Con la llegada de septiembre estamos próximos a conmemorar 209 años del inicio del proceso de Independencia de Chile. Una celebración de la que somos parte activa hombres y mujeres, pero que poco recuerda en sus múltiples homenajes que los derechos civiles y políticos adquiridos en esos primeros años de Patria fueron exclusivos para los hombres y dejaron abiertamente marginadas a las mujeres. Hoy quiero recordar la historia desde otro prisma, uno que muchas veces queda en el olvido cuando la historia se escribe y se recuerda sin perspectiva de género.
La República de Chile del siglo XIX se fundó bajo un paradigma que reducía el rol de la mujer al espacio familiar, excluyéndola del mundo público y sometiéndola en lo legal al control de sus esposos. Las mujeres estuvieron excluidas de la historia de Chile, excluidas de su construcción y también de su narrativa. Con el proceso de Independencia recién se iniciaba un lento y largo camino para que ellas lograran ser parte activa de la vida pública del país.
Pero la historia de Chile no fue una excepción, sino la repetición de un modelo de país que se estaba construyendo en gran parte del mundo.
Como recuerda la escritora española Nuria Valera en su libro Feminismo para principiantes, en Francia, en pleno proceso revolucionario, el 28 de agosto de 1789 se proclamaba la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, importante escrito que garantizaba a todos los ciudadanos los derechos de libertad de propiedad, seguridad y resistencia a la opresión. Esta declaración, considerada un legado fundamental de la revolución francesa, pregonaba la igualdad universal, pero dejaba sin derechos civiles y políticos a las mujeres.
Frente a esa abierta marginación, la revolucionaria Olimpia de Gouges luchó por incluir a la mujer como sujeto de los derechos universales y dos años más tarde publicó la réplica feminista: la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana. Publicación simbólica a través de la cual denunciaba que la declaración carecía de los pregonados principios universales porque negaba abiertamente los derechos políticos a las mujeres. Olimpia de Gouges sentó un importante precedente para el mundo con su declaración y con su lucha constante por conseguir que los derechos sean realmente universales, trabajo que cuatro años después de la Toma de la Bastilla la llevó a morir guillotinada en la Plaza de la Concordia.
En Estados Unidos la historia se escribía de manera similar para las mujeres. El 4 de julio de 1776 se firmaba la Declaración de Independencia de Estados Unidos, la cual fue la primera formulación de los derechos del hombre, consagrando el derecho a la vida, libertad y búsqueda de la felicidad.
La respuesta feminista en Estados Unidos se hizo sentir con fuerza y nitidez en 1848 con la “Declaración de Seneca Falls” o “Declaración de Sentimientos”, redactada por un colectivo de mujeres norteamericanas. Este documento, basado en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, denunciaba, entre otros aspectos, las fuertes restricciones políticas a las que estaban sometidas las mujeres, como el no poder votar, presentarse a elecciones, ocupar cargos públicos, afiliarse a organizaciones políticas o asistir a reuniones políticas.
Nuria Valera destaca que tanto en la declaración de Francia como en la de Estados Unidos no hubo un uso sexista del lenguaje: “Realmente, cuando escribieron «hombre» no querían decir ser humano o persona, se referían exclusivamente a los varones. Ninguno de esos derechos fue reconocido para las mujeres”.
Aunque la independencia de Chile se logró en 1818, la historia de la participación política de la mujer es mucho más reciente y aún se sigue escribiendo. No fue hasta 1934, más de 100 años después de la Independencia, cuando la mujer obtuvo el derecho a votar en las elecciones municipales, luego de una fuerte presión por parte de organizaciones feministas. Posteriormente, en 1949 se consiguió dar otro paso importante para el país, con la obtención del derecho de la mujer a votar en las elecciones parlamentarias y presidenciales.
La representación de la mujer en la política también es muy reciente en nuestra historia. Recién en 1951 fue electa la primera mujer diputada y en 1953 la primera senadora. Mucho más reciente fue la primera elección de una mujer como presidenta de la Cámara de Diputados, hito que se dio en el año 2002, cuando la entonces diputada Adriana Muñoz asumió dicho cargo. Un par de años después, en 2006, Chile vivió un nuevo hito cuando Michelle Bachelet asumió como la primera mujer Presidenta de la República. En 2015 Chile dio otro paso decisivo con la aprobación de la Ley de Cuotas de Género, que incorporó el principio de equilibrio de género al definir que en las listas de candidatos que presenten los partidos políticos para las elecciones parlamentarias ningún sexo podía superar el 60% de la totalidad de las candidaturas.
Pese a que se ha avanzado, aún queda camino para lograr que hombres y mujeres participemos de igual forma en el espacio público, en el diseño de las políticas públicas y, por ende, en la construcción del país que queremos. El camino para la obtención de derechos políticos de la mujer ha sido lento y progresivo. Hoy, a 209 años del inicio del proceso de Independencia, seguimos escribiendo la historia.