Las manifestaciones congregaron a 28.000 personas en toda Francia, 4.700 de ellas en París, según el ministerio del Interior. La última participación similar fue el sábado 9 de marzo, con 28.600 manifestantes en todo el país. Por su parte, el movimiento dio una estimación global de 39.530 participantes este sábado.
Un año después del inicio de este movimiento sin precedentes, la Place d’Italie, en el sur de París, fue escenario de violentas acciones, con coches y contenedores incendiados y monumentos y mobiliario urbano destrozado, según constataron periodistas de la AFP.
Sin causa
La policía antidisturbios respondió con gases lacrimógenos y cañones de agua para dispersar a la multitud.
La prefectura de policía prohibió una manifestación que tenía que salir de este mismo lugar a las 14 horas. Para el prefecto de París, Didier Lallement, se encontraban en la plaza “individuos que no defendían una causa, sino que procedían a las destrucciones” y a los “ataques sistemáticos contra fuerzas de seguridad y contra los bomberos”.
Hacia el fin de la tarde, también se presentaron disturbios en el barrio de Les Halles, uno de los puntos céntricos de la capital francesa, con muchos comercios, bares y restaurantes.
En la noche, la policía anunció un total de 147 detenciones, y según la fiscalía de París, 129 personas fueron puestas en detención provisional. Desde primera hora de la mañana, centenares de manifestantes se congregaron en diversos puntos de la ciudad.
“¡No vamos a retroceder! ¡Seguimos aquí, aunque Macron no quiera, seguimos aquí!”, coreaban los presentes, en tono desafiante, en Place d’Italie.
“Seguimos movilizados porque queremos un futuro mejor para nosotros y nuestros hijos, la situación en Francia está cada vez peor”, dijo a la AFP Rémi, un funcionario público de 39 años, que prefirió no dar su apellido.
“Yo gano un poco más del salario mínimo y tengo dos hijos. El dinero no nos alcanza hasta fines de mes”, agregó este hombre que hizo el viaje desde Borgoña, a 250 km de París, para el primer aniversario de las protestas.
El 17 de noviembre de 2018 más de 300.000 personas, la mayoría vestidos con un chaleco amarillo fluorescente, salieron a las calles de Francia para protestar por un impuesto sobre el combustible.
En muy poco tiempo, este movimiento sin líderes ni estructura, que se organizó gracias a Facebook, puso en jaque al gobierno del presidente francés Emmanuel Macron, destapando el profundo descontento en las clases más modestas por la pérdida de poder adquisitivo, la subida de los impuestos y las desigualdades sociales.
“No pensamos parar”
En el primer aniversario del movimiento, los “chalecos amarillos” buscaban darle un nuevo impulso porque para muchos, las causas que condujeron al estallido de las protestas no han desaparecido.
“Llevamos un año en las calles y no pensamos parar. Estamos dispuestos a seguir manifestando hasta que Macron nos escuche”, decía Sylvestre, un “chaleco amarillo” de unos 50 años.
“La gente tiene miedo debido a la represión que hubo en manifestaciones pasadas. Yo mismo prohibí a mis dos hijos salir a manifestar hoy por miedo a que pierdan un ojo”, añadió.
En el último año y según un recuento de los manifestantes, 23 personas perdieron un ojo tras recibir el impacto de una bala de goma y otros cinco sufrieron la amputación de una mano en la explosión de una bomba lacrimógena.
Las autoridades francesas prohibieron las manifestaciones en los Campos Elíseos, escenario de violentos disturbios en el apogeo de las manifestaciones hace un año.
En París, los comerciantes protegieron desde temprano sus escaparates y mercancías por miedo a incidentes violentos. Los transportes públicos se vieron afectados por la manifestaciones y los bomberos tuvieron que intervenir en varios puntos de la capital.
En otras ciudades importantes de Francia también fueron escenario de actos violentos.
Las fuerzas de seguridad lanzaron gases lacrimógenos en Lyon (centro-este) donde un millar de manifestantes se congregó en el centro de la ciudad. En Nantes (oeste) hubo enfrentamientos entre la policía y cerca de un millar de manifestantes, y en Burdeos (suroeste) unas 1.800 personas se movilizaron.
En el apogeo de la crisis, en diciembre de 2018, Macron, que había retirado la tasa de combustible que hizo estallar la protesta, declaró que entendía “la cólera” de las calles y se dijo dispuesto a “transformar el país”.
“Macron, nuestro primer aniversario, es el último para ti”, clamaban los manifestantes este sábado.
Con AFP