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Epidemia de VIH/SIDA: descomposición científica y ética de la medicina

Columna de opinión por Felipe Cabello C.
Martes 9 de abril 2019 17:06 hrs.


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“Es penoso que la gente se muera de SIDA, pero es peor aún que continúen muriéndose por ignorancia y desidia”.

Elizabeth Taylor

La búsqueda de las causas de las enfermedades infecciosas, progreso lentamente a través de siglos, para cristalizar racionalmente a fines del Siglo XIX y comienzos del Siglo XX, en lo que se conoce como el triángulo causal de estas enfermedades. Este triangulo estaría formado por la causa necesaria de la enfermedad, que en el caso del SIDA es el Virus de la Inmunodeficiencia Adquirida (VIH), la persona susceptible de ser infectada con él y el ambiente en el cual esta persona vive, y el virus se trasmite, El componente ambiental del SIDA incluye una serie de determinantes sociales y económicos, que comprenden el nivel socio económico, los grados de educación general y sexual, el acceso al cuidado médico, la actividad sexual, su frecuencia y tipo y las preferencia sexuales, la vivienda y la drogadicción, las fuentes de trabajo y el estigma y la segregación que acompañan a las carencias económicas, educacionales y a ciertas preferencias sexuales. Por cierto, que entre los factores ambientales también se incluyen la presencia e implementación presupuestaria y en terreno de planes locales y nacionales destinados a la prevención, la pesquisa, el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades de trasmisión sexual (ETS), incluyendo al VIH/SIDA. En este este contexto científico de progreso respecto de la definición de las causas del VIH/SIDA es que resultan alarmantes las declaraciones recientes del Ministro de Salud, Dr. E. Santelices, acerca de que la inmigración de personas infectadas con el VIH es responsable del aumento del VIH/SIDA en Chile.

Los discriminatorios pronunciamientos del Sr. ministro carecen de apoyo científico ya que si bien es cierto las infecciones por VIH del año 2015 al 2018 aumentaron más entre los emigrantes que entre los ciudadanos chilenos, esto podría deberse a que la pesquisa de la infección, se ha focalizado últimamente de manera prejuiciosa en la población inmigrante, la cual se concentra en los centros urbanos del país. Alternativamente, podría plantearse que un porcentaje importante de los inmigrantes se infectan en Chile, de chilenos e inmigrantes, como resultado de su segregación socio económica y de su falta de acceso a la medicina, a la educación, a otros servicios sociales y también como resultado de la falta de adecuados programas nacionales de pesquisa y prevención, condiciones todas que favorecen la propagación de la infección por VIH. Los pronunciamientos del Dr. Santelices, ignoran también la trágica historia de la epidemiologia de las enfermedades infecciosas en la cual grupos minoritarios, desde la Edad Media hasta ahora, han sido culpados de manera ignorante y prejuiciada de la trasmisión de estas enfermedades. Este tipo de pronunciamientos nunca ha sido útil, ya que ha terminado en el pasado en la caza de brujas y su purificación en hogueras, en pogroms en contra de los judíos, en el linchamiento de inmigrantes irlandeses, en matanzas de musulmanes y de chinos y en la discriminación contra los desempleados, todos aparentes culpables inocentes de la trasmisión de múltiples enfermedades, incluyendo la peste, el tifus y el cólera.

El Sr. ministro debería también recordar, antes de emitir sus ligeros pronunciamientos, que al comienzo de la epidemia de VIH/SIDA en los EE. UU. se culpó de manera racista e injustificada a los inmigrantes haitianos de la trasmisión epidémica de esta enfermedad, lo cual a poco andar se demostró falso e irrelevante para entender la diseminación del VIH y el SIDA, persistiendo la estigmatización injustificada de este grupo social por varios años con efectos negativos para su salud. Simpatizamos con la frustración del Dr. Santelices al comprobar que bajo su mandato se han producido más de 1100 nuevos contagios por VIH el año 2018, siendo el número probablemente bastante mayor, dado las falencias severas en detectar infecciones de los servicios de salud en el país. Sin embargo, pareciera éticamente inadecuado culpar a las víctimas del VIH/SIDA de sus infecciones cuando ellas se deben mayoritariamente a que, primeramente, ellas son víctimas de discriminaciones de todo tipo y sufren la incapacidad del estado chileno de acercarse a la solución de estos problemas de manera científica y ética. Por ejemplo, el Sr. ministro, además de los inmigrantes culpo, por el aumento del VIH, a los usuarios de la píldora del día después por fallar en el uso de condones, los cuales son al igual que los inmigrantes damnificados de la falta de políticas serias de salud pública y de educación sexual en Chile para prevenir las ETS.

