¿Existe alguna relación entre seres vivos que pueda estar al margen de una disputa de poder?
Si la respuesta es no, estaríamos negando una buena parte de la historia universal y de la vida.
Si la respuesta es sí, estamos aceptando una condición de los seres vivos y con ello de la humanidad.
El dilema se nos plantea en cómo vivimos y reconocemos esta condición, una vez reconociéndola… cómo nos enfrentamos a ella y en consecuencia cómo la manejamos…
Nuestro Premio Nacional, Humberto Maturana, nos propone con una sabiduría inmarcesible que los seres humanos nacemos en una condición de tanta fragilidad como mamíferos, que sólo podemos crecer en un espacio de amor, comprensión y reconocimiento de nuestra estructura autopoiética, en consecuencia en colaboración, y para que esto suceda debe existir en nuestras relaciones un espacio de reconocimiento de un otro legítimo.
Carlos Peña sostiene que una buena parte de los chilenos no ha sabido o no ha podido aceptar y reconocer los cambios sociales (es decir en la conciencia y en las aspiraciones) que ha generado el neoliberalismo, tanto local como globalmente, a nivel de transformaciones epocales.
Ahora bien, si nos falta este desarrollo, se debe entre otras razones a los traumas vividos en toda nuestra historia y muy particularmente los más recientes, generados con el golpe cívico militar, su aplicación directa en dictadura, sus secuelas y legados a través del período postpinochetismo.
Las nuevas generaciones han superado aquellos traumas, nos lo han demostrado fuertemente a partir de 2011.
Lo he podido observar sistemáticamente a través de la experiencia académica en distintas universidades. En relación al tema de esta columna, puedo compartir con ustedes lo siguiente:
Nuestro ex-alumno y Licenciado Tomás Silva rindió su defensa de Seminario, titulado Laguna Caren, juego de poder.
Con un talento sobresaliente (obtuvo nota 7) y una presentación impecable nos mostró aquello que sabíamos, pero que no nos atrevíamos a enunciar. Es más lo propone de la forma más entretenida y antigua que conocemos, JUGANDO, claro a través de un juego de Cartas…una vez más volvemos a Maturana y recordamos aquel título: Amor y juego, fundamentos olvidados de lo humano.
¿Qué es necesario que hagamos para poder atrevernos a enfrentarnos dignamente, reconocernos, respetarnos, abordar nuestras disputas de poder?, para avanzar en los cambios fundamentales que como chilenos necesitamos abordar en colaboración y ejercer una efectiva soberanía sobre nuestros territorios y sus recursos naturales.
¿Podemos afirmar que el territorio literalmente declarado como chileno, es soberanía de chilenos?
¿Cuántos y quiénes podrían jugar esta disputa de poderes?
Yolanda Acevedo Godoy
MS.Planificación Urbana U. Paris
MS.Desarrollo Regional PUC. Chile