchas otras que hizo en aquella época, causo gran impacto en la audiencia, y al final del foro se le acercó un miembro de la Academia de Ciencias de los EE.UU. y profesor de la Universidad Rockefeller, quien le dijo Dr. Orrego gracias por su presentación, por lo que veo la situación de las universidades en Chile es similar o peor a la de las universidades en la Alemania nazi, a lo cual Cristian respondió de manera afirmativa. El académico estadounidense continúo diciendo que le extrañaba que esta información careciera de amplia difusión y Cristian le contesto, que a nuestros colegas en Chile los tenían enmudecidos por el terror y es por eso que tratamos de hablar por ellos en estos foros.

En parte como resultado del trabajo de Cristian en la AAAS, esta formulo un señero y famoso informe “Un secreto a voces: los médicos y la tortura en Chile” publicado en 1987 bajo la dirección del Dr. Eric Stover, un colega y amigo de Cristian, que recabara aún más la semejanza de la dictadura chilena, dado su uso perverso de la medicina y la ciencia con bastardos fines políticos, con la Alemania nazi. Fui también testigo del respeto que la integra personalidad de Cristian despertaba entre sus colegas cuando lo visité en algunos de sus lugares de trabajo como el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), Boston y el laboratorio del Departamento de Justicia del Rstado de California, Berkeley. Este respeto, fue el que le permitió a Cristian cumplir otra importante labor patriótica, como fue obtener el apoyo de una serie de científicos estadounidenses y europeos para que firmaran cartas publicadas en prestigiosas revistas científicas como Nature y otras, protestando por la violenta persecución de estudiantes, empleados y académicos de las universidades chilenas. Cristian persevero en estas tareas hasta la caída de la dictadura en Chile para luego volcarse a la aplicación de la genómica en la identificación de desaparecidos políticos y en establecer los lazos familiares entre individuos separados por las políticas de terrorismo de Estado en Chile, Latino América y el mundo. Así fue como se convirtió en un experto mundial en esta área y decidió trabajar en estos aspectos los últimos años de su vida en El Salvador. La personalidad de Cristian tenía además una cualidad muy rara entre los escogidos: la modestia. Dado los impactos de sus esfuerzos bienhechores sobre tantas personas era difícil entender su parquedad para hablar de ellos y difundirlos como paradigma. Como prueba, hace varios años atrás, ignorando yo la mayor parte de su extraordinario trabajo en genómica molecular forense y en derechos humanos de los últimos años, le propuse presentarlo para un reconocimiento público. Fue la única vez que termine siendo blanco de su educada y tranquila pero firme irritación.

En el contexto de la aciaga mediocridad con que evoluciona la vida cultural y la actividad política en Chile, la desaparición de Cristian, se nos revela como una irreparable pérdida y los que lo conocimos, recordamos y valoramos aún más sus excelsas cualidades de hombre bueno y sin malicia, de científico de frontera, responsable, visionario y ético, de ciudadano ejemplar y de patriota integro y global. La vida de Cristian nos hace recordar el poema de Bertoldt Brecht que dice, “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”, Cristian indudablemente perteneció a este último y selecto grupo. Con cierta frecuencia en nuestras conversaciones, Cristian se preguntaba a que se debía la ausencia de cambios políticos y económicos en Chile que favorecieran a la mayoría de su población, después de la dictadura, costándole entender esta falta de visión de los políticos chilenos a este respecto. Sin embargo, creo yo, que en una entrevista periodística publicada en un libro en la Web que debe ser leída, el daba parcialmente la respuesta a este problema (https://michaelriordon.com/2018/12/11/stolen-children-a-tribute-to-cristian-orrego/), al decir que el dañino status quo en Chile y el mundo es perpetuado por “la indolencia y la codicia” de los actores políticos y de todos nosotros, atemorizados de perder nuestras prebendas hasta cierto punto ilegitimas; actitud cómoda que contrasta con el valor y la persistencia en la búsqueda de justicia de la gente que sufre la trasgresión de sus derechos humanos. Cierro este artículo que le hace parcial reconocimiento a los innumerables frutos y proyecciones de la vida plena de Cristian Orrego, con mis condolencias a su esposa Patricia Vásquez Marías en El Salvador, a su hijo Daniel y al resto de su familia en los EE.UU. y Chile.

 

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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