Estaba escribiendo una columna sobre otro tema. Pero, estimados lectores y lectoras, no pude abstraerme. Se trata de Ecuador, aunque no solo del Ecuador. Veamos: más de 1000 detenidos; más de 500 heridos de gravedad diversa; aproximadamente 100 desaparecidos, de los cuales la mitad, niños. Unos diez muertos. ¿Qué le parece? Me impresionó la brutal represión ejercida contra los manifestantes por la policía y francotiradores.
Estas son cifras aproximadas, porque la autocensura de prensa y televisión en el mismo Ecuador, funcionó muy bien los días de protesta. Los medios ocultaron la realidad de lo que sucedía. Le resulta algo conocido? Una represión solo comparable a la que ejercían las Dictaduras cívico-militares del continente en los 70 y 80 del siglo pasado. Los ciudadanos manifestantes son estigmatizados como “delincuentes”, de esa manera se evita discutir el fondo del reclamo y se justifica la fuerte represión.
Debiera servirnos para tomar consciencia de que las políticas de derecha y neoliberales –donde llegan- traen enorme sufrimiento social, corrupción, inseguridad y refuerzan el abuso de poder. El Estado de derecho sabemos anda de vacaciones frente a los planes del Norte rico e imperial, y de sus aliados e instituciones: FMI, BM, OMC, entre otras. Un clásico. No solo eso. El gobierno ecuatoriano se ha empeñado en hacer también persecución política a sus opositores.
Es importante que los lectores mediten las causas de esas protestas y levantamientos: el paquete de medidas que el Fondo Monetario Internacional quería imponerle al pueblo ecuatoriano, a cambio de un préstamo a través del Sr. Moreno. Y como sabemos se trata de la receta del “ajuste estructural”, conocido entre nosotros (privatizaciones de bienes públicos y del patrimonio natural; flexibilización del mercado de trabajo; rebaja de impuesto para los más ricos; condonación de deudas para grandes empresarios y corporaciones, etc). Ese ajuste no es neutro ni apolítico. Está hecho para inclinar la balanza de poder hacia las minorías pudientes u oligárquicas, a costo de la calidad de vida de la mayoría de la población. Como cuando acá se hacen y deshacen reformas tributarias y diversas alzas de servicios básicos, pensando siempre en cómo no perjudicar a los poderosos, aunque sean la minoría del país. Pero bueno hay continuidad con las afirmaciones de Pinochet: no hay que tocar a los ricos. A ellos hay que protegerlos. Como si no pudieren autoprotegerse con los poderes que ya tienen.
Pero hoy no es solo el pueblo ecuatoriano el que critica y cuestiona las medidas neoliberales. Es también nuevamente el sufrido pueblo haitiano. Es el pueblo argentino. Son los campesinos paraguayos. El pueblo brasileño contra la xenofobia, la homofobia y la venta del país que hace Bolsonaro.
Es también Colombia, con el conjunto de sus estudiantes y trabajadores movilizados. Y ahora, de manera inesperada, como a veces nos sorprende la historia, se suman las nuevas protestas del pueblo chileno contra el modelo. Pero claro: si usted solo sigue la televisión y el duopolio no se enterará de la verdad de lo que ocurre.
Estos medios de “incomunicación” están en la línea de la posverdad y trabajan para sus corporaciones que les pagan, evadiendo su compromiso con el periodismo serio y de fondo, deformando y desinformando la opinión pública. Confundiendo libertad de prensa con libertad de opinión. Es lo que pasa con el así llamado “Grupo” de Lima, la mismísima OEA, y gobiernos derechistas de la región que han pasado de largo de esos conflictos. Si fueran en Venezuela, se imagina usted como estaría la información, con CNN en primer lugar, detallando todo, y todo por cierto, culpa del “dictador” Maduro. La doble moral y el doble rasero –más, obviamente, la mentira calculada- parecen no tener límites ni en política ni en las comunicaciones. Es la práctica cotidiana de la inversión: lo bueno es malo; lo malo es bueno; el día es de noche, la noche es de día. Estos movimientos de protesta no terminarán hoy, ni siquiera con más represión (como también se hace acá con los indígenas, los profesores, los estudiantes).
Porque nuestra América es la región más desigual y violenta del mundo, aunque a usted lo tengan todavía con los ojos vendados. Por eso el llamado es al ejercicio de la indignación ante la indignidad, como un ejercicio colectivo, del común. La ética individual dominante hoy no sirve para cuestionar al sistema ni los modos de vida que genera, porque se retira del mundo en el preciso momento en que éste –globalizado e imperial- demanda hoy con toda urgencia un juicio ético global.