Durante la semana pasada los flujos de información giraron en torno a la Cumbre de Acción Climática y la participación de la activista Greta Thunberg, eventos que desataron torrentes de comentarios en las redes sociales y animó a la participación de millares del trolls por el mundo, comenzando por el jefe de todos, que le dedicó un mensaje con su habitual y sórdida ironía. No era necesario y tampoco muy cortés que el hombre más poderoso del planeta le escribiera de ese modo a una adolescente. Pero es un detalle mínimo entre el torbellino de hechos y contenidos que hemos de contener en estos días.
Greta y sus asesores han logrado colocar el grave problema de la crisis climática en el centro de la agenda mundial y nacional. En esta latitud el viernes pasado cerca de cien mil personas y en su mayoría jóvenes marcharon por la Alameda hacia La Moneda para exigir medidas urgentes para detener el proceso del cambio climático y el domingo pasado el conservador diario La Tercera dedicó su edición completa a este fenómeno. Nadie podría pensar que este periódico tradicional, guardián del libre mercado y de la institucionalidad heredada desde los tiempos de la dictadura, hoy ponga en el primer lugar de la agenda el cambio climático como la principal preocupación de fondo y hoy también en el primer plano de todo el mundo.
¿Qué es lo que nos dice La Tercera? ¿Qué es lo que nos señala el establishment mediático? Una serie de buenos reportajes para explicar la crisis, no pocas opiniones de sus columnistas habituales, algunos especialistas y activistas y las versiones sobre la materia que tienen en el gobierno. Eso es todo, aunque no es poco. Porque lo destacable de esta edición especial es haber puesto el cambio climático en el lugar de la razón y la emergencia. Porque es un hecho consensuado por millares de científicos en todo el mundo: la casa se está quemando y tenemos que actuar con la mayor urgencia. Y en ello, La Tercera no tiene dos visiones.
Aquel mismo domingo El Mercurio también daba su versión de la movida semana y lo hacía por la vía de una de las plumas más leídas de Chile. El rector Carlos Peña, de manera sorprendente y también increíble para su tribuna y galería, desataba toda su crítica y su indignación al discurso de Greta Thunberg en Nueva York. El famoso rector esta vez armonizaba con la historia y la función que cumple El Mercurio. No solo por su ambigüedad ante el cambio climático, que en estos momentos es despreocupación y hasta irresponsabilidad ante la inminente catástrofe, sino por su desprecio por Greta por, entre otros argumentos, su condición de adolescente. Un Peña que exhibe su rabia de forma innecesaria hacia la activista ambiental y se cierra en torno a la institucionalidad, el statu quo y el capitalismo neoliberal en suma.
¿Hay diferencias entre los dos grandes diarios del duopolio? Matices, tal vez como lo fue el duopolio político chileno durante la transición. El problema es que todo esto no da para más. Aun cuando la clase política es inerte e inútil ante esta materia, y la mayoría de las personas prefieran seguir sus vidas del modo como lo han hecho siempre, los hechos apuntan en otra dirección. Nadie o muy pocos podrán seguir con sus vidas tal como hasta ahora. El proceso de crisis climática ya se ha desatado y el cambio o su transición hacia el cambio alguien deberá conducirla. Y es este el punto que le interesa y le inquieta a quienes están detrás de la edición de La Tercera.
Hay una corriente interesante que observa y estudia los efectos que tendrá el cambio climático sobre otros aspectos de la vida humana, desde la economía, la política, las migraciones y la gobernabilidad. Un estudio distópico, por cierto, pero necesario. Una corriente que se ha denominado colapsismo o colapsología levantada por Pablo Servigne y Raphaël Stevens, académicos franceses además de otros autores, como el pensador anarquista español Carlos Taibo. En Colapso, Taibo observa dos posibles escenarios, aunque puede haber muchos otros, pero los principales son una derivación de los fascismos o el surgimiento de comunidades pequeñas. En ambos casos se trata de formas de vida post colapsistas y para ello será necesario preparar la transición.
Aquí podemos engarzar con el especial de La Tercera cuyo editorial se llama “La lucha contra el cambio climático”, un titular atractivo viniendo de quienes viene. Para el diario, el cambio es un hecho, significa el derrumbe de grandes estructuras y nos empuja al mayor desafío de nuestro tiempo. “Pero posiblemente el camino más equivocado sea asumir que la fórmula consiste en reemplazar la llamada economía capitalista por un modelo productivo alternativo, donde ya no sean los incentivos económicos los que guíen la producción y el consumo”. Una frase que expresa una inquietud en cuanto los cambios harán saltar por los aires todo el orden actual y la transición hacia una eventual reparación tomará diferentes caminos.
Es imposible que el sistema capitalista, que es una maquinaria alimentada por combustibles fósiles, pueda frenar y cambiar sus fuentes energéticas con la urgencia que lo requiere la crisis. El mercado no conseguirá resolver el calentamiento global como ya lo ha demostrado desde el Protocolo de Kioto y los bonos de carbono.
Y La Tercera lo admite en parte. “Los gobiernos pueden jugar aquí un papel crucial subsidiando nuevas tecnologías para que se masifiquen a costos razonables, en tanto el uso de combustibles más contaminantes debería ser gravado con mayores impuestos, lo que previsiblemente generará fuerte resistencia de ciertos gremios pero también de la propia población”. Podemos observar que el fundamentalismo de mercado, que tiene rasgos de negacionismo, deberá salir de la escena si queremos eliminar las emisiones.
Cambio climático y crisis de todas las estructuras. Taibo afirma que las grandes corporaciones, todas de una u otra manera apoyadas sobre las energías fósiles, tenderán a desaparecer, del mismo modo que los oficiantes del libre mercado desregulado. Atendemos no sólo a la crisis climática sino a una transición hacia otras formas de vida, de comunidades y de gestión.