Amazonía: cuando los ecosistemas se transforman en dinero

  • 26-08-2019

El paso de los días no ha venido acompañado de la disminución de los incendios en la Amazonía. Lo que sí ha cambiado es la creciente reacción internacional ante la descontrolada situación en el llamado pulmón verde del planeta. Imágenes desoladoras han empezado a circular, tal como campañas para ir en ayuda de las personas que viven en esa inmensa región y para contribuir al combate de las llamas. También la presión sobre el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, que en estos días se ha develado en toda su irresponsabilidad respecto a esta situación. La última afirmación de su ministro de Medioambiente, Ricardo Salles, quien ha criticado la movilización de diferentes líderes mundiales por los incendios y en particular ha calificado de “bobería” la idea que “el Amazonas pertenece a la Humanidad”, retrata de cuerpo entero la ramplonería de quienes fueron mandatados por el pueblo brasileño para dirigir su país.

La gravísima situación ha movilizado a importantes líderes mundiales, entre los cuales el presidente de Francia, Emmanuel Macron, quien lideró la reciente Cumbre del G7 en la ciudad de Biarritz, ha sido preponderante. Esa posición le ha traído también disputas con Bolsonaro, quien aparece mucho menos preocupado que sus colegas jefes de Estado e, inevitablemente, hace despertar suspicacias sobre su retórica anti-ecologistas, anti-ONG y su histórica cercanía con la industria maderera brasileña, que es la mayor enemiga de la Amazonía. En la cumbre de Biarritz, a la que Chile fue invitado, se conversó sobre el rol que nuestro país puede jugar en ayudar en la coordinación regional para este problema que, hoy por hoy, abarca a Brasil, Bolivia, Paraguay y Perú. Existe una cierta coincidencia de que nuestros gobiernos aprendieron la lección de las 587 mil hectáreas quemadas en el verano de 2017, por lo que tienen las facultades para contribuir en la solución que se requiere con urgencia.

Dicho esto, no debemos olvidar por un segundo que las inercias que hoy incendian la Amazonía son de carácter estructural. No tienen que ver con un asunto literal de brigadas y supertankers, ni pueden ser atribuidos a la falta de lluvias que, en todo caso, también están vinculadas con el cambio climático producido por el ser humano. Muchos de los focos que produjeron esta tragedia han sido intencionales y obedecen a las prácticas cotidianas de quema de pastizales para ampliar cultivos, crianza de ganado y explotaciones madereras. Quienes realizan estas acciones saben que cuentan con el apoyo tácito de Bolsonaro, quien en campaña había planteado su voluntad de ampliar la zona para la explotación en la Amazonía, junto con reducir los recursos fiscales para la conservación y eliminar los financiamientos públicos para las ONGs ecologistas. No es una exageración, por lo tanto, decir que en última instancia la culpa de los incendios obedece a un modelo económico que empuja hacia la transformación de ecosistemas en meros insumos productivos. Hace algunos años, el ecólogo Juan Pablo Orrego escribió un documento donde decía que “todo ecosistema aspira a ser bosque”. Con esta afirmación quería resumir que las complejísimas relaciones biológicas entre especies que permiten la creación de un bosque demoran decenas de miles de años en desarrollarse, pero en contraste basta la voracidad ecocida de un par de décadas para terminar con todo aquello.

El drama que estamos viviendo requiere de una reflexión urgente y profunda, que de alguna manera contribuya también a las que se realizará en la cumbre de la COP 25 a fin de año en nuestro país. Hay que cambiar la relación entre la economía y el planeta, aunque ello implique afectar poderosos intereses, y no quedarse solamente en los aviones anfibios y las brigadas. Sin embargo, el enorme poder que el capital ejerce sobre las instituciones políticas del mundo hace mirar con escepticismo esa posibilidad.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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