Los pronunciamientos del Dr. Santelices además de estar cortos en ciencia, en ética y en compasión, trabajan en contra de la prevención del VIH/SIDA, ya que hacen a las comunidades blanco de sus juicios peyorativos perder la confianza en su liderazgo y en los servicios de salud, manteniéndose alejadas de ellos, restando su colaboración y su esfuerzo que se ha demostrado indispensable para la prevención del VIH/SIDA. Los sentires del Sr. ministro, en el contexto de la epidemia de VIH/SIDA, producen aprensión ya que desnudan la situación de desamparo sanitario de la población sufriendo la enfermedad y susceptible al VIH/SIDA, y retratan la descomposición de la ciencia y la ética médica que debiera servirlas. Complica esta situación el parcial y aparente silencio en que flotan estos pronunciamientos, ya que los círculos que debieran rebatirlos de manera enérgica y permanente y además fomentar la discusión acerca de ellos de manera pública, optan por una cómoda pero letal discreción, alejándose de los fundamentos racionales y éticos de su actividad profesional. Estos círculos incluyen las asociaciones científicas y gremiales de médicos y de otros profesionales de la salud, las escuelas de salud pública de las universidades públicas y privadas, los partidos políticos y sus parlamentarios que dicen representar a la población que sufre esta situación, y los periodistas encargados supuestamente de investigar la realidad del país.

Es importante reconocer que las voces que han desafiado repetida y vigorosamente los pronunciamientos del Dr. Santelices han venido de las comunidades más afectadas por el SIDA como son aquellas de orientaciones sexuales alternativas que son las que sufren más esta calamitosa situación. La epidemia de VIH/SIDA y ETS y de otras enfermedades infecciosas pareciera trasparentar un fracaso sistémico del Estado y de la sociedad en proteger la salud de la población ya que la situación chilena del VIH/SIDA está a una gran distancia de alcanzar los canones internacionales necesarios para detener la epidemia, de 90% de diagnóstico, de 90% de tratamiento y de 90% de efectividad de este último. Es interesante evidenciar que las opiniones y acciones fragmentarias del Dr. Santelices aparentan reconocer a la epidemia de VIH/SIDA como un problema serio de salud, sin embargo, ellas fallan en proponer al país un plan concreto y financiado, de cobertura nacional, respaldado presupuestaria y técnicamente para enfrentar esta emergencia, cuyo enfrentamiento necesita de importante inversión. Pareciera que el Dr. Santelices, y los círculos de profesionales que permanecen parcialmente silenciosos frente a sus opiniones y a la epidemia de VIH/SIDA, reconocieran tácitamente que el status quo político y social en Chile genera enfermedad y muerte y que de manera derrotista y cruel otorgan la imposibilidad de modificar esta situación.

Sin embargó, el estudio de la memoria de los triunfos de la salud publica chilena en el pasado reciente indican que las barreras al cambio en esta área no son inamovibles y por ejemplo podría postularse que un combate serio a la corrupción en la Fuerzas Armadas y Carabineros y en la política, modificaciones en las obligaciones tributarias de los empresarios nacionales y extranjeros y de los contribuyentes pertenecientes al 1-2% de ingresos altos, podrían generar los fondos para programas que aminoren el impacto del VIH en el país y permitan alcanzar el trio del 90%. El retraso discrecional en la prevención del aumento de las infecciones por VIH, del SIDA, de la sífilis, de la gonorrea y de la tuberculosis, enfermedades cuyas evoluciones ascendentes se sostienen de manera entrecruzada como actualmente se experimenta en él país, facilita además la aparición de los fenómenos de resistencia virales y bacterianas que complican y encarecen la prevención y el tratamiento de todas estas patologías y propenden aún más a la diseminación epidémica de ellas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.