¿Por qué los heterosexuales habrían de ser mejores padres y madres?

  • 09-05-2019

Un gran avance en la dirección de construir una sociedad más justa e integrada dio ayer la Cámara de Diputados, al aprobar un proyecto de Ley de adopciones que incluye la adopción homoparental y homomaternal. Del mismo modo, rechazó priorizar un ambiente familiar con rol de padre y madre, como había propuesto La Moneda.

No hay en el ánimo de esta columna el hacer una discriminación positiva en favor de parejas no heterosexuales que pretendan adoptar. Se trata precisamente de todo lo contrario: que no haya ningún tipo de discriminación, ni positiva ni negativa, a la hora de decidir cuáles son las parejas que, junto con los niños adoptados, pueden concurrir a constituir una familia.

La posición que buscaba privilegiar el rol del padre y madre, si bien puede corresponder a una legítima posición de carácter conservador, tiene un trasfondo bastante serio: suponer que hay seres humanos que por su opción sexual serían mejores padres o madres que otros, o dicho de otra manera, personas más convenientes para los niños. Esto es, ni más ni menos, una discriminación que no descansa en ningún estudio científico, porque no podría haberlo, sino en el prejuicio de cómo han sido tradicionalmente las familias en Chile.

Pero todos sabemos que aquello ha cambiado. Las familias constituidas por parejas heterosexuales que adquieren el vínculo matrimonial para toda la vida y luego tienen hijos con los cuales constituyen una familia típica, han dado lugar a muchas combinaciones familiares posibles por los cambios culturales que ha tenido la sociedad.

No hay, entonces, tipos de familia que por su constitución sean mejores que otras. Más bien, son otras características eventualmente al alcance de cualquier persona, como la capacidad de entregar amor y cuidar a los seres queridos, entre otras, las que finalmente determinan que la experiencia de las personas en sus familias, y muy especialmente la de los niños, sea una que les marque para bien en el transcurso de sus vidas.

La derrota que el Gobierno y la mayoría del oficialismo se infligieron ayer fue probablemente innecesaria. La historia reciente nos demuestra que los cambios culturales avanzan y que no se pueden tapar con un dedo. Son los mismos sectores que en los últimos años se opusieron a la Ley de Divorcio, a la despenalización del delito de sodomía, a la igualdad de los hijos dentro y fuera del matrimonio y a otros cambios legislativos equivalentes. Nadie en su sano juicio podría reivindicar hoy aquellas posiciones y es probable que, mañana, nadie pueda defender el punto de vista que ayer fue derrotado en la Cámara de Diputados.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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