Leo un tweet que comparte la entrevista que ha concedido el escritor César Aira a la Revista de Libros de El Mercurio. Como es una imagen de la página impresa del diario, busco en Google con las palabras clave del encabezado y se abre el sitio web del matutino donde aparece la nota firmada por el periodista Juan Rodríguez con el título: “César Aira: Lo digital es espectral, fugaz, feo y secundario”. Mis ojos se deslizan por el texto de la entrevista a medida que mi dedo pulgar lo descorre hasta que llego a la cita del autor argentino que da vida al titular: “… El libro es un objeto precioso, que ha sido deseado y atesorado durante miles de años. Lo digital es espectral, fugaz, feo y secundario. ¿Quién quiere eso?”. Pues yo, claramente que sigo con mis ojos pegados a una pantalla mientras escribo estas palabras para celebrar el Día Internacional del Libro y el Derecho de Autor.
¿Cómo se puede estar totalmente de acuerdo y también discrepar de una aseveración como esa? Pues valorando al libro como uno de los soportes más maravillosos, como lo habrán sido las piedras, papiros y manuscritos para nuestros antepasados. Soportes de lectura que nos han permitido como humanidad comunicarnos a través del tiempo y mediante simples trazos transmitir la emoción o información de épocas de las que desconocemos casi todo. La invención del lenguaje oral y su posterior codificación escritural evaporaron vectores tradicionales permitiendo que el libro impreso, con la invención de la imprenta, se convirtiera en el soporte principal de lectura y transmisión de pensamiento… hasta hoy.
Por eso estoy totalmente en desacuerdo con el autor trasandino cuando denosta a la lectura digital, pues de la misma manera que leo su entrevista desde mi celular, accedo a los escritos de Aristóteles o Shakespeare. “La lectura se ha renovado como quizás no lo hacía desde la invención de la imprenta”, dicen Constanza Mekis y Christian Anwandter, autores del libro Bibliotecas escolares para el siglo XXI. Desarrollo de comunidades de lectura (Ed.Narcea). Y coincido plenamente con ellos cuando establecen, “la lectura hoy en día no está circunscrita al libro”. La dicotomía libro versus mundo digital, ya es algo del pasado, es una mirada binaria de la realidad que no se sostiene sino en quienes no quieren asomarse a otros mundos… una actitud que sorprende cuando viene justamente por parte de quienes hacen de su vida el compartir sus propios mundos interiores y que muy bien les haría la lectura de este otro libro, sí un libro impreso que justamente viene a derribar esa creencia.
Negar la lectura digital hoy es una cuestión peligrosa incluso para la estabilidad de nuestra democracia. Así de relevante. Porque la lectura es un ejercicio permanente de decodificación de la realidad, sea a través de libros, imágenes, videos… Y dejar al libro como monarca absoluto de la lectura es como poner a un viejo rey, sabio pero monolingüe, frente a un pueblo extranjero. Un regente que no debe temer a ser destronado sino que a lo peor, a ser simplemente ignorado.
Y esa es la más grande plaga para nuestros pueblos: nuevas generaciones alejadas de la lectura debido, sobre todo, a la imposición, a la lectura escolar como una condena, a la biblioteca como un espacio de castigo y aislamiento social.
Así, en lugar de propender a la formación de lectores nos hemos quedamos, simplemente, sin lectores y es cuando más se necesita de personas atentas y agudas de pensamiento. “Para quienes están más familiarizados con la lectura digital – dice Mekis y Anwandter-, el mensaje de la necesidad de extender la lectura crítica a espacios como las redes sociales (donde pueden circular noticias falsas, por ejemplo) es una forma de garantizar que los ciudadanos puedan participar en la vida pública de manera informada y responsable”.
Ignorar la lectura digital es dejar a nuestros hijos a la deriva, sin las claves de ruta de navegación en un mar caótico y peligroso. De ahí que el libro Bibliotecas escolares para el siglo XXI. Desarrollo de comunidades de lectura sea una guía no para los más jóvenes, sino que para sus profesores y mediadores que son los que andan más perdidos. Para que entiendan que a estas alturas lo que urge es “dejar la necesidad de fomentar la lectura, que de alguna manera siempre la pone en situación de vulnerabilidad, y apostar fuertemente por la convicción virtuosa de una lectura expandida con otros medios de comunicación en los que lo visual juega un rol igualmente valioso (…) entonces, es mejor articular la lectura, relacionarla, profundizarla, más que fomentarla”.
No más miedo a las nuevas tecnologías sino que más creatividad para convivir con ellas.
Feliz lectura, cualquiera que sea.