El descenso sostenido en los niveles de apoyo que, según las encuestas, vienen padeciendo el Gobierno y el presidente Piñera han llevado al Ejecutivo a diseñar una estrategia de cara al mensaje del jefe de Estado del próximo 1 de junio, en la cual se haga un fuerte énfasis en la clase media.
La situación actual es de importancia para La Moneda, prueba de ello es la decisión de suspender la gira presidencial por Alemania y Holanda para concentrarse en el frente interno. Dos iniciativas irían en la línea de conquistar a las capas medias de la población que, según el Gobierno, siguen identificándose como antaño con el centro político. La primera se anunciará hoy y lleva por título Calle Segura, que busca combatir con más fuerza la delincuencia y el narcotráfico. En consideración de las propias palabras del Presidente, la seguridad ciudadana es hoy la principal preocupación de los habitantes del país, lo que no quiere decir que sea necesariamente el problema más acuciante: la Encuesta Nacional dada a conocer la semana pasada demuestra que, a pesar de que en los últimos 12 meses bajó la cantidad de víctimas de delito, un 76 por ciento piensa que el país es más peligroso que el año anterior. Un contraste brutal entre las percepciones y la realidad.
La segunda iniciativa se llama Clase Media Protegida y busca, a través del Ministerio de Desarrollo Social, vertebrar una serie de políticas en favor de ese segmento de la población. Hipotetizamos que aquí se podría desplegar un relato parecido al del primer gobierno de Michelle Bachelet con la llamada “red de protección social”, es decir, una serie de políticas ad hoc junto a otras que no necesariamente fueron diseñadas para articularse, pero que, a través de la capacidad del lenguaje de construir realidades, pueden generar la impresión de una línea robusta de trabajo por parte del Gobierno.
Como hemos dicho en otras ocasiones, en los últimos años se ha usado como recurrente justificación, al momento de promover políticas que perjudicarán a los sectores populares, el supuesto beneficio a la clase media. No decimos que en este caso vaya a pasar lo mismo, pero sí otras dos cosas: primero, que la defensa de este grupo por parte de los gobiernos se ha manoseado; y, segundo, que no resulta posible delimitar con precisión qué es y qué no es clase media. Se trata de un relato impreciso en el que podemos llegar a caber todos, a pesar de que Chile es uno de los diez países más desiguales del mundo.
Hace algunas semanas se expresó el problema, cuando en una entrevista el empresario Andrónico Luksic defendió el modelo chileno sobre la base de los beneficios que le había traído a la clase media. Según Luksic “el Presidente Piñera salió elegido con la clase media de Chile, que ha crecido tremendamente y lo que le interesa es seguir mejorando su condición de vida y ya lo han logrado. Ese beneficio que hoy día tiene, esa garantía que hoy día tiene, la posibilidad de viajar, de tener un segundo auto, la posibilidad de tener una casa en la playa… Nadie puede decir que este país no ha progresado, hay que ser muy ignorante”.
Resulta tan difícil sentirse identificado con esa descripción, que el propio Luksic se retractó posteriormente: reconoció haber usado “una mala frase” y se excusó con “quienes trabajan duro todos los días para ganar su sustento”, los cuales, deducimos, también serían de clase media.
La profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Chile, Emmanuelle Barozet, ha dicho que “nuestra sociedad es mayoritariamente popular y con una élite cada vez más empinada, Chile no es ni ha sido nunca un país de clase media. Pese a eso, en las elecciones los candidatos le hablarán a este grupo al que el 70% de los chilenos cree, erróneamente, pertenecer”.
Según la profesora Barozet, “los datos muestran que la mitad de quienes se identifican con la clase media pertenece en realidad a grupos acomodados o populares (o clases trabajadoras en otra clave). ¿Por qué ellos (tal vez usted mismo) se consideran parte de una clase que no es la suya?”
La disolución de las identidades de clases, especialmente de la clase obrera, ha llevado a una discusión política y académica que ha incidido sobre las definiciones de clase media. Hay un relato en el que confluyen los gobiernos de la Concertación y Chile Vamos, coalición que curiosamente en más de una ocasión se ha declarado heredera de aquellas otras administraciones. El relato se resume en Faúndez, aquel personaje de la televisión de la década del 90 que gracias al modelo neoliberal, corregido con algunas políticas de protección social, pudo ascender socialmente y salir de su precariedad previa. El problema es que los cuestionamientos a la definición de la línea de la pobreza, más otros factores como la desigualdad, la precariedad laboral y el endeudamiento, impiden que podamos hablar con convicción de que esos sectores de la población sean genuinamente de clase media.
La ficción en todo caso, podría seguir funcionando: basta que haya gobiernos que hagan como que trabajan para la clase media y, al mismo tiempo, sectores importantes de la población que se sientan de clase media sin serlo, para que todo funcione perfectamente al ver lo que queremos creer y no como son las cosas realmente.